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Morrazo

El imborrable recuerdo de Paraíso

Barra de la terraza "Hawaii", inaugurada en 1986, que se convirtió en un fenómeno de masas. Cedida.

El “paraíso” de Bueu fue durante años una sala de fiestas bautizada bajo ese mismo nombre. Generaciones enteras vivieron los mejores años de su juventud acompañadas de las orquestas que cada domingo amenizaban el baile.

En los 70, la sala se convirtió en un punto destacado del panorama musical, con la presencia de artistas como Julio Iglesias, Manolo Escobar o Karina. Todos ellos dejaron anécdotas difíciles de olvidar. Su cierre, hace diecisiete años, dejó “huérfana” a una parte de la vida social de la comarca y a tantas generaciones que a día de hoy siguen recordando aquellas noches en el paraíso. 

Lo último que queda en pie de la mítica sala Paraíso tiene sus días contados. Diecisiete años después de su cierre, la nave que albergó la discoteca ha sido vendida a una promotora, que proyecta la construcción de un edificio. Aunque sus propietarios nunca se plantearon su reapertura, la nostalgia se ha hecho un hueco entre ellos, al igual que entre los vecinos no solo de Bueu, sino de toda la comarca. Paraíso fue un punto de encuentro para amistades y parejas durante siete décadas, cuyos recuerdos pervivirán en los capítulos de la historia de miles de familias.

Sus orígenes se remontan hasta el conocido como “O baile do Pirigallo”, en el lugar de A Graña. Allí había una gran planta de aves del paraíso, que sirvió de inspiración para el nombre de la sala que tantos grandes momentos viviría después.

Dolores Estévez, "Lola A Calleira", primera propietaria. Cedida.

La apertura en la ubicación actual se produjo en la década de 1930, a cargo del matrimonio de Manuel Omil y Dolores Estévez. “Mi abuelo construyó la nave para tener un local más moderno”, explica Fernando Omil, nieto de los fundadores. El lunes de Pascua de 1947 no fue un día cualquiera, la orquesta Poceiro abrió el telón de Paraíso, que no se bajaría hasta 2004.

Exterior de la sala Paraíso. Cedida.

Como una parte más de la sociedad, la discoteca vivió en primera persona los cambios generacionales y sus costumbres, incluso celebrando bodas. Al principio, la sala organizaba bailes acompañados de una o dos orquestas.

A partir de 1968 comenzó el “furor”, con actuaciones de cantantes reconocidos a nivel nacional. Julio Iglesias, Manolo Escobar, Karina, Los Diablos o Fórmula V formaron parte de una aclamada lista de artistas que llenaron la sala. Las actuaciones se celebraban los domingos alternos. Fernando Omil revela que en aquella época existía un “pacto no escrito” con la Sala Lestón de Moaña. “El acuerdo consistía en que un fin de semana traían ellos las actuaciones y otro fin de semana nosotros, nunca nos pisábamos”, explica.

Manu Chao en Paraíso, tras su concierto en febrero de 2003. | // FDV

El paso de tantos artistas dejó en el recuerdo imborrables anécdotas. Desde el concierto de Juan Pardo con la cabeza vendada –tras sufrir un accidente de camino a la sala–, hasta el robo de la guitarra de uno de los integrantes de Los Ilegales. Fernando Omil recuerda, cuando aún era niño, como los miembros del grupo infantil “La Pandilla” terminaron jugando con sus propios juguetes. “El camerino solía ser mi casa”, rememora.

Una de las actuaciones más beneficiosas para la sala fue la de Los Pecos, que fueron contratados con un año de antelación. Este factor jugó a favor de los propietarios, ya que cuando se celebró el concierto, Los Pecos habían aumentado su caché.

Las grandes noches de Paraíso se vivían en la temporada de invierno. Las fiestas navideñas eran “días brutales” recuerda Omil. Pero si había un día esperado para los asistentes a la discoteca, ese era la noche del lunes de carnaval, cuando se celebraba un concurso de disfraces cuyo primer premio estaba dotado con 100.000 pesetas. Allí también llegaron los primeros festivales de comparsas del Bueu Atlético Balonmán, con sus reivindicativas letras.

Celebración de carnavales en el interior de Sala Paraíso. Cedida.

En 1986 se inauguró la terraza “Hawaii”, que creó un nuevo ambiente en el local. “Estuvo de moda durante muchos años”, apunta Omil.

El broche final a la historia de la sala lo puso el concierto de un “clandestino” Manu Chao en 2003, que se ocultó bajo el nombre de “Jai-Alai Katumbi Express”. Esto no impidió que la voz se corriera y las 2.000 entradas se agotaran en un visto y no visto. Tal fue la demanda, que Chao tuvo que subirse al escenario a la noche siguiente, un día más de lo estipulado inicialmente.

Asistentes a la Sala Paraíso en Hawaii. Cedida.

“Cuatro horas sin parar al son de los ritmos del mundo”, apuntan las críticas de aquella época. Esos ritmos del mundo siguen siendo difíciles de olvidar a día de hoy por todos los nostálgicos de aquel “auténtico paraíso”.

La primera sala con servicio de autobuses

Otro de los hitos de Sala Paraíso fue convertirse en la primera discoteca con servicio de autobuses gratuito. Los autocares llevaban a los clientes de vuelta a sus municipios, tras pasar la noche en Paraíso. Para conseguir una plaza tenían que coger un ticket previamente en el interior. A medianoche, los autobuses arrancaban para poner rumbo a prácticamente todas las zonas de la comarca: Cangas, Moaña, Beluso, Seixo, Marín... Durante una época, incluso llegó a haber servicio de ida, pero fue anecdótico.

Los domingos eran los días con más afluencia en la discoteca, que llegó a albergar hasta 3.000 personas en el concierto de Manolo Escobar. A partir de 1986 empezaron a potenciar los sábados y durante los años 90 intentaron volver a recuperar los domingos. “Fuimos testigos de todos los cambios, nos fuimos adaptando”, concluye Omil.

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