Moaña tiene un cruceiro policromado en Sabaceda, cuyo Cristo fue pintado por los vecinos en la segunda mitad del siglo XX, y así lo hace constar el concejal independiente de la Coalición por Moaña (XM), Javier Carro, en una moción en la que pide que el Concello encargue un estudio técnico de patrimonio para su restauración y tramitar el proyecto ante Patrimonio, además de ejecutarlo con fondos propios o externos e instalar en las proximidades un cartel informativo.

El cruceiro, lógicamente, ya está catalogado como bien a proteger en el Plan Xeral de Ordenación Municipal (PXOM), como un elemento de interés etnográfico. Sin embargo dice que el hecho de estar ante el único cruceiro policromado de Moaña y también de los escasos que se conservan en Galicia, hace que se tenga que reparar en este elemento, quizás con el cuidado que precisa.

Carro hace alusión a los trabajos del investigador local Manuel Uxío García que en “Os cruceiros da parroquia histórica de Moaña” alude a las singularidades del cruceiro de Sabaceda, situado a pocos metros de la carretera que va de Moaña a Marín, en un cruce de caminos, muy cerca de las herencias de la poderosa familia Freire, procedente del Outeiro de Sabaceda.

Del cruceiro destacada su monumentalidad. Lo mandó construir, en un terreno de su propiedad, un familiar de Dolores Martínez, madre del antiguo zapatero de Sabacedo, José Boubeta Martínez, por una promesa que hizo para que se curase su hijo de una grave dolencia a finales del siglo XIX.

Después de que lo mandasen construir, el terreno fue vendido a Manuel Freire, dueño de la granja, quien, cedió un trozo del mismo para que el cruceiro quedara en el lugar público en donde se encuentra en la actualidad.

Javier Carro y Manuel Uxío García ante el cruceiro de Paradela. |   // FDV

Javier Carro y Manuel Uxío García ante el cruceiro de Paradela. | // FDV

Manuel Uxío García cuenta que un ebanista de A Xalde, llamado Requeiro, torneó en su taller, a comienzos del siglo XX, un aparejo de madera al que le adaptó cordeles, con el objeto de instalarlo en este cruceiro para poder subir los faroles hasta la misma cruz y luego bajarlos, sin tener que acudir al empleo de una escalera. De ese aparejo todavía quedan restos. Y lo curioso, admite el historiador local, es que todavía se continúa iluminando la base del cruceiro con velones de cera, día y noche, puestos por los vecinos del lugar, junto con ramos de flores: “Era moi corrente en séculos anteriores pintar ou calear os cruceiros, costume abandonada a finais do século XIX. No que atangue a este cristo, foi pintado pola veciñanza na segunda mitade do século XX”, señala el investigador local.