Era septiembre y en una calle de mi pueblo se festejaba la Virgen de Lourdes. En medio de la verbena se produjeron gritos de auxilio y, de repente, apareció una pareja de la Guardia Civil, armada con mosquetones. Aún no habían llegado los subfusiles a los puestos. Habían robado en una casa y la pareja de la benemérita entró en la vivienda al grito de ¿Hay alguien ahí? El ladrón, por supuesto, guardó silencio. Traigo este recuerdo de adolescencia a tenor de la grotesca petición de la Guardia Civil para que el "narcosubmarino" quede como escuela contra el crimen organizado. Tengo que confesar que la noticia me dejó atónito y ruborizado.