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"Me desesperaba con todo lo que oía"

Gladys Larroza regresa a Bueu tras quedar atrapada en Uruguay por la pandemia

Larroza en el aeropuerto (izquierda) y con la pareja con la vino desde Madrid a Galicia.

"Allí me desesperaba, con todos los horrores que escuchaba y lejos de la familia, y con un invierno que no me gusta nada". A sus 77 años de edad Gladys Larroza no pierde el sentido del humor, más aún después de haber conseguido llegar a Bueu el martes tras semanas esperando por un vuelo de regreso desde Montevideo, en donde la cogió el estallido de la pandemia del coronavirus. Lo que en un principio eran unas vacaciones de verano (austral) se convirtieron primero en un obligado encierro y luego en la imposibilidad de salir de Uruguay después de que el vuelo de regreso que tenía contratado para el pasado 25 de abril se cancelase por el Covid-19.

Sin una solución por parte de la compañía aérea su hija Mercedes Patiño tanteó las opciones de la Xunta de Galicia y el Ministerio de Asuntos Exteriores pero sin éxito. "Allí empezaron a manifestarse tanto españoles como uruguayos residentes delante de la Embajada para ejercer presión", afirma Patiño, "y como resultado se organizó un vuelo consular de repatriación". La Embajada entonces remitió un correo electrónico con un listado y estableciendo prioridades para la gente mayor, la que no tuviera arraigo en Uruguay o que dependiese de un trabajo en España. Larroza logró plaza, pero sus primos Francisco Martínez y Sara Amorín se quedaron en el país sudamericano al no poder hacer frente al coste extra del vuelo.

Los repatriados se organizaron en los días previos a través de un grupo de Whatsapp para compartir viaje hacia sus lugares de origen una vez llegasen a Madrid. Y así fue cómo Gladys Larroza contactó con una pareja de Vigo que volvía a Galicia con su hija de tres años. Se conocieron en persona en el propio aeropuerto y luego compartieron coche de alquiler hasta llegar a Vigo. "Se portaron muy bien con ella y estuvieron siempre pendientes", señala Mercedes Patiño.

Ahora Gladys ya puede disfrutar de su familia mientras se recupera de todo el ajetreo del viaje y de su encierro en Montevideo, en donde vivió en casa de una amiga. "Estuve encerrada porque cuando surgió esto, al ser de riesgo, ya no salí a ningún sitio. Solo el Día de la Madre me llevaron a dar una vuelta por Las Ramblas, pero en coche y sin bajarnos", relata. En Uruguay el confinamiento obligatorio no existía, sino que era algo voluntario. "Veías una gran cantidad de gente sin mascarilla. A pesar de todo lo que veíamos en las noticias la gente estaba muy tranquila", señala. Lamenta asimismo la dureza del confinamiento. "Teníamos muchos planes y no pudimos llevarlos a cabo, ni siquiera pude ir al cementerio a ver a mis padres y a mis hermanos", dice. Con todo, subraya que "yo no lo pasé tan mal porque estaba muy bien cuidada".

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