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El triste sonido del silencio

Los locales de la comarca que funcionan como salas de conciertos cancelan o intentan buscar nuevas fechas a actuaciones que llevaban meses contratadas

El concierto de Marcos Teira fue el último en el Aturuxo. // Xabicas

Decía el recientemente fallecido Luis Eduardo Aute en una de sus canciones que "queda la música", pero en los lugares en los que habitualmente reinaba la música ahora solo hay silencio. Silencio y mucha incertidumbre. Los locales que funcionan como salas de conciertos trabajan con meses de antelación para contratar artistas y concretar fechas, un trabajo que el Covid-19 y el estado de alarma han puesto también en cuarentena. "Se me hace muy duro hablar de cancelar o suspender, que todo el trabajo que has estado haciendo durante meses y meses se puedan tirar de un plumazo", afirma Henry Pérez, uno de los responsables de la sala canguesa Salasón, una de las más activas y con mayor programación estable en O Morrazo.

La alternativa es intentar reprogramar esas citas para después del verano o directamente para el año 2021, sobre todo en el caso de artistas internacionales. "Ya tenemos nuevas fechas para The Bellrays, que vendrán en septiembre, o para Laurence Jones, que estará el próximo año", avanza. Hasta la fecha se han dejado de celebrar una quincena de conciertos, a los que hay que unir los que estaban previstos para las próximas semanas. La sala tuvo que tramitar de inmediato un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) para sus trabajadores y del que quedaron excluidos sus responsables. "Pero no son solo los empleados del local. Cada actuación supone trabajo para las bandas y para las personas que las acompañan", subraya Henry Pérez.

En este caso temen tanto la situación actual de absoluta inactividad como lo que puede deparar el futuro. Todo lo que vendrá después, como decía una canción de 091. "Nos sentimos totalmente olvidados. No podemos tener planteamientos de futuro porque no sabemos qué va a pasar. Lo único que parece claro es que se van a limitar los aforos, lo que a su vez significa menos ingresos cuando los gastos van a ser los mismos y será muy difícil aumentar el precio de las consumiciones", explican desde Salasón. A ello aún hay que añadir un elemento más al cóctel: el miedo al contagio, lo que puede provocar que muchas personas eviten este tipo de eventos culturales. "Con el ERTE estamos obligados a mantener el empleo seis meses más, pero es muy difícil saber si aguantaremos", señalan desde la sala canguesa.

En Bueu está el Aturuxo, el local más veterano de la comarca de O Morrazo en la programación de conciertos y música en directo. Su responsable es Víctor Cabaleiro "Leiro", que también habla de la incertidumbre que rodea a este sector. "No sabemos cómo será el proceso para retomar la actividad, pero parece casi seguro que seremos los últimos en poder trabajar. En este momento no podemos preparar medidas de protección o de separación para los asistentes ni para los trabajadores porque no sabemos cuáles serán las recomendaciones de las autoridades sanitarias", explica. La sala bueuesa también tramitó en los primeros días del estado de alarma un ERTE para siete de sus empleados.

El último concierto fue el 8 de marzo, con Marcos Teira Translations Trio. Hasta el momento el Aturuxo ha tenido que suspender ocho actuaciones que ya estaban anunciadas y cerca de una veintena que estaban ya cerradas para los meses de verano. "En este momento no me planteó programar nada para el verano, creo que habrá que empezar a planificar para después. Este es un trabajo que para hacerlo bien debe planificarse con meses de antelación", señala. Una de las incógnitas es cómo se pueden evitar las aglomeraciones durante los conciertos. "Nosotros podemos limitar el aforo y que, por ejemplo, solo entren 30 personas. Pero si a la gente le gusta el concierto acabará acercándose al escenario", apuntan.

En Moaña el local de referencia para actuaciones musicales fue el Var con Uve, de Abelendo, que en los últimos años estuvo incluido en la Rede Galega de Música ao Vivo de la Agadic. El establecimiento cerró el pasado 31 de diciembre y su propietario, ya jubilado, reinició contactos para renovar dentro de esta red, así como con personas interesadas en alquilar y reabrir el bar. "Podría estar de nuevo funcionando en febrero y con conciertos", apunta Cándido Pena.

Sin embargo la crisis del coronavirus truncó todos los planes. "Ahora no hay previsión de reapertura del local y mucho menos del regreso de los conciertos". No en vano, entiende que una sala pequeña como la suya, con capacidad para un centenar de personas entre el público "tiene muy difícil mantener la distancia social. Creo que los locales pequeños seremos los últimos en recuperar la normalidad", lamenta.

En este último mes ha tenido que rechazar las ofertas de más de una decena de grupos y músicos, entre ellos alguno de renombre "como Guadi Galego", que de todas formas requeriría de una sala más grande.

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