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Manos de costurera contra el coronavirus

El taller Textil Bueu, en Pescadoira, reorienta su actividad fabricar material sanitario

El taller de Textil Bueu, dirigido por Isolina Villanueva, está a pleno rendimiento fabricando material sanitario. // Gonzalo Núñez

El coronavirus ha frenado en seco la economía y ha convertido a España en un enorme expediente de regulación temporal de empleo (ERTE). Pero hay empresas a las que no les falta trabajo y que incluso han reorientado su producción para suministrar material a la primera línea de batalla contra el Covid-19: el personal médico y sanitario.

Es el caso de Textil Bueu, un taller de confección situado delante de la playa de Pescadoira. Desde hace dos semanas ha dejado de confeccionar vestuario laboral para el naval, carpinterías o la construcción y se ha volcado en fabricar batas y trajes sanitarios, que luego se distribuyen en los hospitales. Un ejemplo de una economía de guerra. "Esto es una cadena de favores, una cadena humanitaria", afirma su responsable, Isolina Villanueva, que también es concejala del PP en Bueu.

El taller emplea a siete mujeres -Isolina madre, Isolina Piñeiro, Araceli, Maite, Carol, Cristina y la propia Isolina- y a otras dos que trabajan desde sus casas como autónomas, Aroa y Celeste. Sus manos de costureras y sus máquinas de coser no paran de dar puntadas. Están habituadas a fabricar monos y fundas de trabajo, "pero desde que empezó esta crisis nos orientamos en la confección de vestuario sanitario y todo lo demás quedó parado".

Manos de costurera contra el coronavirus

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Comienzan a trabajar a las siete de la mañana y su jornada se prolonga hasta las dos de la tarde. En una jornada normal del taller de Textil Bueu salen alrededor de 200 prendas, entre batas y "pijamas" sanitarios listos para el personal médico. La producción también incluye la confección de trajes específicos para el personal de algunas cadenas de supermercados, una demanda que se durante estos días se ha intensificado para reducir el riesgo de contagio de las plantillas.

La crisis sanitaria les ha obligado a cambiar algunos hábitos. Ahora cada una se trae su desayuno de casa, desayunan por separado y en puntos separados del taller, trabajan con mascarillas y cuentan con gel desinfectante que usan con frecuencia. El único elemento que no emplean son los guantes, que para su trabajo resultan incómodos e incluso peligrosos. La distribución del propio taller, con dos cadenas, les permite además mantener la distancia de seguridad recomendada. "La sensación que tenemos cuando venimos por la mañana es casi como si viniésemos a hacer algo malo, casi como si fuésemos a robar. No hay nadie por la calle, los bares están cerrados, no se ve a los marineros...", cuenta.

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"El ánimo entre nosotras es muy bueno, todas tenemos espíritu de colaborar y sabemos que nuestro trabajo en estos momentos es muy importante. Claro que hay miedo, pero también mente positiva porque si no esto nos hunde", explican las trabajadoras, que no han dudado en ofrecerse a realizar horas a mayores para poder ayudar e incluso se llevan tejido a casa para avanzar trabajo.

Para poder concentrarse en esta labor es fundamental la compresión de los clientes con los que trabajan habitualmente y a los que sirven vestuario laboral. "Todo el mundo lo entiende e incluso se ofrecen a ayudar si nos hace falta material. Esto es una gran cadena de favores entre todos", ensalza Isolina Villanueva.

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