"Os de Sempre", única comparsa superviviente del entroido de la villa de Cangas, sacó a pasear al Momo en medio de una comitiva fúnebre en la que participaban también "Os que faltaban" de Moaña, las viudas y "Os Lobogaitas", también de Moaña. Los gestos del condenado a muerte enardecían a un pueblo convencido de que el final no podía ser otro. Habían comido carne hasta hartarse y degustado los dulces de temporada con golosa pasión, dándose a la lujuria en una semana casi impía, que en otra época era calificada como fiestas de primavera. Era cuando, como decía la jueza que dictó sentencia en la orilla del mar, cosas de "Don Paquito".

La comitiva del linchamiento del Momo trataba con su ruido infernal de sacar a la gente de sus casas, para que vieran el destino cruel al que se iba a someter a este reo que no paraba de realizar gestos obscenos al público que se enfrentaba a él sin temor, ayudado de bebidas con ingredientes secretos y de música, mucha música.

"Os de Sempre" iban vestidos estilo Beatles, de cuando sacaron el disco "Submarino amarillo". Y había uno en el desfile, uno gris que llevaba ruedas, más pequeño que en el que llegó a Punta Couso y se subió después al muelle de Aldán. Era la inevitable alusión al "narcosubmarino", que tanto dio que hablar en esta tierra y aún sigue haciéndolo. El del desfile no llevaba tres tripulantes abordo, sino uno solo, una joven disfrazada.

En el muelle de Ojea tuvo lugar el juicio sumarísimo donde se dictó sentencia después de que la jueza del carnaval de Cangas dejara constancia de las fechorías de este dios Momo. Recordó que el citado personaje había desaparecido de Cangas con motivo de la presencia de Don Paquito, pero regresó en 1977. Así que según las cuentas del tribunal que juzgaba ayer, eran 44 años de tradición. El Momo fue arrojado al mar entre el jolgorio y los aplausos de los asistentes al juicio sumarísimo, que gritaban: "¡Hay que tirarlo al mar"!