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Una retrospectiva de 2.000 años y La relación de Bueu y el mar Una retrospectiva de 2.000 años y La relación de Bueu y el mar

Una historia alrededor del mar

El Museo Massó de Bueu inaugura su nueva exposición sobre los gozos y las sombras de una villa marinera

Un momento de la inauguración, ayer en el Museo Massó. // G.N.

El Museo Massó toma prestado el título de la famosa trilogía de Gonzalo Torrente Ballester para el concepto de su nueva exposición de gran formato y larga duración: "Crecer co mar. Os gozos e as sombras dunha vila mariñeira". Es un recorrido por más de 2.000 años de historia, un periodo en el que el mar y sus recursos han jugado un papel fundamental en el desarrollo económico y social de Bueu. El ejemplo más notable fue la industria conservera del pescado, que gracias a la empresa Massó Hermanos puso a Bueu y Cangas en un lugar destacado en el mapa del mundo.

El título de la exposición, que se inauguró ayer con la presencia del director xeral de Políticas Culturais de la Xunta, Anxo Lorenzo, alude a las luces y sombras de ese proceso de transformación de Bueu. Unas luces que incluyen la constitución de un importante centro industrial y portuario vinculado a la transformación del pescado. Y unas sombras que se refieren a la pérdida acelerada de esos testimonios históricos que definieron a Bueu como una villa marinera. El responsable autonómico destacaba al final del recorrido que la muestra "recolle á perfección" el impacto de la actividad pesquera y de la industria conservera en la configuración histórica de Bueu.

La directora del Museo Massó, Covadonga López de Prado, explica que a pesar de esa evidente relación de Bueu con el mar hubo momentos en los que ambas partes vivieron casi de espaldas. "Durante los primeros siglos de nuestra era se desarrolla aquí un centro industrial y portuario vinculado con la transformación del pescado y la producción y comercialización de ánforas", recuerda. El mejor ejemplo son las excavaciones de Pescadoira, donde se hallaron hornos alfareros romanos y restos que han permitido identificar dos tipos de ánforas, las bautizadas como ánforas San Martiño de Bueu tipo I y II. Pero después de la caída del Imperio Romano este núcleo de población abandona la franja costera y la actividad se orienta al campo y al rural. La llegada de los fomentadores catalanes a partir del siglo XVIII significa un progresivo proceso de vuelta a los orígenes en el mar, aunque "la recuperación plena de la actividad pesquera y la industria conservera no se producirá hasta el siglo XIX", expone la directora.

Los gozos de esta historia se remontan a más de 2.000 años atrás. Durante la prehistoria el consumo de pescado y especies marinas estaba vinculado a la escasez de otros alimentos. Con la romanización los hábitos alimentarios cambian. "Por primera vez la explotación de los recursos del mar tiene un peso importante en la economía local y general", afirma el contenido de la exposición. En la ensenada de Bueu se configura un núcleo residencial e industrial claramente orientado a la producción de salazones y se fabricaban ánforas para llevar esos productos de Bueu y del resto de las Rías Baixas a otros puntos del Imperio Romano. Una actividad que empieza a decaer a partir del siglo IV de nuestra era.

Habrá que esperar hasta el siglo XVII para que ese escenario empiece a cambiar tímidamente. "La reactivación pesquera comienza una vez superada la inseguridad provocada por la situación política, por las incursiones normandas y por los ataques corsarios de los siglos XVI y XVII", explica la directora del Museo Massó. Es una época en la que el clero y la hidalguía son dueños del mar y la tierra, exigiendo pago de rentas en especie, como pescado fresco, salado y seco. En este periodo la actividad marítima en Bueu es muy escasa.

El municipio es un conjunto de núcleos parroquiales dispersos con una economía agrícola precaria, de autoconsumo y "mermada por las rentas señoriales y eclesiásticas", tal como se ilustra en la exposición. El cambio dinástico en la Corona de España viene acompañado de nuevas políticas que "comienzan a amenazar los intereses de estas élites y favorecerán el desarrollo económico de las zonas costeras", apunta Covadonga López de Prado.

Así, en el siglo XVIII los fomentadores catalanes empiezan a instalarse en las costas gallegas. Un interés que se sustenta en la riqueza pesquera de las Rías Baixas y en el estímulo de una política que liberaliza los derechos de pesca. La consecuencia es que empiezan a ponerse en marcha salazones de pescado, con una mano de obra fundamentalmente femenina. "El impulso que experimenta el sector pesquero y los intercambios comerciales ponen fin a la economía de autoconsumo, que apenas garantizaba la supervivencia. En lugar de pagar rentas por el trabajo, ahora se trabajaba al jornal", explica la directora del Museo Massó sobre este cambio. Bueu es uno de los polos más atractivos para los fomentadores catalanes, que empiezan a desplazar a las antiguas élites de los órganos de poder local. Esto favorece que "aquí se localizase la mayor concentración de salazones y la población marinera se configurase como el sector más dinámico".

El siguiente paso en ese proceso de transformación llegó entre los siglos XVIII y XIX de mano de la Revolución Industrial, que conllevó un cambio social y económico. ¿Qué pasó? Pues que los procesos manuales de elaboración de los productos pasan a ser mecanizados gracias a la energía de vapor y la producción se realizará "de forma masiva y en serie", como expone la muestra inaugurada ayer.

La burguesía capitalista se convierte en la nueva élite social y las personas que trabajan en el ámbito rural inician su mudanza hacia los ámbitos urbanos. En Bueu este proceso está asociado de manera paradigmática a Massó, que será la principal impulsora de estas transformaciones. De la industria de la salazón se pasó a la de la conserva, en la que mayoritariamente la mano de obra seguirá siendo femenina.

Este esplendor industrial significará a su vez un cambio en la fisonomía de la franja litoral de Bueu. Esa franja costera había quedado desocupada una vez abandonado el puerto del periodo del Imperio Romano en Pescadoira. El continuo desarrollo de la actividad pesquera pone de manifiesto la necesidad de construir un puerto que facilite la llegada de los veleros y barcos de vapor, que se veían obligados a descargar sus capturas en los precarios muelles de madera de las conserveras. El primer dique de piedra se construye en 1917 y el puerto aún tardará varias décadas en ser una realidad.

La exposición inaugurada ayer también quiere establecer un contrapunto crítico, un elemento de reflexión sobre la conservación del patrimonio y de la historia. Todo este proceso se desarrolló a lo largo de más de 2.000 años. Pero solo hicieron falta 18 "para acabar con los testimonios de un proceso milenario de construcción de una identidad", explica la directora del Museo Massó. La desaparición de la antigua fábrica de Alonso, la nave de Massó construida en 1926 y derribada en 2005 y el ejemplo más reciente con la carpintería de ribeira de Banda do Río sirven para poner de relieve las "sombras" de esta historia. "Lamentablemente, los testimonios históricos que definieron la configuración de Bueu como una villa marinera y como un importante centro conservero fueron destruidos en un tiempo récord, desde el inicio del siglo XXI hasta la actualidad", concluye Covadonga López de Prado.

La exposición "Crecer co mar. Os gozos e as sombras dunha vila mariñeira" tiene su puerta de entrada a través del reconstruido arco de la antigua capilla de San Lorenzo, cuyas dovelas fueron recuperadas hace años por vecinos de la parroquia de Cela y recientemente depositadas en el Museo Massó.

La muestra se nutre principalmente de fondos propios y se completa con préstamos y donaciones de la familia Massó, Manuel Aldao Portas, Víctor Domínguez Antas, José Manuel Dopazo Entenza, Iván Alonso (de Conservas Palacio de Oriente), familia de José Otero Baena, Jesús Bernárdez Juncal, Concello de Bueu, miembros de la última junta directiva del Club Náutico de Bueu y coleccionistas particulares. También cuenta con la colaboración y asesoramiento de la arquitecta María Novas Ferradás, del historiador e investigador Arturo Sánchez Cidrás y del archivero del Concello de Bueu, Belarmino Barreiro.

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