1991, el último de los doce años de Manoel Soto al frente del Concello de Vigo fue de actividad frenética, con obras públicas por doquier y toma de decisiones que contribuyeron a convertir la ciudad en la gran urbe que es 25 años después aunque entonces suscitaron un amplio rechazo ciudadano. "Ese año empezamos a rehacer el Vigo central que creía que debía proyectarse, una gran ciudad", afirma el exalcalde.

La instalación de la estatua del Sireno a finales de año "con nocturnidad y alevosía", como recuerda con una cierta dosis de amargura Soto, ponía el broche final a un año muy intenso para la ciudad, que vivió la llegada no solo del Sireno sino de otras tres esculturas monumentales que cambiaron para siempre la fisonomía de la ciudad y que ahora son una parte imprescindible de Vigo, imposible de concebir ahora sin ellas.

Como ocurrió con el hombre-pez de Leiro, tampoco lo tuvieron fácil las otras tres obras de arte que Soto decidió instalar en el epílogo de su mandato en puntos estratégicos de la ciudad como la Plaza de España, Plaza de América y Gran Vía. Las protestas en general contra todas ellas respondían a la turbulenta situación social y económica aunque la reacción contra la propia escultura que recibió Leiro también la recibieron los robustos pescadores que Ramón Conde instaló sobre la medianera de la Gran Vía.

"Hubo reacciones enconadísimas porque estaban desnudos, porque decían que no representaban en absoluto a los pescadores e incluso se publicó en un medio de comunicación que era una imitación de una escultura nazi", recuerda Ramón Conde sobre las primeras reacciones que suscitó su obra "Homenaje al trabajo", que reconoce como su predilecta.

No le afectaron entonces las protestas ("en esta profesión hay que tener la piel dura si se trabaja al margen del dictado de la moda") y tampoco ahora lo que Conde considera "muestras de cariño" hacia sus colosales pescadores, a los que los vigueses hacen partícipes tanto de manifestaciones festivas como de protestas vistiéndolos incluso con ropas y símbolos. "Es una obra afortunada. Fue ganando protagonismo con el tiempo y se ha convertido en algo vivo, en una especie de atril de la ciudadanía. Eso es algo que me alegra muchísimo", aseveró el artista.

La escultura de Conde se instaló en la zona del bulevar de Gran Vía donde antes terminaba el "escalextric" en el mes de marzo. Tras dos años de trabajo, sobre un estanque y en un plano inclinado, se ubicaron siete figuras colosales en bronce de hombres desnudos que arrastran una gran red pero que de haber estado en pie alcanzarían los dos metros y medio de altura. El conjunto pesa más de cuatro toneladas y mide 8,5 metros.

Otra escultura

Apenas un mes después de la colocación de los "Rederos", en abril, se ejecutaba en la Plaza de América otra obra monumental, encargada a Silverio Rivas tras participar en un concurso de ideas para dotar de un grupo escultórico la nueva rotonda que se generaría tras la construcción del túnel bajo la plaza.

De hecho, la apertura de esta zona al tráfico se produjo de forma simultánea con la inauguración del subterráneo que comunicaba Gran Vía con la Avenida Castelao.

El concurso de ideas, recuerda Silverio Rivas, se convocó en 1989 "Un año antes ya se había organizado otro concurso para ese fin en el que yo no participé. Al parecer las ideas presentadas en este primer concurso no respondían a las expectativas que tenía el equipo de gobierno para este espacio y el premio quedó desierto", señaló el escultor, que propuso en esa convocatoria no solo su magnífica "Puerta del Atlántico" sino también una humanización del entorno paralela a la obra que no se llegó nunca a acometer.

El valor total de la remodelación propuesta por el equipo de Rivas ascendía a 150.618.500 pesetas, de las cuales 30 millones correspondían a los grupos escultóricos.

"El concepto de la obra giraba en torno a la desintegración de un bloque de granito, que se expandía en tres puntos de la plaza, generando en la parte central de la plaza un arco o puerta que una vez asentada sobre una lamina de agua daría la sensación de elemento navegable. Mi intención, no era hacer un monumento a la emigración-ya existía uno realizado por el escultor Camilo Nogueira al comienzo de la Avenida de Castelao- sino crear esa puerta como un canto al continente Americano. Entendí que Vigo como punto de partida de miles de emigrantes, tenía el deber de hacer ese homenaje", manifiesta el escultor, que concreta que la obra se ejecutó en las canteras de Porriño con la ayuda de un equipo de alumnos de la Escuela de Canteiros de Poio.

Protestas ciudadanas

La colosal obra, de 14 metros de alto y 450 toneladas de peso tampoco esquivó las protestas ciudadanas ya que, además de las "inevitables críticas sobre la necesidad del proyecto", la instalación coincidió con las protestas por el proyecto de la depuradora y los piquetes de una huelga del sector naval. "Soporté amenazas durante los trabajos de montaje y el día de la inauguración la presión social era muy fuerte, con gritos e insultos que no eran la mejor recompensa a 18 meses de trabajo", recuerda Rivas, que añade además que Manoel Soto y al concejal de Urbanismo, Francisco Santomé, le preguntaron por otros escultores para hacer otra obra para Vigo. "Yo propuse a Francisco Leiro y finalmente les puse en contacto con él", afirma.

Sobre esa década incipiente, Rivas recuerda el impulso de todos los escultores de "elevar la escala de las obras". Además, desde la perspectiva que dan los 25 años transcurridos desde la instalación de su obra en la Plaza de América, el escultor afirma que tanto la suya como las demás que coincidieron en el tiempo "gozan de buena salud". "La gran preocupación cuando se hace una obra para un espacio público es cómo se va a comportar con el paso del tiempo. Las obras tienen su propia vida más allá del trabajo del artista, hay que darles tiempo para que se adapten al espacio", concluye.

"Los Caballos" de Oliveira

Como no podía ser de otro modo, la cuarta obra instalada ese año, "Los Caballos" de Juan Oliveira, para la Plaza de España, tampoco escapó a las protestas ciudadanas. Se inauguró el 30 de abril de ese año protegida por un amplio despliegue policial ante la amenaza de boicot por parte de un centenar de personas que se manifestaban contra el proyecto de la incineradora de Samil, la suspensión del plan de actuación de Pizarro o la falta de convenio en el Concello de Vigo. "Estoy acostumbrado al ruido", dijo entonces Soto durante la inaguración de la escultura, interrumpida por estruendosas pitadas.

El delicado ensamblado del monumento se había prolongado durante un mes, en el que se fueron montando los caballos en una espiral ascendente que alcanza los 18 metros de altura.

Las piezas de los cinco caballos son huecas y cada una de ellas pesa aproximadamente dos toneladas por lo que el conjunto supera las 10 toneladas. Estaba previsto que alrededor del conjunto y entre las crines de los caballos fuese una cascada o surtidor de agua y que todo estuviese iluminado por un "rayo láser" de gran tamaño.

Semanas antes de la inauguración, durante las labores de montaje de la escultura, se produjo el robo de ocho escamas de hierro destinadas a cubrir el soporte central que soportaba los cinco caballos. Los ladrones trataron de venderlas en una chatarrería pero el propietario de ésta, al darse cuenta de dónde procedían se negó a comprarlas y avisó a la Policía. Ellos, al sospechar que habían sido descubiertos optaron por dejar las ocho piezas en un descampado.

También en el acto de inauguración de la escultura de Oliveira, el candidato de Esquerda Galega, Jesús Costas, recordaba que "los monumentos están pagados por todos los vigueses" y lamentaba por lo tanto que "su inauguración durante la precampaña rompe la igualdad".

Por este motivo, y tras las críticas de la oposición a Soto por "negarse a participar en debates con las demás fuerzas", esa formación, Esquerda Galega, fue la clave para que ese año Soto perdiese el bastón de mando en favor del número dos de su lista, Carlos Príncipe, tras las elecciones de mayo en las que el PP de Manuel Pérez obtuvo 13 concejales, su partido 11, otros dos PSG-EG y uno el BNG.

Tras la victoria de los populares, Soto se veía obligado a buscar un pacto pero la condición que impuso Esquerda Galega para dar su apoyo fue que él no repitiese como alcalde. Así las cosas, fue Carlos González Príncipe, el número dos de su lista, quien cogió el bastón de mando, un episodio que todavía hoy, 25 años después, escuece sobremanera a Soto.

"La Corporación que me siguió fue absolutamente miserable, no cumplió ni una sola línea del programa electoral con el que nos presentamos", declara el exalcalde, que lamenta que "no se inauguró el Sireno solo porque era una obra que encargué yo".

"Beligerancia" política

Al respecto de las esculturas instaladas ese 1991, sí admite la controversia pero la atribuye a "la beligerancia política" de entonces y, por otra parte, "a la falta de conocimiento de otras personas". "Mi idea era que el arte y la cultura ocupasen un lugar preminente y de hecho había pensado instalar doce grandes esculturas y ya habíamos pagado el adelanto de otras dos a Xaime Quesada y a Acisclo Manzano que no vieron la luz", señala Soto, que cifra en cinco millones de pesetas lo entregado a cada uno delos dos escultores para instalar otras dos obras en la zona del Calvario y en la rotonda de la Avenida de Castelao, donde ahora se sitúa el "Alfageme". "Pero el gobierno que me siguió no quiso continuar lo que habíamos iniciado", censuró. "No solo es un juicio mío, lo demuestra el hecho de que cuatro años después Manuel Pérez obtuvo la mayoría absoluta así que recogieron lo que se merecían", dijo Soto, que asegura que "tenía muy claro qué había que hacer en Vigo y muchos proyectos para poner en marcha y otros que se dejaron encauzados y pagados, como el Ifevi".

Durante ese último año de Soto se inauguraron los túneles de Plaza de España y Plaza de América, este último al mismo tiempo que la escultura de Silverio Rivas.

La constitución de la Universidad de Vigo, dos años antes, en 1989, había descentralizaba por primera vez el sistema universitario que hasta entonces estaba concentrado en Santiago. Así, tras algo más de un año de rodaje, la Universidade de Vigo celebró su primer claustro, que se constituyó el 11 de abril de 1991.

No supuso el nacimiento de la Universidad como tal pero sí el paso hacia su "democratización", como precisa Luis Espada, actual Valedor do Cidadán y primer rector de la institución académica.

"Tras los primeros inicios, que fueron muy duros, el claustro supuso un avance más con la aprobación de los estatutos de la Universidad, elegir a sus representantes y, en definitiva, empezar a tomar las decisiones de cara al futuro de la institución", remarcó Espada.