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El pasado de Bueu reconstruido

La Universidad de Vigo reconstruye para el Museo Massó tres piezas procedentes de Pescadoira

El ánfora de Pescadoira ya reconstruida. // G. Núñez

Las excavaciones arqueológicas de Pescadoira sirvieron para constatar que la relación de Bueu con la conserva se remonta a muchos siglos antes de la llegada de los fomentadores catalanes. Aquellos trabajos sacaron a la luz los vestigios de una antigua industria alfarera, donde se fabricaban las ánforas que transportarían a otros puntos del Imperio Romano las conservas que se elaboraban en Bueu. Los arqueólogos se encontraron también con cientos y cientos de fragamentos de cerámica de la época (siglos II y IV después de Cristo), tal como si fuesen las piezas de un enorme puzle. Ese rompecabezas se acaba de recomponer parcialmente puesto que en el laboratorio de arqueología del Grupo de Estudios de Arqueoloxía, Antigüidade e Territorio (Geaat) de la Universidade de Vigo han reconstruido tres piezas del yacimiento: un ánfora, un vaso y una jarra.

La más significativa es el ánfora, tanto por su tamaño como por el hecho de que se trata de una pieza que se fabricó en el horno alfarero de Bueu. Las otras dos proceden del comercio y sus características hacen pensar que salieron de algún taller del entorno de la antigua Bracara Augusta (Braga). El proceso de reconstrucción ha sido largo y minucioso. Todos los restos de Pescadoira están depositados en el Museo Massó y allí se realizó un proceso de siglado, que consiste en atribuir a cada fragmento un código topográfico que referencia la cata y el nivel en el que fue hallado. Después se procedió a identificar los restos que podían proceder de una misma pieza, algo que se puede saber por el tipo de pasta, su color y la forma. Esta fase del trabajo fue realizada por el arqueólogo Adolfo Fernández y Ana Justo.

A continuación llegó el momento de empezar a encajar las fichas del puzle en el laboratorio de Arqueología del Geaat. Los objetos a reconstruir se eligieron en función de su interés y de los restos que se conservaban. Esos fragmentos fueron sometidos en primer lugar a un proceso de consolidación y luego se desalaron con agua desionizada para que la salitre no siguiese afectando a la cerámica. La reconstrucción de los objetos estuvo condicionada por un hecho inevitable: la ausencia de muchos de los fragmentos que formaban la unidad original.

El equipo de restauración, dirigido por Marta Lago Cerviño, resolvió este problema fabricando unos moldes con una serie de resinas especiales que luego se rellenaban con pasta cerámica. Una vez que esa pasta quedaba consolidada se rompía el molde y el resultado se incorporaba al objeto a reconstruir. Siempre bajo una misma premisa. "Ese añadido tiene un color ligeramente diferente al de las piezas originales para que se puedan distinguir claramente las dos partes", explica la directora del Museo Massó, Covadonga López de Prado.

El ánfora conserva algunas de las partes originales más importantes, como la base, la boca, el cuello y una de las asas. A partir de ese asidero se realizó un molde con el que se obtuvo una réplica exacta de la segunda de las asas. Esta pieza estaba destinada al uso industrial y era el equivalente a una de las actuales latas de conserva. Los otros dos objetos recuperados eran de uso doméstico y es lógico pensar que formaban parte de una vajilla. El vaso es la pieza más "fina" y se hallaron el pie, buena parte del cuerpo y un fragmento del cuello. Mientras, la jarra era una pieza de cerámica más habitual. El vaso y la jarra tienen dos elementos en común: el hecho de que fueron fabricados en la zona de Bracara Augusta y que ambos tienen un grafito o inscripción. "Habitualmente se trata del nombre del propietario o bien del producto que contenían", explica Covadonga López de Prado.

La cronología de estos tres objetos se puede fechar entre los siglos II y IV después de Cristo y sus reconstrucciones están ya en el Museo Massó. Su presentación pública se realizará con motivo de las actividades del Día Internacional de los Museos. Esa programación probablemente incluirá un acto largamente esperado: la presentación de la memoria de las excavaciones realizadas en el año 2000 en Pescadoira y dirigidas por Fructuoso Díaz. El volumen, de casi 130 páginas, se titula "O mundo antigo no Museo Massó e a romanización en Bueu" y está a punto de salir de los talleres de imprenta, editado por Ménsula.

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