Hija de emigrantes, Sheila González decidió repetir hace un año la experiencia que ya había vivido con sus padres desde los 3 hasta los 12 y regresó a la pequeña ciudad suiza de Menziken. Arropada por amigos su adaptación fue sencilla a este país del que, dice, "la Unión Europea tiene que aprender mucho de él en muchos aspectos. Es cierto que se beneficia de estar rodeado por cuatro países para comercializar sus productos".

La parte negativa es el elevado coste de la vida. "Los sueldos son muy buenos, pero también son muy buenas y generosas todas las facturas que tenemos que pagar. Creo que pagamos hasta por el aire que respiramos, jaja", señala.

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