Los Massó erigieron en Bueu y Cangas un emporio industrial alrededor de la salazón y luego de la conserva. Pero ni ellos ni el resto de los fomentadores catalanes que empezaron a llegar a Galicia en el siglo XVIII fueron los primeros en darse cuenta de las posibilidades que ofrecían estas costas ni a comerciar con estos productos. Bueu ya era conocido unos cuantos siglos antes, durante la época del Imperio Romano. Desde Pescadoira salían ánforas con conservas en salazón con destino a distintos puntos del antiguo mundo romano. Averiguar y determinar con mayor precisión cuáles eran esos lugares es uno de los objetivos de la investigación que realiza en el Museo Massó el arqueólogo Adolfo Fernández, que estudia el comercio y la economía del Imperio Romano en el noroeste de la península.

Las instalaciones de Pescadoira, aún siendo de un gran valor histórico, no se puede considerar que en su momento fuesen un gran centro de producción (entre el siglo III y V después de Cristo). Pero a día de hoy sí que cuentan con un elemento que de momento les confiere un punto de singularidad: la presencia de varios hornos alfareros. Allí se fabricaban ánforas, que son el equivalente a las actuales latas de conserva. Todo indica que no toda esa producción de recipientes se destinaba a la salazón que había en la zona, sino que esos envases se exportaban a otras fábricas. "La salazón, la villa... son importantes, pero se repiten por otros muchos sitios de las rías de Vigo y Pontevedra. Lo que hace único el yacimiento de Bueu son esos hornos. En todo el noroeste el único que se conoce está en Peniche (al norte de Lisboa) y probablemente no hay otro hasta Burdeos", dice.

El arqueólogo gallego trabaja desde hace dos años en el Centro de Estudios Clásicos y Humanísticos de la Universidad de Coimbra, junto al también arqueólgo Rui Morais, y en estos momentos sus investigaciones están centradas en el área de Braga, antigua capital de la Gallaecia romana. Sin embargo, conocían los trabajos realizados en su día por el arqueólogo Fructuoso Díaz en Pescadoira y tenían mucho interés en estudiarlo. El depósito de todo ese material en el Museo Massó brindó la oportunidad idónea para ello. "Ya conocíamos parte de la distribución de las ánforas de Bueu, los lugares por lo que se movía. Por ahora sabemos que lo más al sur que llegaron fue a la antigua ciudad Conímbriga (al lado de Coímbra). también hay restos en Braga, Porto, Vigo y A Coruña", explica.

Las hipótesis de los científicos apuntan que es muy probable que esas ánforas hechas en la industria alfarera de Bueu y con conservas de la zona llegasen bastante más lejos. "Pero por ahora son todo suposiciones. A lo mejor dentro de unos años podemos confirmar que hay restos de Bueu en Francia y en las islas británicas", dice.

La investigación que está realizando en el Museo Massó va encaminada precisamente estudiar y fijar las características que puedan hacer identificables esas ánforas. La clave está en los materiales, en los elementos químicos y en la cocción de esos envases. "La tipología o forma de las ánforas es muy similar a la de la Lusitania y la antigua zona bética (sur de Badajoz y gran parte de Andalucía). Lo que varía y las hace identificables son otras cosas, como las pastas utilizadas para su elaboración o la cocción", explica el arqueólogo. Así, las ánforas de Bueu tienen como rasgos diferenciales su color blanquecino y la elevada presencia de mica en su composición, algo que está relacionado con los suelos graníticos. "La cocción también es característica, está como muy cocida, sobrequemada", explica Adolfo Fernández. En cuanto a la forma del recipiente, común a las otras zonas, se distinguen dos: la primera, más pequeña, es conocida como de "fondo plano" y, la segunda, es de mayor tamaño, con unas asas en el cuello y acaba en una especie de pivote. "Podía llegar a medir más de un metro y vacía ya pesaba unos 15 kilos", apunta el investigador.

Grandes desconocidas

La intención es realizar un estudio arqueométrico de los restos hallados en Pescadoira y que sirvan para definir algo parecido a un ADN propio de las ánforas de Bueu, en el que se tengan en cuenta los materiales, elementos químicos y tiempo de horneado. "Así se podrían comparar con los hallazgos de otras zonas y determinar si proceden de Bueu", apunta. El problema hasta la fecha es que la "ánfora Bueu" no existe por ahora en el mundo científico puesto que no se ha publicado ningún estudio o trabajo en el que se definan sus características. "En algún lugar puede haber arqueólogos con restos procedentes de Pescadoira, pero como no coinciden con nada de lo que está publicado los tiene clasificados como 'indeterminados' hasta que se puedan identificar", expone Adolfo Fernández. Aún así, Bueu comienza a asomar poco a poco la cabeza en algunos congresos científicos, como el que se celebró este año en la localidad portuguesa de Troia de Setúbal sobre ánforas lusitanas.

Ese vacío científico podría empezar a cubrirse en breve. El arqueólogo Fructuoso Díaz entregará en las próximas fechas la memoria de los trabajos y Adolfo Fernández también publicará las conclusiones de su trabajo en cuanto esté finalizado. "Pero no va ser publicar y que empiecen a salir ánforas de Bueu por un montón de sitios. Va a llevar más tiempo hasta que se puedan identificar",avisa.

La gran mayoría de los restos hallados en Pescadoira están depositados desde principios de año en el Museo Massó y uno de los objetivos de la dirección es poder llegar a reconstruir una de esas ánforas para que los visitantes se hagan una idea de cómo eran estos envases que salían desde Bueu a otros puntos del mundo romano.