Claudio G. Zúñiga, (1784 - 1857) historiador, médico cirujano, ex religioso y político, en su Historia de Pontevedra (1845), los cita muy brevemente, al tiempo que nos narra de primera mano, aquellos agitados tiempos de la Guerra de Independencia que tomó parte como miliciano así como los acontecimientos políticos que le siguieron en los cuales fue también destacado protagonista en el bando liberal. Leyendo sus crónicas no deja de sorprendernos la importancia que el puerto de Beluso llegó a tener en la primera mitad del siglo XIX, no por los fomentadores catalanes allí asentados sino por estos carcamanes contrabandistas de origen genovés como en aquel entonces se les conocía. Sus navíos procedentes de Gibraltar lograron asentar en esta parte del Morrazo una sólida factoría con muy diversos productos, principalmente tabaco y géneros de algodón, un lucrativo mercado que a modo de supermercado - hablando en términos actuales - la convirtieron en una zona de máxima actividad haciendo que gran parte de las poblaciones gallegas acudieran en demanda de sus géneros.

El historiador Zúñiga al narrar el período revolucionario de 1820 - 1823, conocido como Trienio Constitucional (nuestra primera guerra civil) en que los liberales suben al poder e imponen al monarca Fernando VII la Constitución de 1812, el cronista, subraya muy superficialmente el tema contrabandista, el instante en que las ciudades de Vigo y Pontevedra de sublevan en pro de los liberales..

. Zúñiga, testigo de los acontecimientos, lo relata así:

"…Pontevedra que se subleva el 26 se febrero a cuyo efecto se presenta en el Campo de San José ( Pontevedra) D. Juan Fontenla y Sotelo procedente del Morrazo con 200 hombres armados que sacara de las parroquias de Bueu y Beluso venían entremezclados con ellos muchos extranjeros carcamanes o sea marineros procedentes de los buques contrabandistas que residentes en la plaza de Gibraltar, venían a vender tabaco y otros géneros de algodón en la ría de Pontevedra , fondeando en el puerto de Beluso, adonde abrían su mercado al que concurría casi toda Galicia, sin que por parte del gobierno restablecido en 1814 se le opusiese obstáculo alguno"

Vemos que Zuñiga en su breve mención hace ya una sutil queja lamentando el abandono que el gobierno establecido en España después de la Guerra de Independencia no persiguiera de manera más eficaz ese irregular comercio. Pero es de subrayar que la situación no era buena. España atravesaba momentos difíciles, una profunda crisis económica no permitía que el gobierno dedicase más recursos en defensa posibilitando de este modo la proliferación y presencia de estos contrabandistas enseñoreándose de nuestra costa.

Con una Marina de guerra, pues, casi inexistente el gobierno se ve obligado a improvisar buques mercantes se militaricen y se les acondicione con el objeto de perseguir este ilegal comercio.

Las embarcaciones gibraltareñas que nos visitaban traían a bordo no solo productos para traficar sino que se hacían a la mar en grupos de dos a cuatro embarcaciones formando pequeñas flotas, siempre bien pertrechadas en artillería ofrecían mayor ventaja frente a cualquier eventualidad y evitar a toda costa ser apresados por buques de nuestra armada, ello conllevaría la ruina al Peñón.

El encuentro de uno de nuestros buques militarizados al mando del capitán español Varela con una de estas flotillas contrabandistas en abril de 1822, nos la describe en sobrado detalle:

" … la flotilla de genoveses la formaban cuatro buques; dos eran polacras, una goleta y un bergantín. La polacra capitana la mandaba el capitán Mitre, tenia una dotación de 50 hombres y montaba 9 cañones; la segunda de las polacras, su capitán Tomás con 40 hombres y 10 cañones, dos de ellos son piezas del tipo miras de proa; la goleta la mandaba un tal Antonio Sebastián, su tripulación 30 hombres y montaba 6 cañones (dos de ellos son de a 9). Portaban varias banderas, unas de color blanco con dos listas azules, otras, azul con cuadrado blanco en el centro, pero todas a proa tenían bandera roja". En cuanto al bergantín, lo señala de insurrecto, capitaneado por un individuo llamado Blas.

Las embarcaciones, pues, de contrabandistas eran mitad navíos de guerra y mitad mercantes. El capitán Varela nos evidencia la inferioridad en hombres y potencia de fuego de nuestros buques. Cualquier enfrentamiento, pues, con estas flotillas, suponía siempre una temeridad como así le sucedió a nuestro personaje que tuvo el audaz atrevimiento de enfrentarse a las cuatro embarcaciones antes citadas.

Uno de estos buques destinado a hostigar a estos italo-gibraltareños será el Hermosa Rita, un bergantín anteriormente dedicado al tráfico de esclavos, ahora se le había artillado con dos cañones tipo colisa, es decir, modernos de cureña giratoria situados a proa y popa.

Estaba el bergantín al mando del capitán Ignacio Varela, el resto de su dotación la formaban cuatro oficiales y un pequeño grupo de marineros.

Señalaba el capitán Varela que con objeto de perseguir el contrabando por la costa gallega habían partido de La Coruña en rumbo sur. Al día siguiente 6 de abril de 1822, habían fondeado en el puerto de Corcubión. A los cinco de aquella misma noche, largaron velas hacia fuera y navegando a la altura de Finisterre avistaron un bergantín que por su manera de maniobrar les pareció sospechoso de "corsario contrabandista" por lo que deciden quedar expectantes, vigilantes todo aquel día hasta que llegada la noche entraron de nuevo en Corcubión. Se trataba de un bergantín español insurgente. En aquel puerto, por una embarcación que había salido de Vigo reciben aviso que en el puerto de Beluso, habían visto tres buques contrabandistas. El "Hermosa Rita" decide hacerse de nuevo al mar e ir a su encuentro.

Eran las tres de la madrugada cuando alcanzan la entrada de la ría de Marín descubriendo al poco tiempo, en efecto las tres embarcaciones fondeadas en Beluso y el bergantín insurgente que le había seguido.

El capitán Varela espera a que con las primeras luces del alba se acerque a reconocerlos y registrarlos. Previamente toman sus precauciones: la palamenta preparada y dispuesta su artillería, izan la bandera española y determinan acercarse donde estaban. los barcos.