Los restos arqueológicos hallados en las excavaciones realizadas hace más de una década en Pescadoira descansan ya en el Museo Massó de Bueu. Son más de 10.000 fragmentos datados en la época romana y que según los arqueólogos constituyen una colección "inusual y extraordinaria" debido a su cantidad y variedad. A pesar de esa gran cantidad los especialistas aseguran que aún hay lugar para nuevas "sorpresas" e importantes hallazgos en el frente marítimo de Bueu. Las excavaciones realizadas hasta la fecha han servido para demostrar que la localidad contaba hacia el siglo II después de Cristo con una salazón que se puede considerar como "una de las más importantes de la costa atlántica europea", lo que junto a Vicus Helleni (Vigo) la situaba como un "emporio comercial e industrial de primer orden en el antiguo mundo atlántico".

El acto oficial de presentación se celebró ayer en el museo buenense con la presencia del secretario xeral de Cultura, Anxo Lorenzo, y la directora xeral de Patrimonio Cultural, María del Carmen Martínez Insua. La consellería firmó una resolución para que todos estos restos en lugar de llevarse al Museo de Pontevedra se depositasen en el Museo Massó, que mostró un gran interés desde el primer momento. Algunas de las piezas más significativas ya se pueden contemplar en sus salas, aunque para ver el grueso de la colección habrá que esperar a la ansiada ampliación. Esta está formada por piezas de "extraordinaria calidad" y entre las que hay cerámicas, materiales de construcción, vidrios, monedas, metales, columnas y basas, tal como explica el arqueólogo que supervisó las excavaciones, Fructuoso Díaz. El técnico no pudo estar ayer en el acto de Bueu, pero se encargó de hacer llegar una declaración explicativa que leyó la directora del Museo Massó, Covadonga López de Prado.

Dos periodos

Las excavaciones realizadas en Pescadoira tras el traslado de la antigua factoría de Conservas Alonso confirman que en la zona hubo un doble asentamiento. El primero data de mediados del siglo I después de Cristo y se divide en dos espacios. Por un lado una salazón, una fábrica en la que se elaboraban salsas y conservas de pescado, que constituían "productos muy demandados en el mundo antiguo". Los trabajos permitieron documentar almacenes, espacios para preparar el pescado, talleres para la fabricación de las ánforas y las cubetas en las que se dejaba macerar el pescado con sal. El segundo de los espacios lo constituía el horno de ánforas, un descubrimiento que según Fructuoso Díaz puede calificarse como un "hallazgo excepcional". El arqueólogo sustenta esta afirmación en que este tipo de estructuras "son muy raras en la costa atlántica de Portugal y Galicia, por su buen estado de conservación y porque durante su excavación obtuvimos materiales que permitieron fechar con precisión el yacimiento".

El segundo asentamiento al que aluden los arqueólogos se ubica en este mismo lugar, pero en el siglo IV después de Cristo cuando se recuperó la actividad y después de un periodo sobre el que no se tienen aún muchos datos.

Los hallazgos incluyen piezas "poco comunes", como una tubería de plomo que pudo servir como filtro en las tareas de limpieza y lavado en la salazón; un cuchillo con un mango de hueso, columnas del pórtico y de la techumbre de la factoría, pesas de red, piedras de afilar y numerosos molinos giratorios. En el caso de las cerámicas se incluyen ollas, cuencos, platos, piezas destinadas a la cocina o a la mesa. También se encontraron unas 40 monedas que se pueden fechar en el siglo IV después de Cristo. La mayoría eran de bronce, pero había dos de plata.