El recuerdo de la ría repleta de barcos de pasaje todavía ondea en la mente de los que fueron primeros usuarios del transporte marítimo. En la década de los 50 y 60, miles de personas utilizaban este medio de transporte para atravesar la ría que los separaba de sus puestos de trabajo, muchos de ellos vinculados al sector naval. Aquellos fueron los años dorados del transporte de ría, un servicio que ha tocado la cumbre del éxito y que ahora experimenta épocas convulsas. El portavoz de la Plataforma en Defensa do Transporte de Ría, Francisco Ferreira, se inspira en los años pasados para reafirmar su tesis de que es necesario mantener el servicio y con carácter público, que sirva para ayudar a los trabajadores y usuarios que quieran llegar a Vigo de forma rápida y segura.

El servicio que hoy en día está representado por potentes navieras nació hace cien años, con los primeros barcos de vapor que tardaban media hora en llegar a la metrópoli, Vigo. Éstos titanes de hierro dominaron los mares de la ría hasta que llegó la época dorada de los años 50. Los barcos recogían pasajeros en distintos puntos de la comarca, como Moaña, Cangas, Meira, Vilaboa o Domaio. Los conflictos no existían y cada compañía nutría sus arcas gracias a la gran afluencia de obreros.

Pero la construcción del puente de Rande supuso un desenlace fatal para el negocio del transporte. La apertura de una arteria que permitía el flujo de vehículos cargados de trabajadores por tierra marcó un punto de inflexión en los cien años de historia. Puntos como Vilaboa o Domaio se borraron del mapa en apenas meses. De la mano del gran proyecto de Rande nació la competencia. La lucha entre las grandes compañías ofreció grandes descuentos a los usuarios, que se beneficiaban del pulso empresarial. Compañías como Cruceros Ría de Vigo o Vapores de Pasaje tratan de mantener el negocio y, para ello, aplican importantes rebajas en los billetes.

Nace el monopolio

El sistema de libre competencia muestra sus puntos débiles y en los años 80 se publica una ordenanza que marca una nueva etapa, en la que se produce una concesión en régimen de monopolio. La empresa Cruceros Ría de Vigo desaparece y Vapores de Pasaje marca otro nuevo punto en los cien años de trayectoria. Los precios dejan de reducirse y se inician los primeros movimientos ciudadanos, de la mano de la asociación "Maruxía", que llegaron a presentar recursos contenciosos para evitar el abuso de poder de la compañía y dar un respiro al usuario menos pudiente.

Al remate de la ordenanza, diez años después de su entrada en vigor, la empresa Mar de Ons comienza a operar en la ría, lo que provoca una inmediata reacción por parte de Vapores de Ría. De esta nueva lucha de poder empresarial surge la reacción de la administración, que a finales de los 90 da el permiso a Mar de Ons para operar no sólo con conexiones a las islas Cíes, sino también con Vigo. Es entonces cuando Vapores de Pasaje inicia el periodo de desaparición, con episodios como el cierre de trabajadores en uno de los catamaranes para defender sus empleos.

En el año 1998 la Xunta de Galicia declara el servicio de Transporte de Ría de "utilidad pública", bajo la sombra de una concesión administrativa durante 20 años, que no llegan a cumplirse. Durante la duración de la concesión, nace la figura del Valedor do Usuario, que en un primer momento se representó en la figura de Xosé Lois Ríos. Él se encargó de mediar en conflictos puntuales entre la empresa y los usuarios, que mostraban su disgusto tras una caída o después de un día de temporal con problemas en el servicio. "Se existía un problema eu comunicábame coa empresa, non era sinxelo, pero podería ser un vínculo moi interesante".

La llegada del año 2006 supuso un nuevo giro en la situación empresarial en la ría. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea ordena liberalizar el servicio y regresa la competencia, que sobrevive hasta la actualidad. La llegada de la crisis económica supone un nuevo punto de inflexión histórico, que disminuye las frecuencias horarias y repercute en el bolsillo del obrero.