El traje de baño es una pieza imprescindible en la bolsa de playa de muchas personas. Sin embargo, para un número amplio de bañistas es una prenda totalmente excusable, que trata de tapar lo natural y refleja los tabúes que dominan la sociedad. Ellos son los defensores del destape, aseguran que la naturaleza no admite vergüenza ni piezas de ropa y desean disfrutar del paisaje en cueros.

Desde hace años, cientos de nudistas eligen las playas de O Morrazo para disfrutar de la época estival. Arenales como Barra (Cangas), Pedrón (Bueu) o Melide (Illa de Ons) son territorio apto para la desnudez. Diferentes guías turísticas reconocen estas playas como auténticos paraísos terrenales en los que se puede tomar el sol tranquilamente sin prenda alguna.

Aunque el nudismo es una práctica totalmente aceptada que gana adeptos casi a diario, la historia revela que no siempre ha sido así. Basta con echar la vista treinta años atrás, cuando decenas de vecinos de la zona de Barra perseguían a los naturistas con palos y tijeras de podar. Amador Bernárdez y María Josefa Martínez recuerdan esa época con añoranza. "Éramos grupos de jóvenes nudistas que estábamos en contra de todo, nada nos paraba porque estábamos viviendo un gran cambio social", explican.

Durante el verano de los ochenta, esta pareja de cangueses y varios amigos acudían a la playa de Barra para tomar el sol en cueros, pacíficamente. Recuerdan que eran un grupo de "revolucionarios que demandábamos un cambio después de la represión" y que tenían inquietudes a flor de piel. "En nuestra juventud temas como el sexo o las drogas eran un tabú", explica Bernárdez. Para ellos, el naturismo era una reivindicación, una forma de llamar a la libertad personal, así que decidieron "que era mejor dejar el calzoncillo en la arena para bañarnos desnudos", sin importar lo que dijeran los demás.

"Varias personas nos llamaban hippies, nos insultaban y nos miraban muy mal, pero no nos importaba", comentan. Muchos vecinos de la zona y algunos turistas, la mayoría mayores, estaban en contra de este movimiento juvenil. No comprendían esta actividad y llegaron a perseguir a los naturistas armados con palos y otros instrumentos de labranza. "Se inventaban todo tipo de historias surrealistas, decían que no respetábamos nada y algunos conocidos recibieron algún que otro palo", comenta entre risas. Pero las amenazas no consiguieron menguar las ansias de libertad. La playa de Barra fue su pequeño refugio, su lugar de reunión. Este arenal posee varias características que la hacían perfecta para practicar nudismo en aquella época, ya que "tenía una zona arbolada, mucha piedra y un mal acceso". Muchas veces, esta pareja y sus amigos acampaban en las inmediaciones del arenal y disfrutaban de mariscadas a pie de playa bajo el calor de la hoguera. "Era una época muy diferente, podíamos acampar donde queríamos", comentan.

Cambio social

Poco a poco las pandillas de amigos en cueros se multiplicaron y a este movimiento se unieron veraneantes de Vigo e incluso extranjeros. Recuerdan que "muchas personas se acercaban a la zona de Nerga y preguntaban dónde estaba la playa nudista, que enseguida se masificó". Durante las tardes de sol comentaban sus aventuras personales y explicaban cómo evolucionaba por otras zonas de Galicia el movimiento bautizado entonces como "cuíños, tetiñas, piroliñas y carrachudiñas free".

Los nudistas de Barra traspasaron fronteras y las historias de persecuciones y palos fueron sonadas por todo el territorio español. Ismael Rodrigo es el Presidente de la Federación Española de Naturismo y reconoce que el arenal cangués es un paraíso terrenal. Admite que los enfrentamientos entre nudistas y los que no toleraban esta práctica ayudaron a ver "que la desnudez no es criminalizable" y fomentaron la reforma de la ley que reconoció que ir desnudo a la playa no es un delito. Rodrigo asegura que en aquella época imperaban "los criterios morales" que provocaban el rechazo de ciertos sectores sociales más conservadores hacia prácticas tan naturales como ir desnudo a la playa. "Antes existía la figura de la policía de la moralidad, que tenía la facultad de poder ordenar a una persona que se vistiera", indica.

El sociólogo Miguel Cancio fue una de las figuras más destacada de la lucha entre nudistas y "textiles". Este profesor universitario defendió los derechos de los bañistas que, como él, practicaban "un nudismo sin bandera y de corte natural". Para evitar la persecución contra este movimiento, fundó la Coordinadora Nudista Ecológico Radical. "Nunca intentamos sacar un beneficio económico de la coordinadora, ni tampoco profesionalizamos el nudismo", expone. Y es que, su principal objetivo era solucionar los problemas puntuales que requerían de su actuación, como pasó en Baroña.

A pesar de que los inicios de este movimiento fueron bastante conflictivos, el nudismo actual no es reivindicación ni cambio social. Muchos naturistas, como Pablo Valverde, confiesan que les gusta tomar el sol en cueros por una cuestión estética. "Me gusta el bronceado integral y por eso practico nudismo, pero procuro alejarme de los ambientes turbios y escojo zonas muy tranquilas", explica. Valverde suele desnudarse en playas "que inviten a hacerlo" y que no estén demasiado masificadas.

También es habitual encontrar bañistas que practiquen el naturismo por las sensaciones que transmite o por comodidad. "Cando fago nudismo síntome ben, en liberdade e confeso que estou moi incómodo con bañador porque as marcas non me gustan, fai moito tempo que as deixei de lado", explica Xabi Castro. Para él, el hecho de ir vestido es "un sistema de vida" que no es natural, ya que lo normal sería "ir sen roupa, porque así todos somos iguais".