Quinita acumulaba sueños y esperanzas en las largas noches que compartía con la enfermedad que acabaría con su vida. Deseaba regresar a Cambados, ahora que pronto su marido se iba a jubilar del puesto como subteniente de la Guardia Civil en Cangas. Sus hermanas y su marido la sorprendieron un día llevándola hasta la nueva vivienda para que viera la cocina que habían instalado. Lo comentaba con entusiasmo con sus amigos mientras la vida se les escapaba sin saberlo. A Jorge Fernández Silvoso le faltaban dos años para jubilarse y los planes de futuro se aceleraban.

Tras la sentida muerte de su esposa, el subteniente, con 58 años, se encontró en Cangas con sus tres hijos, ya con poca dependencia del hogar familiar. Jorge se había curtido en la "batalla" de la movida contra la contribución en Cangas a finales de los años 80 y en la del banco canario sahariano, en la década de los 90, pero esta última, la lucha contra el cáncer de su mujer, con apenas 50 años, fue un duro golpe. Aún así, Silvoso no modificó en demasía sus comportamientos cotidianos y estrechó los lazos de amistad que tenía con algunas personas con las que acostumbraba ir a cenar o de vacaciones. Estos amigos eran los primeros sorprendidos cuando esta semana se le relacionó con la madre de su presunto homicida, Sonia Martínez. "Pensamos que se trataba de otro guardia, también amigo y de la pandilla. Para nosotros fue una sorpresa esa relación que se anunciaba por la prensa. Desde que murió su mujer, le habíamos alentado a que rehiciera su vida, pero él no se veía muy dispuesto. Nos dijo que si algún día conocía a alguien, los primeros en enterarnos íbamos a ser nosotros". Pero no fue así.

Relación discreta

Jorge Fernández Silvoso llevaba su relación con Sonia con bastante discreción. Un guardia civil se apuraba a mencionar, el día en que el presunto homicida prestó declaración ante el juzgado, que la relación sentimental que se le atribuía al subteniente era supuesta: "Nunca los vimos cogidos de la mano". Todo apunta a que se trataba de una relación que no se quería exteriorizar, que se prefería mantener en la semiclandestinidad. Hacía bastantes años que Silvoso conocía a Sonia. Habían ido a cenar con sus respectivas parejas en muchas ocasiones. El subteniente había entrado en casa de la madre de su compañera sentimental a través de la amistad con el cura de Coiro, Benito de la Iglesia, muy relacionado con esta familia de Cimadevila, y hace algo más de dos años que el guardia civil tenía una relación más formal con Sonia Martínez. La mujer no está separada oficialmente de su marido, un conocido capitán de barco de Bueu, pero hace tiempo que habían decidido separar sus vidas, e incluso dividido las propiedades.

Joven díscolo

La relación de Silvoso con los hijos de Sonia nunca fue fluida. Ellos hicieron suyo el dolor de su padre por la separación. Fuentes de la Guardia Civil apuntan que el presunto homicida, Francisco Acuña, de 20 años, siempre mantuvo una actitud poco tolerante hacia el nuevo compañero sentimental de su madre y que tampoco ayudaba mucho el hecho de que Silvoso lo reprendiera por fumar porros en su presencia o en la de la madre, o por mantener una vida tan dispersa.

Francisco Acuña forjó su leyenda de joven díscolo en las calles de Cangas encontrándose con la Policía más veces de lo que quisieran sus padres. Poco antes del accidente de moto que lo dejó en coma, "Fran" había sido detenido por la Policía Local acusado de un atentando contra la autoridad. Comentan quienes le conocen que antes ya había hecho añicos un coche que le regaló su abuela, y más tarde hizo lo mismo con otro de su padre. Pero entre algunas amistades tenía fama de buen amigo. Cursó estudios en el instituto María Soliño y allí, aunque no había destacado por un brillante historial académico, tampoco por su fama de joven especialmente conflictivo. Aseguran quienes le conocieron en esta etapa que se comportaba como un estudiante normal, y hay quien dice que valoraba mucho la amistad, y que si alguno de sus amigos tenía problemas él era el primero en apoyarlo. Otros matizan mucho esa opinión.

El presunto homicida del subteniente se trasladó después al IES Johán Carballeira, de Bueu, donde cursó estudios de un ciclo de soldadura. Allí, personas que lo conocieron ya no tienen tan buena opinión de él. Como estudiante era normal, pero empezaba a mostrar cierta agresividad. "Facíase notar, quería ser sempre o centro de atención ". En esta época ya se había distanciado de las primeras amistades y tenía otras que catalogan como poco recomendables. Añaden que, supuestamente, ya intimaba con las drogas.

Fractura familiar

Tras la separación de los padres, y según comentan personas allegadas, los hijos se fueron a vivir con la madre. También cuentan que el padre, al ver que el mayor estaba mal, sobre todo tras el coma que le provocó el accidente de moto, quiso llevarlo a vivir con él. La madre se opuso. La tensión fue en aumento en el hogar familiar, sobre todo cuando Silvoso regresaba de Cambados a Cangas y pasaba el fin de semana con ella.

El último capítulo de esta historia, el más trágico, se escribió el pasado sábado a la hora del café. Después de comer juntos Jorge Fernández y Sonia Martínez, ella invitó a la sobremesa a su hermano Ángel con la mujer e hijo, que fueron testigos del crimen. Francisco Acuña, de 20 años, sentado frente a Jorge Fernández, aprovechó que éste servía el café para, sin mediar palabra ni discusión previa, clavarle en la garganta el cuchillo homicida.