En su labor de investigación, el párroco de O Hío, Alfonso Fernández Sotelo, cotejó datos del Libro de Fábrica de la parroquia y otros documentos como el folio 197 del Libro de Bautizados que dice: "En el año de 1849 se hizo de nuevo y de piedra el retablo del altar mayor. Y al mismo tiempo se hizo el Campo Santo, embalizando al mismo tiempo la sacristía y la capilla mayor, y en el año 1853 se hizo las bóvedas y el baldoso de todo el templo y las mesas de los altares colaterales. En el de 1856 se pintó el altar mayor...". También de este año, dice el actual párroco, eran la baranda del comulgatorio y el púlpito. El primero desapareció tras la reforma litúrgica de mediados del siglo pasado, y el segundo en 2003, tras la limpieza que se le dio a las paredes de la iglesia, para eliminar restos de cal y apareciera el color natural de la piedra.

"Tal vez la primera obra de don Juan Manuel fue la bóveda de la nave de la iglesia, ejecutada por Antonio Cerviño Couceiro. Es presumible que durante los trabajos de la bóveda, don Juan Manuel tuviera noticia del escultor Ignacio Cerviño. Y le encargó el mausoleo familiar, que se colocó a la izquierda de la fachada de la iglesia. De este conjunto se conserva la pieza escultórica que representa el drama del Calvario: Cristo crucificado en presencia de dos mujeres".

El párroco no puede determinar el año, pero constata que don Juan Manuel encargó la talla en madera del conjunto escultórico Santo Cristo de la Luz, cuya denominación debe atribuirse a este párroco, natural de San Miguel de Pesegueiro, en Tui: "Se conserva un librito, novena, de 1856, dedicado al santísimo Cristo de la Luz, que se venera en la villa de Leganiel, provincia y Obispado de Cuenca, que se ha usado en Hío hasta 2008. Por lo cual cabe sospechar si existió alguna relación de este Cristo de la Luz y el de Leganiel o si don Juan Manuel conocía aquella devoción y quiso implantarla en Hío".

Para Fernández Sotelo no es descabellado imaginar que con la imagen del Santo Cristo en la iglesia, y un escultor creando el mausoleo, le viniera al párroco entonces la idea y decisión de crear un cruceiro que se apartara de los conocidos. "Debió pensar en algo distinto, también por su grandiosidad, aprovechando la presencia de Cerviño. Ahora bien el salto cualitativo con respecto a otras obras anteriores es de tal magnitud, que es preciso pensar, y ésta es mi tesis, en un autor intelectual que desconocemos, y un autor-ejecutor, que es Cerviño, lo mismo que debió existir un colaborador para desarrollar la doctrina plasmada en el conjunto, el proyecto total".

Para Fernández Sotelo, el autor intelectual traslada al exterior y a la piedra la talla de madera del Cristo de la Luz, que coloca en la cima, y a partir de ahí desarrolla todo el misterio de la salvación, con algún tema de las creencias populares, como la Virgen del Carmen que baja al purgatorio los lunes para llevarse algún alma al cielo. El párroco considera que "la armonía de todas sus partes en cuanto a dimensiones, nos hace ver la existencia de un cuidadoso estudio de volúmenes, para que el espectador no apreciara distorsiones o extraños comportamientos esculturales, que su autor no supiera resolver. Y esta armonía no se aprecia en las obras que conocemos de Ignacio Cerviño, aún sin ser tan complejas como ésta".