La primera vez que acudió a una escuela en su vida fue el año pasado en Bueu. Lo hizo en la Escuela Náutica porque quería tener el título para trabajar como marinero, aunque su situación de “ilegal” en el país le ha impedido continuar. Aún hoy le cuesta escribir pero habla bien el castellano y, sin embargo, reconoce, con humildad, que no encuentra palabras para lo que está haciendo por él la familia Veiga, de Gandón, en la parroquia canguesa de Aldán. Esta familia lo acogió y con ella vive desde octubre pasado, en una casita dentro de la finca. El Hassane Moctar Gaye, inmigrante mauritano de 24 años, lleva tres años residiendo en España pero el día 12 se enfrenta a un juicio en Pontevedra para repatriarlo a su país.

Toda la familia Veiga, con el apoyo de numerosos vecinos de Aldán, ha iniciado una campaña de recogida de firmas por el municipio para evitar esta repatriación. Ayer estuvieron en el Concello. Jessica Veiga, hija del patriarca, destaca el comportamiento ejemplar de Hassane y el aprecio que le tiene todo el mundo, hasta su bisabuela Dolores, de 95 años, y sus abuelos José y Josefa que viven en la planta segunda de la casa: “Es una persona agradable, sociable, dispuesta a ayudar, crítico con el machismo de su país y siempre dice que su meta es conseguir algo para su madre, sus 9 hermanos y su hijo de 4 años al cuidado de ella”.

El padre de Jessica, Miguel Veiga, decidió acogerlo en casa porque el joven había hecho lo mismo con su hijo cuando vivía en un piso en Bueu con otro inmigrante que tuvo que abandonar. “Mi padre dijo que Hassane no podía quedarse en la calle y arreglamos una casita dentro de la finca para que viviera allí”. Cinco meses después, Hassane es uno más de la familia “una pieza del puzzle y está lleno de amigos. Hablando con él te enterneces. Incluso acude con mi hermano a entrenar al fútbol en Bueu y va a clases de baile”.

“Todo el mundo me trata bien”, señala agradecido este inmigrante que teme la repatriación: “Mi madre me dice que hay que tener esperanza, que si quiero que me respeten hay que respetar. No sé cómo voy a pagar a la familia de Aldán”.

“Mi vida en Mauritania no servía nada, no podía seguir viviendo allí... si me moría en la patera daba igual” . Ahí empieza la historia de El Hassane, el mayor de 10 hermanos. En Mauritania nunca fue a la escuela y desde los 9 años estuvo trabajando como marinero con sus hermanos. Entró en contacto con una persona que le hizo un hueco en una patera para abandonar el país rumbo a España, la tierra prometida. Fueron 5 días de travesía, con 36 personas, de entre 18 y 30 años, a bordo de una embarcación que con las olas se abrió: “Arreglamos el agujero con una lona y seguimos hasta que llegamos a a la playa de Maspalomas, en Canarias. Eran las cuatro de la madrugada”. Fueron detectados por la Policía y trasladados a comisaría y a la Cruz Roja. Tras ello, Hassane fue trasladado con el grupo a un centro militar en Fuerteventura desde donde parte de ellos fueron repatriados y otros, entre ellos Hassane, trasladados en avión a Madrid. Tras pasar por la comisaría les dijeron que se buscaran la vida en la capital de España, dice este inmigrante. En la ciudad vivió a la intemperie hasta que una persona le compró un billete de autobús para Almería. Ahí empezó la carrera de Hassane como jornalero en los invernaderos de esta provincia y de Huelva, Jaén, Valencia, Murcia o Gerona. Recogió tomates, pimientos, cerezas, aceitunas, naranjas, limones o plantó patatas en grandes hectáreas de Gerona. Por esos trabajos ganaba 30 euros al día. Donde mejor vivió dice que fue en Granada y como albañil en una obra en Fuengirola. Lo contrató una persona porque ayudó a apagar el fuego de la casa de un hijo. Pero la obra acabó y entonces cogió un autobús para Galicia. Llegó a Vigo en verano de 2007 y cómo en la Casa del Mar no había habitación libres vivió en Cáritas en Marín. Trabajó cargando y descargando pollos de granjas, aunque la experiencia fue muy mala porque el matrimonio con el que trabajaba no cumplió con el sueldo. Un día sentado en la alameda alguien le llamó desde un coche: “Hassane, son Manolo”. Era un marinero con el que había trabajado en el “Gloria Brasil” pescando pez espada y tiburones. Fue cuando Cáritas le ofreció matricularse en la Escuela Náutica de Bueu y en donde conoció al hijo de la familia de Aldán que finalmente lo acogería. Mientras tanto se ganaba la vida acudiendo al muelle para ayudar a marineros.