Murió con las botas puestas y al ponerse el sol, como los héroes cinematográficos. Anteanoche, poco después de abrir los últimos surcos de la sementeira del millo corvo en la finca de San Antoniño, Ghallardo se echó sobre el prado lindante, del que ya no se levantaría. En torno a las ocho y media de la tarde, un veterinario intentó reanimarlo ante lo que tenía síntomas de ser un cólico o un amago de infarto,pero apenas cinco minutos después expiró. "Que lle imos facer, é unha perda grande, pero peor sería que morrera unha persoa", comentaba resignado su dueño, Moncho "das Silveiras", mientras un camión-grúa cargaba el animal para trasladarlo a la planta incineradora de Cerceda.

La despedida del Ghallardo, un magnífico ejemplar de siete años y casi una tonelada (pesaba, en bruto, 960 kilos) estuvo muy concurrida. Entre los presentes, hijos y nietos de sus propietarios, así como representantes de la Asociación Cultural de Meiro. Su presidenta, Victoria Martínez, destacó que la pareja que formaban Cabano y Ghallardo era la última que quedaba en todo O Morrazo, y su presencia en la sementeira del millo corvo se convirtió en uno de los símbolos del de la recuperación de este proceso tradicional: "Hai que animalos a traer outro para o sitio, pero hai que agardar un tempo para que os donos superen este revés", añadió la máxima representante del colectivo, y recalcó algo en lo que todos coinciden: "Sen sementeira non hai festa, e a labranza con tractor xa non sería igual de enxebre".

La noticia se propagó con rapidez entre los agricultores de la zona, muchos de los cuales ya tenían la vez pedida para arar sus tierras en los próximos días. "Xa os chamamos a todos, porque este ano non lles podemos ir", apuntó Moncho, al que hace unos días un tratante le ofreció "un 1.200.000 pesetas" por la pareja, aunque su valor real es "bastante máis alto". Pero, más allá de la pérdida económica, la muerte de Ghallardo tras levantar los últimos surcos donde brotará el grano negro cierra una época y abre una incógnita.