La relación entre Staffan Mörling y Bueu es la de un amor a primera vista. Desde su primera visita, en el año 1964, la vida de este antropólogo y profesor sueco ha quedado marcada por la localidad y sus vecinos, a los que no se cansa de alabar. Hoy Bueu le devolverá todo ese cariño y afecto nombrándolo hijo adoptivo de la villa.

- ¿Cuáles son sus sentimientos antes de recibir el homenaje de hoy?

- Este reconocimiento supera todo lo que podría esperar y es una atención que pocos llegan a recibir. Además me parece bonito recibir un homenaje así cuando uno está vivo ya que los reconocimientos póstumos no son lo mismo (risas). El nombramiento también refleja un aprecio hacia mi persona y hacia mi esposa (la buenense Josefa Otero).

- ¿Se siente como un vecino más de Bueu?

- Sí. Me casé con mi mujer en la iglesia parroquial de Beluso en el año 1967 y al día siguiente empecé a sentir que ya era de aquí. Mi amor por las dornas y la gaita son detalles significativos. Incluso aprendí a tocar la gaita y la llevo conmigo en todos mis viajes. Cuando estoy en Suecia y me pongo a practicar un poco, su sonido me pone de buen humor, es algo que me sienta bien.

- ¿Qué es lo que le impulsó a venir en los años 60 hasta este pequeño rincón del mundo?

- Yo creo que Galicia no es ningún rincón. Si uno coge un mapamundi puede comprobar que es un territorio que se ve con facilidad y que está de cara a las más importantes rutas oceanográficas y comerciales. Yo inicialmente vine a por un estudio de Sigurd Erixun sobre las conexiones de las culturas del Atlántico Norte. Cuando llegué a Madrid conocí a un joven César Portela (el arquitecto) y fue él quien me entusiasmó con la posibilidad de venir a Galicia.

- ¿Y una vez aquí?

- Su padre fue mi gran mentor y me enseñó todas estas tierras. Me enamoré enseguida del paisaje de viñedos, de los montes en los que todavía había pinos y no eucaliptos... Se despertó en mí un sentimiento que me decía que esto era lo mío y cuando José María Massó me enseñó en la playa de Beluso las dornas sentí un efecto electrizante. Me dí cuenta de que algunas partes eran muy similares a los botes de las Islas Feroe y ya tenía un tema para mi investigación antropológica. Y para ver a las dornas en su contexto tuve que ir a Ons y conocer a sus gentes.

- ¿Cómo lo recibieron los isleños y los vecinos de Bueu?

- Muy bien. En aquella época no era muy corriente ver a gente de fuera en la isla pero me recibieron de un modo muy cortés y caballeroso. La gente me brindó desde el primer momento lo que más quiere una persona, que es aceptación y calor humano. Comprendieron mi interés por las embarcaciones tradicionales gallegas y no regatearon ningún tipo de esfuerzo a la hora de ayudarme en mi trabajo.

- ¿Cuál es el objetivo con el que hizo sus investigaciones?

-Yo quería dar a conocer la cultura marítima gallega y despertar el interés por ella en otros sitios del mundo. Creo que lo he conseguido porque diversas revistas y museos internacionales, como el Museo Marítimo de Carolina del Norte (Estados Unidos), han hecho comentarios y recensiones alabando el último libro, "Lanchas e dornas". De hecho, antes de ser publicado en gallego ya fue editado hace dos años en lengua inglesa.

- ¿Siente la necesidad de devolverla algo a Bueu?

-Sí. Cuando estamos en Suecia ponemos anuncios en una revista muy conocida para que la gente alquile aquí un piso en sus vacaciones de verano y conozca este lugar. Los que han venido han vuelto encantados y con ganas de volver. La gente de Galicia te recibe como si fueras un miembro de la familia y eso es porque aquí no sólo se piensa con la cabeza sino que también se piensa con el corazón.