Treinta años atrás, en agosto de 1975, el profesor de la Universidad de Santiago Fernando Alonso Montero y un grupo de aficionados a la arqueología de Cangas y Moaña -entre ellos, Antonio Nores y Xosé Carlos Villaverde- marcaban un hito en el estudio de la náutica prehistórica. Su aventura consistió en construir un barco de cuero a la usanza prerromana y hacerlo navegar desde la costa de Vigo hasta Cíes sin volcar y sin vías de agua.

En aquel momento, muchos desconfiaban que aquella lancha de mimbre, cuero y grasa sin madera, puntas y acero pudiera flotar y, mucho menos, que se pudiese pescar sobre ella y llegar a las islas.

Aquella hazaña se gestó en la comarca. No sólo colaboró gente de la zona en el proyecto, sino que su construcción tuvo lugar en una casa de Domaio y las primeras pruebas de flotabilidad se desarrollaron en la costa moañesa. Un dato más: fue bautizada como "Borna" en honor a un petroglifo del municipio.

Villaverde recuerda aquellos momentos. "Trouxeron de Noia unha xente que curtía o coiro e estivemos traballando con eles nunha casa de Domaio (...) Fixemos probas de pesca e demostrou unha moi boa flotabillidade. Só lle timbraban un pouco as cadernas".

El grupo de trabajo estableció el lecho de la embarcación a partir del mimbre, lo enlazó y recubrió con cuero, además de coserlo a mano y darle grasa natural. Todo para conseguir el sueño de construir en el siglo XX una nave de antes de Cristo. El objetivo final era demostrar que así habían llegado a Galicia desde Irlanda y otras latitudes atlánticas los celtas y pueblos prerromanos.

La idea se gestó en la cabeza del profesor Alonso Montero que absorbió información del historiador romano Estrabón además de realizar una curiosa interpretación del petroglifo de "A Borna". Según él, los dibujos presentaban los pasos a seguir para construir una embarcación. Ahora, el arqueólogo Antonio de la Peña rechaza esta versión asegurando que el petroglifo es bastante posterior al Bronce y que se diseñó para marcar el linde de parroquias.

El caso fue que, a mediados de los 70, el Grupo de Arqueología García Alén, recién creado, había sido el encargado de descubrir el petroglifo y siguió a Montero en su empeño de hacer flotar un barco de cinco metros de mimbre y cuero.

Tras la travesía, el historiador decidió donarlo al Museo Histórico y Arqueológico de A Coruña, en el Castillo de San Antón, donde prosigue y es visitado por miles de personas al año. Para conmemorar aquella hazaña, una exposición de fotos muestra en O Grove el episodio dentro de las carpas de la Festa do Marisco.