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La comunión se sirve 'a domicilio'

Se retoman las misas: un tercio del aforo, sin agua bendita, sin darse la paz y sin coro

- El cuerpo de Cristo.

- Amén.

El contexto de esta breve conversación entre los fieles y los sacerdotes ha cambiado radicalmente en algunos templos. Es el caso de la parroquia del Sagrado Corazón, que emerge en la céntrica calle Rosalía de Castro. Y no el único. Ahora, es el cura el que se acerca a los feligreses para darles la comunión, que se sirve en un copón con los guantes de intermediarios. La finalidad: reducir todo lo posible el desplazamiento en el interior del templo y, de este modo, llevar al mínimo las posibilidades de contagio.

Y es que la fase 1 de desescalada incluye la apertura de los lugares de culto y levanta la restricción a la celebración de las misas. A cambio, se deben cumplir las directrices pregonadas por las autoridades: el aforo tiene que limitarse a un tercio, sin olvidar las medidas generales de seguridad e higiene -distanciamiento interpersonal de al menos un metro, lavado de manos y uso de mascarilla "con carácter general"-.

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Esta nueva normalidad no se parece en demasía a la antigua: se prohíben los coros, tocar o besar objetos de devoción, la distribución de libros o folletos y el uso de agua bendita. Las limitaciones al contacto físico excluyen, además, el acto de darse la paz. En la lista de deberes, aparece la obligación de realizar tareas previas de desinfección de los espacios utilizados o que se vayan a emplear y, durante el desarrollo de las actividades, de esterilizar los objetos que se tocan con mayor frecuencia. A su vez las entradas y salidas del templo tienen que estar organizadas con el fin de evitar aglomeraciones en los accesos e inmediaciones del lugar. Para completar este último cometido, un asistente puede guiar a los fieles.

Iglesia del Sagrado Corazón

La lista de cambios es extensa. Sus consecuencias las experimentaron ayer los feligreses que se acercaron a las iglesias de la ciudad. A las 9.30, comenzaba la eucaristía en la parroquia del Sagrado Corazón. Un ayudante situado en la puerta del espacio de culto daba la bienvenida a los más de 40 asistentes poco antes de la hora y les facilitaba gel hidroalcohólico para cercar al máximo las posibilidades de contagio en el interior. Acto seguido, les recordaba toda la lección y, una vez dentro, el párroco Jesús Martínez Carracedo les ayudaba a situarse en los sitios, que estaban señalizados "con un punto sobre el banco".

"Tanto a la misa de la mañana como a la de las 8 de la tarde, vino la misma gente que antes. El 99% entendió la dinámica", anotaba Carracedo al término de su jornada. Lo que más echa de menos es no poder saludar a los parroquianos como antaño: "Hay que hacerse".

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