Represión de Israel
Líderes locales de Cisjordania: "Vivimos en una prisión al aire libre"
Tres representantes municipales palestinas confiesan en una entrevista con EL PERIÓDICO su emoción al ver "más banderas palestinas que catalanas" durante su visita a Barcelona

Entrevista a tres líderes palestinas de municipios de Cisjordania. En la imagen, Samar O. Frijat, directora de la oficina de la alcaldía de Jericó Amani Abu Zayyad, (izquierda); Nadine Nakhleh, oficial de la Asociación Palestina de Autoridades Locales (centro); mani Abu Zayyad, directora de planificación y proyectos del municipio de Aizaria (derecha) / Zowy Voeten / EPC

Con la vista puesta en las banderas y pancartas que todavía ondean en las fachadas de la Via Laietana de Barcelona, como una prueba de que en esta misma avenida decenas de miles de personas salieron a la calle a denunciar que Israel está cometiendo un genocidio en Gaza, Nadine Nakhleh, oficial de la Asociación Palestina de Autoridades Locales, no sale de su asombro: "Hay más banderas palestinas que catalanas colgadas en los balcones. Es emocionante".
Una delegación de líderes de la Cisjordania ocupada ha visitado Barcelona en un encuentro con Acció Exterior de la Generalitat de Catalunya para buscar nuevas vías de cooperación. EL PERIÓDICO ha podido entrevistar a tres de estas representantes municipales en una semana marcada por la esperanza de un acuerdo para poner fin a la guerra, y por el fatídico aniversario del 7 de octubre, cuando los atentados de Hamás dieron pie a una brutal ofensiva israelí que ha matado a más de 67.000 palestinos.
Por eso, Barcelona fue como un soplo de esperanza, dicen Nakhleh y sus compañeras, que decían creerse saturadas de gestos simbólicos y ansiaban acciones concretas de los gobiernos occidentales para acabar con la masacre. Sin embargo, Samar O. Frijat, directora de la oficina de la alcaldía de Jericó, admite que, cuando llegó al centro de Barcelona, se sintió profundamente conmovida. "Sentí que alguien nos estaba escuchando", afirma con una sonrisa triste. La secunda Amani Abu Zayyad, directora de planificación y proyectos del municipio de Aizaria: "Vi en televisión la solidaridad internacional, pero cuando llegué a Barcelona la sentí de verdad. Esto nos toca el corazón. Es la única arma que tenemos".
Y es que la represión del Ejército israelí es tan fuerte en Cisjordania, que las protestas se hacen imposibles. "En nuestro país, mostrar la bandera palestina puede llevarte a prisión. Solo por eso", dice Nakhleh y añade: "Aquí en Barcelona, la he visto ondear en edificios y coches. En casa, eso sería impensable".
Represión total
Estas representantes municipales son, en Cisjordania, apenas el último enlace real entre la población y la administración pública, cuando las estructuras mayores del cada vez más reconocido estado de Palestina son todavía inexistentes, por la anulación histórica, y por el actual estado de guerra. "Nuestro gobierno local es la columna vertebral de toda la administración. Quieren impedir que prestemos servicios, porque saben que los municipios son el último bastión de la resistencia civil", denuncia Abu Zayyad.
La represión es total en una Cisjordania donde el corte de carreteras o del agua son armas de guerra, para el Gobierno israelí que despliega a Ejército y colonos por todo el territorio ocupado. En los últimos tres meses, más de 10 alcaldes han sido arrestados por las fuerzas israelíes, narran las representantes. El 60% de Cisjordania está bajo dominio israelí y las autoridades locales palestinas no tienen capacidad para construir ni reparar infraestructuras sin permiso del Ejército.
Nakhleh explica que los empleados públicos palestinos llevan años cobrando entre el 50% y el 70% de su salario. "Los profesores, los médicos y los trabajadores del sector sanitario siguen trabajando aunque no cobren. Saben que no hay alternativa", y añade: "La situación es insoportable para cualquiera".

Entrevista a tres líderes palestinas de municipios de Cisjordania. En la imagen, Amani Abu Zayyad, directora de planificación y proyectos del municipio de Aizaria (izquierda); Nadine Nakhleh, oficial de la Asociación Palestina de Autoridades Locales (centro); y Samar O. Frijat, directora de la oficina de la alcaldía de Jericó (derecha) / Zowy Voeten / EPC
Agua como arma de guerra
En Jericó, una de las ciudades más antiguas del mundo, el agua llega solo un día a la semana. "Por ninguna razón, los colonos y el Gobierno israelí decidieron cortar el suministro", explica Frijat, directora de la oficina de esta alcaldía. "Recibimos agua un día por semana. Este problema no empezó el 7 de octubre, como dicen. Viene de 1948". Y es que el bloqueo de recursos básicos no es exclusivo de Gaza. “Planificar es imposible”, lamenta Frijat. Sin embargo, cada día los equipos municipales salen a trabajar. "Nuestro trabajo es servir a la gente, mantener la esperanza viva", añade.
En Aizaria, un suburbio de Jerusalén separado de la ciudad por lo que Abu Zayyad llama "un muro de apartheid", mientras las restricciones de movimiento se multiplican. "Vivimos en una prisión al aire libre", asegura. Hay puestos de control que se abren y cierran sin previo aviso. Los accesos a las ciudades pueden quedar bloqueados durante horas o días. "Si cierran esta carretera, encontraremos alternativas. Es la resiliencia palestina", añade, entre la resignación y el desafío.
Fatídico aniversario
Para estas líderes palestinas, el aniversario del 7 de octubre no representa un punto de inicio, sino una continuidad de la violencia y represión, si bien recrudecida. "El 7 de octubre ahora significa vergüenza y falsedad", dice Abu Zayyad, que alude a cómo Binyamín Netanyahu se sirvió de los ataques de Hamás para recrudecer su ataque genocida.
La decisión de permanecer en Cisjordania tiene un precio personal para ellas y sus familias. "Pienso en mis hijos, y tengo miedo por ellos" y, a la vez, dice considerarse extrañamente privilegiada frente a las madres de Gaza que no pueden dar de comer a sus hijos. "Somos palestinos y este es nuestro hogar. No seremos evacuados, por mucha fuerza que usen contra nosotros", sostiene.
El día después
El llamado "día después" de la guerra en Gaza sigue sonando como un sueño lejano para ellas, pero se resisten a abandonar toda esperanza. "Cuando acabe la invasión, queremos estar allí, ayudando a reconstruir", dice Nakhleh.
Mientras, Frijat se pregunta "qué significa siquiera la ley internacional cuando nadie la hace cumplir". Y, a su lado, Abu Zayyad asiente y alerta del peligro de la impunidad. "Solo deseo que esta guerra acabe. No es solo una cuestión palestina, sino de todos. Si hoy es en Palestina, mañana puede ser otro lugar", concluye.
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