Alto el fuego en Gaza
“Bibi, Israel no puede pelear con todo el mundo”: Trump expone la importancia de la presión internacional en el acuerdo en Gaza
El presidente de Estados Unidos ha dado muestras de hartazgo con Netanyahu por sus ataques contra Catar e Irán
El acuerdo llega en un máximo de presión internacional, en las calles y en los despachos, contra la masacre de civiles en Gaza y la hambruna provocada

WASHINGTON, 01/10/2025.- Fotografía distribuida por la Casa Blanca que muestra al presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, sujetando el teléfono al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, durante la reunión que celebraron el pasado lunes en la Oficina Oval de la Casa Blanca. / The White House / EFE

“He hablado con Bibi Netanyahu hace un rato. Me llamó y dijo: ‘no me lo puedo creer, ahora le gusto a todo el mundo. Y lo que es más importante, ahora todo el mundo quiere a Israel’”, ha dicho Donald Trump hace unas horas en una entrevista con Fox al poco de anunciar un acuerdo entre Israel y Hamás para un alto el fuego en Gaza, negociada en conjunto con Catar, Turquía y Egipto. “Yo le he dicho: ‘Bibi, Israel no puede luchar contra todo el mundo, no puede luchar contra todo el mundo’”.
Estas palabras del presidente de Estados Unidos son reveladoras de la precaria situación geopolítica de Israel. Estratégicamente, las Fuerzas de Defensa de Israel han ganado: han diezmado a la milicia libanesa de Hizbulá, se han beneficiado de la caída de Bashar al Assad en Siria y han aniquilado la fuerza ofensiva de Hamás en Gaza. Pero, políticamente, todo les va mal.
De un tiempo a esta parte, especialmente desde que Israel provocara una hambruna en Gaza al impedir la entrada de alimentos y medicinas en marzo de este año, la presión internacional ha aumentado considerablemente. Israel se ha convertido en una suerte de estado paria. Y Trump ha dado ya bastantes señales de hartazgo con un aliado histórico que sostiene una guerra eterna y sin objetivos claros, que además va en contra de los intereses y la hoja de ruta de la Administración republicana. El presidente MAGA está más interesado en la guerra arancelaria y, sobre todo, en el frente doméstico: acaparar poder y dar la batalla contra la inmigración y los demócratas.
Las calles de las principales ciudades europeas han ardido estos días en favor de Palestina y en contra de la guerra que Israel libra en Gaza, considerada un genocidio por Naciones Unidas y el grueso de las organizaciones de derechos humanos y los expertos en la cuestión. Centenares de miles de personas se han manifestado en Amsterdam, Roma o Madrid, y anteriormente lo han hecho en cifras históricas en Sydney, Londres e incluso Berlín.
Los gobiernos históricamente afines a Israel han empezado a girar el timón. Reino Unido, que entregó la Palestina histórica al proyecto sionista para la creación de un Estado judío, ha reconocido el Estado palestino y ha suspendido las negociaciones para un acuerdo comercial con Israel. Francia, que luchó contra Egipto mano a mano con Israel tras la nacionalización del canal de Suez en 1956 y tiene la mayor comunidad europea de judíos, ha hecho lo propio. Y ha liderado junto a Arabia Saudí una conferencia histórica en Naciones Unidas, el pasado septiembre, en la que se consolidó el apoyo internacional inequívoco al alto el fuego y a la solución de dos Estados, uno palestino junto al israelí. El Gobierno de Netanyahu y la mayoría del arco parlamentario israelí lo rechazan.
Alemania, que sigue respaldando a Israel pase lo que pase y ha proyectado la bandera del país en la Puerta de Brandenburgo para conmemorar el segundo aniversario de los atentados de Hamás, ha suspendido, sin embargo, la venta de armas a su aliado por temor a que se usen contra la población civil palestina, cuya matanza afea el canciller Friedrich Merz.
La Unión Europea, a pesar del freno impuesto por la alemana presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, está impulsando la suspensión de parte del acuerdo comercial con Israel tras constatar que viola el artículo de respeto a los derechos humanos, especialmente por la hambruna provocada por el bloqueo a la ayuda humanitaria.
Israel no es Esparta
La soledad de Israel por la sangría en Gaza y Cisjordania es palmaria. La ONU aprobó en septiembre una resolución pidiendo la solución de los dos Estados con 142 votos a favor y 10 en contra. Solo se opusieron la propia Israel, Estados Unidos, Argentina y Hungría, además de algunos microestados del Pacífico. Once nuevos países se han sumado al reconocimiento formal del Estado de Palestina, lo que eleva el total a 157 de las 193 naciones con asiento en la ONU.

Emmanuel Macron, presidente de Francia, habla ante la Asamblea General de la ONU / Kay Nietfeld/dpa
Netanyahu ha tratado de promover una reacción confrontacional a ese aislamiento. En lo diplomático, ha insultado o prohibido la entrada a todo aquel que le haya pedido el final de la destrucción de Gaza: el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres; los presidentes de Francia, Reino Unido o España, Emmanuel Macron, Keir Starmer y Pedro Sánchez…
Ha propuesto el israelí, literalmente, que su país se convierta en una “super Esparta”, un país aislado y en guerra contra el mundo. “Somos Atenas y Esparta, o quizás una súper Esparta. No tenemos otra opción”, dijo en un discurso reciente para responder a las medidas económicas, boicots populares y sanciones que proliferan contra el país. Una polis poderosa con una economía autárquica y boyante, y unos ciudadanos siempre en armas y alineados con su Gobierno. Las bolsas se desplomaron y no volvió a airear esta idea.
Israel es un país pequeño. Tiene diez millones de habitantes y su PIB ronda los 500.000 millones de euros, algo menos de un tercio del de España. Tiene una industria militar potente, pero el grueso del armamento que utiliza lo recibe de Estados Unidos y Alemania. Estados Unidos ha destinado 21.700 millones de dólares en ayuda militar a Israel desde inicio de la guerra en Gaza.
Su famosa cúpula de hierro, y otros sistemas de defensa antimisiles clave, no pueden funcionar sin Estados Unidos y sin el apoyo de los países de la región. Jordania o Arabia Saudí, por ejemplo, ayudaron a interceptar los misiles que lanzó Irán en el primer enfrentamiento hace ahora más de un año. Hay dudas razonables de que esa cúpula, enormemente costosa, pueda operar en una guerra sostenida contra el gigante persa. Al menos 40 israelíes murieron por los misiles iraníes en la llamada “guerra de los 12 días”.
La hambruna y el ataque a Catar
Israel ha violado sistemáticamente todas líneas rojas que le ha puesto Occidente, incluso las de su aliado americano. El expresidente Joe Biden le pidió que no invadiera la ciudad sur de Gaza de Rafah, donde se agolpaban los refugiados del resto de la Franja a principios de 2024. Llegó incluso a suspender el envío de las bombas que había estado suministrando de forma constante. Netanyahu le ignoró y arrasó por completo la ciudad, que ya no existe.
La Corte Internacional de Justicia exigió hace más de un año que Israel protegiera a los civiles en su ofensiva y que permitiera la entrada de ayuda humanitaria, calificando los ataques de “plausible” genocidio. El tribunal de La Haya le dio un ultimátum que Tel Aviv ignoró.
Todo comenzó a cambiar con la ruptura unilateral del alto el fuego por fases acordado por Israel con Hamás en enero. En marzo, Netanyahu ordenó que se cortara toda entrada de ayuda humanitaria o combustible en Gaza. Comenzó una hambruna generalizada que dejó imágenes de niños famélicos y la muerte de decenas por desnutrición. Eso supuso una ruptura emocional incluso de los gobiernos aliados, que empezaron a elevar el tono.

Palestinians celebrate following the announcement that Israel and Hamas have agreed to the first phase of a peace plan to pause the fighting, outside Al-Aqsa Hospital in Deir al-Balah, central Gaza Strip, Thursday, Oct. 9, 2025. (AP Photo/Abdel Kareem Hana) / Abdel Kareem Hana / AP
Trump mostró públicamente su hartazgo con Netanyahu durante la guerra con Irán (13-25 de junio de este año), que Tel Aviv lanzó de forma unilateral y a la que arrastró a la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Tras unos bombardeos conjuntos, el presidente estadounidense ordenó parar. Llegó a exigir a los cazas israelíes que se dieran la vuelta en pleno vuelo mientras se dirigían a un nuevo bombardeo del país persa. “No saben qué coño están haciendo”, espetó Trump, visiblemente enfadado.
El punto de no retorno fue el bombardeo de Israel de Catar el pasado 10 de septiembre para intentar asesinar a los negociadores palestinos de las conversaciones auspiciadas por Estados Unidos. Trump se reunió con Netanyahu en la Casa Blanca y le obligó a llamar al primer ministro catarí, Mohamed Bin Abdulrahmanen, para que se disculpara y prometiera que no volvería a atacar su país. Luego, publicó una foto del primer ministro israelí contrito llamando por teléfono, mientras Trump sujetaba el teléfono.
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