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Censura en el gigante asiático

China censura a los pesimistas en internet

El Gobierno ha pedido a los internautas que se resistan "a los que maliciosamente incitan los sentimientos negativos" y los denuncien

Imagen de ciudadanos chinos esperando para coger el tren.

Imagen de ciudadanos chinos esperando para coger el tren. / Europa Press/Contacto/Ju Huanzong

Adrián Foncillas

Adrián Foncillas

Pekín

Queda declarado el estado de felicidad. China censurará a los pesimistas en las redes sociales y ha pedido a los internautas que los denuncien y se resistan "a los que maliciosamente incitan los sentimientos negativos". Animar a la delación de los abatidos y pusilánimes es otro hito de la acrisolada pulsión censora china. A los jóvenes, sumidos en un contexto económico incierto, ni siquiera les queda el alivio del desahogo.

La Administración del Ciberespacio de China, el ente regulador, emprendió esta semana una campaña de dos meses para embridar el desaliento en las redes sociales, plataformas de videos cortos similares a Tiktok y retransmisiones en directo. Persigue los contenidos que "malinterpretan la realidad social, exageran selectivamente los casos negativos y los usan para promover el nihilismo y otros sentimientos negativos". También las "autocríticas excesivas o las amplificaciones de sentimientos de desesperanza que incitan al resto a seguirlos". Y los que "extienden el miedo y la ansiedad para difundir la violencia y la hostilidad en las redes". El objetivo aclara el documento, es "crear un ambiente más civilizado y racional en internet".

El desánimo es palpable en un país que ni siquiera cuando encadenaba tragedias perdió la esperanza. La economía ha perdido su exuberancia casi medio siglo después de la apertura y los jóvenes chinos, como los del resto del mundo desarrollado, saben que difícilmente disfrutarán de las oportunidades de sus padres. El paro entre los 16 y los 24 años, excluidos los estudiantes, ha subido hasta el 18,9%. Una licenciatura universitaria ya no catapulta a un buen trabajo y el final de esa certeza plantea dudas de si merece la pena implicarse en la competencia social extrema que los chinos padecen desde pequeños.

Fenómeno 'tang ping'

De ese cuadro han brotado comportamientos inéditos en China. Deslomarse en jornadas maratonianas, las llamadas 996 (de 9 AM a 9 PM durante seis días a la semana), se le atraganta a muchos. Frente al éxito laboral y la creación de una familia surgió en 2021 el fenómeno 'tang ping', algo así como mantenerse tumbado, que enfatiza una vida simple y despreocupada, más volcada en el bienestar personal, la libertad y el ocio. Para la vieja escuela, unos holgazanes.

En las últimas semanas, había sido borrado el contenido de los blogueros más célebres que documentaban su vida relajada. De aquellos pioneros surgieron recientemente los 'laoshu ren', algo parecido a las 'personas-rata', entregados a la molicie desacomplejada: pasan el día en la cama, socializan solo a través de internet y piden la comida a domicilio. No se puede atentar más y mejor contra el secular espíritu de trabajo chino.

¿Está justificado ese insondable abatimiento de una parte de la juventud de China? Ningún indicador lo sugiere. Su economía creció el pasado año un 5%; en España, con un 3,5 %, no falta el júbilo. Importa la tendencia: España sale del pozo y China ha dejado atrás la mayor expansión de la Historia del mundo. Aquí están acostumbrados los menores de 40 años a crecimientos medios del 10 %, aumentos salariales del 30 % anual o que la vivienda comprada doble su precio en tres años. Y en esta normalidad no ven una crisis, sino un armagedón inminente.

"Caos actual"

Contra el fatalismo contagioso combate el Gobierno porque arruina el ánimo y el progreso. El milagro económico se sostuvo con el trabajo a destajo de generaciones muy conscientes de las privaciones pasadas. Unos jóvenes con menguado poder adquisitivo y temerosos del futuro gastan menos y lastran el autoconsumo en el que se confía para relevar al tradicional motor de las exportaciones.

Ese es el trasfondo de una campaña que un diario estatal calificaba de necesaria para combatir "el caos actual". "El daño que ese contenido malicioso provoca es significativo. Puede disparar los malentendidos colectivos y el pánico social, marginar los hechos y la razón e incluso generar conflictos que dañan el orden público y la confianza social", juzgaba.

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