Violencia juvenil
El problema de los sicarios adolescentes resurge en Colombia tras el atentado contra el senador Uribe Turbay
El reclutamiento de jóvenes sigue siendo una de las asignaturas pendientes a pesar de la voluntad de "paz total" del presidente Petro

Uribe Turbay "muestra respuesta" al tratamiento aunque sigue en estado "crítico"

Miguel Uribe Turbay se encuentra en una situación "extremadamente crítica" y "de máxima gravedad" 10 días después del atentado en su contra en un barrio bogotano. El último parte médico de la Fundación Santa Fe erizó a muchos colombianos. El senador presenta un edema cerebral "persistente" y es muy difícil para los profesionales controlar el sangrado "intracerebral". Las tres balas disparadas por un menor de 15 años mientras protagonizaba un acto de su campaña como precandidato presidencial en el barrio Modelia no solo se incrustaron en su cuerpo. Hicieron que los colombianos volvieran a conectarse con las tramas de violencia política de las décadas de los 80 y 90, pero, también, con uno de sus aspectos más macabros: la figura del sicario adolescente y sus incitadores en las sombras. El atacante de Uribe Turbay forma parte de una genealogía de jóvenes e hijos de la pobreza que antes tuvieron también un arma en sus manos y la dispararon contra dirigentes políticos y hombres de a pie como brazos ejecutores de decisiones tomadas por otros. El sicariato adolescente es uno de los grandes problemas con lo que se enfrentan los anhelos cada vez más lejanos del presidente Gustavo Petro de una "paz total".
La cultura colombiana tematizó de manera descarnada esa situación que vuelve a los primeros planos. Rodrigo D. No Futuro, la película de Víctor Gaviria, de 1990, estremeció en su momento a los espectadores, entre otras razones por que fue protagonizada por jóvenes y adolescentes de las calles de Medellín. Uno de ellos encarna a Rodrigo, quien carece de lazos familiares y solo le interesa el punk, al punto de lanzarse de un balcón al compás de "No te desanimes, mátate", una canción de Mutantex. En los créditos finales del filme se lee la dedicatoria a John Galvis, Jackson Gallego, Leonardo Sánchez y Francisco Marín, los "actores" que cayeron en las calles de Medellín por otros disparos. El mismo año de Rodrigo D. No Futuro se publicó No nacimos pa’ semilla, un libro sobre la violencia urbana de Alonso Salazar, centrado en el problema de los jóvenes y adolescentes capaces de realizar acciones temerarias y perder la vida a causa de ellas. Son las palabras de uno de ellos las que dan el título al texto: "Es que no importa morirse, al fin uno no nació pa’ semilla. Pero morirse de una, para no tener que sentir tanta miseria y tanta soledad".
Los "suizos"
Cuatro años más tarde se editó La Virgen de los sicarios, la novela de Fernando Vallejo, y la precoz inclinación al crimen encuentra otro vuelo espeluznante en Wilmar, uno de los soldaditos que fueron llamados "suizos". Los extraían de los barrios más pobres por el narcotráfico u otras facciones para iniciarse en el crimen y casi siempre despedirse luego del mundo. Fueron "suizos" los que mataron en 1984 al ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, en este caso bajo instrucciones de Pablo Escobar, y también participaron "suizos" de la eliminación en 1990, el año de Rodrigo D, de los candidatos presidenciales de izquierda Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo. El asesino de este último fue a la cárcel, pero su condición de menor lo condujo otra vez a la calle, apenas una breve estación previa al cementerio. Mataban y morían pronto porque no podían quedar como testigos.
Continuidades y diferencias
El atentado contra Uribe Turbay se mira en el espejo de esos años de espanto, aunque con algunas diferencias que los analistas consideran sustanciales. "No estamos en los 90", remarcó Lucas Ospina en el portal 'La silla vacía'. El profesor de la Universidad de Los Andes trae a colación la serie británica Adolescencia que narra la historia de un joven de 13 años acusado de asesinar a una compañera de clase. El asesino ha vivido mediado por las pantallas. "Esta narrativa adquiere dimensiones inquietantemente reales cuando recordamos al sicario de 14 años que, con su celular en mano (y ahora desaparecido), se dirigía a atentar contra Miguel Uribe Turbay. Ambos casos evidencian las mismas vulnerabilidades: desarrollo neurológico incompleto, crisis en la formación de identidad, distorsiones cognitivas que justifican la violencia, ausencia de apoyo familiar, sublimación sexual". Se trata de" todo un cóctel licuado bajo el efecto acelerador de las redes sociales" que en Colombia se suman a "las redes criminales, no ajenas a un aparato delictivo enquistado en el Estado, y que piden al iniciado un primer muerto como rito de paso para una vida sicarial".
Las heridas del pasado no terminaron de cerrarse. Un estudio realizado por Unicef analizó registros de 2.181 niños, niñas y adolescentes que fueron cooptados por grupos armados entre 2013 y 2022. El 78% de ellos confesó haber vivido una situación de violencia dentro de sus familias antes de su vinculación a los grupos. El 69% provenía de zonas rurales o de familias de bajos recursos. La mayoría entraron al universo criminal entre los 13 y 14 años.
La Unidad de Investigación y Acusación de la Jurisdicción Especial para la Paz (UIA) reveló que desde la firma del acuerdo entre el Estado y las FARC, en 2016, para poner fin al conflicto armado, un niño es arrastrado cada 48 horas hasta las filas de las guerrillas, bandas paramilitares y de narcotraficantes todavía existentes. Las promesas de dinero y las ofertas de trabajo son las formas más recurrentes que utilizan para convencerlos, como en el caso del agresor de Uribe Turbay, quien antes de iniciarse en el asesinato había abandonado dos programas de reinserción social. "Lo hice por plata, por mi familia". La justicia quiere saber quién compró su voluntad por monedas. Se conoce una fuente posible de inspiración: el padre había viajado a Polonia para sumarse como voluntario a Ucrania a enlistarse como mercenario.
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