Guerra comercial
China y EEUU pactan el regreso a la tregua arancelaria y retomar temporalmente las exportaciones de tierras raras y microchips
Ambas partes alcanzan en Londres un acuerdo preliminar para establecer "un marco que implemente el consenso" alcanzado por Xi Jinping y Donald Trump la pasada semana pero Pekín se guarda una carta estableciendo un límite de seis meses a las exportaciones

Xi Jinping y Donald Trump. / EFE

Seis altos cargos, una veintena horas de negociación y un palacete londinense han sido necesarios para que Estados Unidos y China acordaran que sigue vigente lo pactado el mes pasado. A medianoche anunciaban sus representantes un marco que implementará el consenso de Ginebra tan pronto sus presidentes, Donald Trump y Xi Jinping, den su visto bueno. Del Reino Unido se van sin comunicado conjunto ni acuerdos tangibles, apenas con el compromiso de esconder las navajas, aunque según fuentes citadas desde el anonimato por 'The Wall Street Journal' Pekín ha conseguido salir con un as en la manga que le da capacidad de hacer daño a Washington si las tensiones vuelven a estallar. Así son hoy las relaciones entre las dos potencias globales de cuya sintonía depende la salud económica del mundo.
Ninguna de las partes detalló la hoja de ruta para los dos meses siguientes. Son los que restan de los tres pactados de tregua cuando levantaron sus aranceles en Suiza. El rápido deterioro recomendó que los presidentes hablaran la semana pasada por teléfono y ordenaran esta reunión para reconducir la situación. Ni siquiera este marco elemental ha sido fácil. Fuentes estadounidenses han hablando de conversaciones tensas y a punto de quebrarse en varias ocasiones. No ha sobrado entusiasmo en el comunicado chino. La agencia oficial Xinhua habla de un "principio de acuerdo" tras unas conversaciones "profesionales, racionales, profundas y sinceras".
Por su parte, el presidente de EEUU ha detallado en un mensaje en su red social que, según lo pactado, los aranceles para los productos chinos importados serán del 55% --el 25% aprobado en su primer mandato, más el 20% impuesto para frenar el tráfico de fentanilo y el 10% del arancel global impuesto a todos sus socios comerciales--, mientras que Pekín mantendrá el 10% a los productos estadounidenses. De ser así, Washington no cumpliría los mismos términos acordados en Ginebra, donde se estableció que EEUU pondría unas tarifas del 30% a China. Trump, que se compromete también a levantar las trabas a los visados de estudiantes chinos en universidades del país norteamericano, ha avisado de que el acuerdo debe ser ratificado ahora por él y su homólogo chino. "¡Esto será un gran TRIUNFO para ambos países!", ha exclamado el republicano.
"Esperamos que el progreso alcanzado en la reunión de Londres sea capaz de aumentar la confianza entre China y Estados Unidos y promover el desarrollo de relaciones económicas y comerciales más estables y seguras que inyecten energía positiva al mundo", señaló Li Chenggang, viceministro de Comercio. Ese era el mínimo exigible en Londres: la recuperación de la confianza después de las cruzadas acusaciones de incumplir el acuerdo anterior.
Reanudación de exportaciones
El rincón estadounidense ha concretado que ambos países reanudarán las exportaciones de los bienes más urgentes de forma inmediata y simultánea. Son las tierras raras chinas y algunos productos tecnológicos estadounidenses. Pero según lo publicado por 'The Wall Street Journal', Pekín se ha reservado una medida para poder responder a cualquier nueva andanada de Trump: pone un límite de seis meses a las licencias de exportación de tierras raras para el sector automotriz y otros fabricantes de EEUU.
Los negociadores de EEUU, según el rotativo, han acordado por su parte relajar algunas restricciones a la venta a China de productos como motores y otras partes para aviación y etano, un componente importante para la fabricación de plásticos.
"Hay algunas medidas que Estados Unidos adoptó cuando las tierras raras dejaron de llegar. Cabe esperar que se levanten, como dijo el presidente Trump, de una forma equilibrada", dijo anoche el secretario de Comercio, Howard Lutnick, tras concluir las negociaciones en Lancaster House, una mansión en el centro de Londres. Su presencia ya sugirió la voluntad de la Casa Blanca de transigir con exportaciones tecnológicas que había cortado para embridar el desarrollo de la industria china. Este miércoles, Trump ha confirmado el acuerdo sobre las tierras raras, aunque sin hablar del límite temporal.
En la víspera ya había anunciado que el comercio monopolizaría el orden del día. No hay noticias de que hablaran de la sobrecapacidad china, los subsidios públicos y otras prácticas presuntamente injustas ni de la cooperación contra el fentanilo, asuntos que preocupan a Washington. Tampoco del acoso comercial, tecnológico, militar y diplomático con el que, según China, intenta Estados Unidos entorpecer su auge. Todo eso cabe en la categoría de "lo demás" que la Casa Blanca dijo que habría que arreglar después de Londres. "Primero teníamos que librarnos de la negatividad, ahora podemos avanzar para conseguir algún comercio positivo, un comercio creciente", avanzó Lutnick.
Estados Unidos y China tienen un camino pedregoso por delante. Es fácil declarar una guerra comercial y no cuesta agravarla pero finalizarla es más complicado. En la cabeza de Trump era una estrategia genial: crujir a China con aranceles para imponerle concesiones en sus numerosos pleitos. "¿Qué perdemos si los chinos nos imponen aranceles a nosotros? Les exportamos sólo una quinta parte de lo que nos exportan a nosotros", reveló Scott Bessent, secretario del Tesoro. El plan descarriló pronto. Primero, porque plataformas como Amazon o Wallmart advirtieron de que su clientela asumiría el sobreprecio arancelario. Y segundo, porque la industria avisó de cierres inminentes si no llegaban más tierras raras. A Estados Unidos le urge encontrar nuevas estrategias antes de sentarse a negociar de nuevo con China.
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