Holocausto

Los supervivientes de Auschwitz alertan contra el antisemitismo y los "nacionalismos" del presente

El 80 aniversario de la liberación del mayor campo de exterminio nazi queda marcado por los conflictos y las guerras actuales

Gemma Casadevall

Gemma Casadevall

 “Tomémonos en serio lo que predican los enemigos de la democracia. Están determinados a implementarlo en cuanto alcanzan el poder. Evitemos los errores de la década de 1930, cuando el régimen nazi planificó un estado libre de judíos, de gitanos, de disidentes y de aquellos que consideraban indignos para vivir. Os imploro a que intensifiqueis vuestros esfuerzos para evitar genocidios como el que recordarmos hoy”: Leon Weintraub, de 99 años, fue el último entre los supervivientes del campo de exterminio de Auschwitz que intervino en el 80 aniversario de su liberación. Y resumió así, ante la cincuentena de líderes mundiales, lo que a su parecer debería ser la lección de vida surgida de la monstruosidad del nazismo. Deportado a Auschwitz en 1944, pasó la brutal experiencia de la desinfección, despojo de toda su ropa y pertenencias al llegar al campo de la muerte, tras ser arrancado del gueto polaco. En lugar de ir a la cámara de gas, se le seleccionó como hábil para el trabajo. Cuando fue liberado, en abril de 1945 y tras una tortuosa marcha de la muerte, pesaba 35 kilos.

Su mensaje seguía a los de otros tres supervivientes -Marian Turski, el presidente del Comité Internacional de Auschwitz, así como Janina Iwanska y Tova Friedmann-. Dejaron sus testimonios de viva voz sobre la ‘metamorfosis’ de Auschwitz, que de ser organizado en 1940 como un campo de presos polacos en la Polonia ocupada pasó a recibir las deportaciones masivas de judíos de toda Europa en 1942. Fueron mensajes muy centrados en sus alertas contra el ‘tsunami’ de antisemitismo, en palabras de Turski, las condenas al negacionismo del Holocausto o a Hamás. Pero Weintraub fue más allá de la mera defensa de Israel para hablar de la humanidad en general y más concretamente de la democracia. También, refiriéndose a la Polonia actual, alertó contra ‘autoproclamados nacionalistas’ que, como hicieron los nazis, 'convirtieron en virtud' el racismo, el antisemitismo y la homofobia.

Protagonismo de los testimonios vivos

Fue una ceremonia sobria, celebrada en una carpa junto al acceso de Auschwitz II-Birkenau y presidida por uno de los vagones que transportaban a los presos hasta el que fue “la fábrica de muertes”, en palabras de Iwanska, superviviente polaca católica de 95 años.

Estaba claro que el 80 aniversario de la liberación del que fue el mayor campo de exterminio nazi no iba a ser una repetición de ceremonias anteriores. El director del Museo de Auschwitz-Birkenau, Piotr Cywinski, había explicado que la intención era entregar todo el protagonismo a los supervivientes y no a los líderes del medio centenar largo de delegaciones asistentes. “Es más necesario que nunca contar con su relato. Quién sabe lo que ocurrirá cuando ellos no puedan contar en primera persona la verdad de la maquinaria de la muerte del régimen nazi”, recordó.  

El aniversario estaba muy marcado por la situación global, en un mundo en que se hace política con deportaciones masivas, sea en las democracia europeas o bajo Donald Trump en EEUU. Y donde la devastadora guerra israelí sobre Gaza ha desatado nuevas formas de antisemitismo.

Entre los líderes asistentes estaba el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, pero ninguna delegación oficial de Rusia, pese a que el Ejército Rojo el que liberó el campo. De Israel no acudió Benjamin Netanyahu, a pesar de que el presidente polaco, Andrzej Duda, originario del ultranacionalista partido Ley y Justicia (PiS), había obtenido garantías del gobierno de que, de acudir, no se le aplicaría la orden de arrestro emitida por el Tribunal Penal Internacional (TPI). La mera posibilidad de que el primer ministro israelí acudiera al máximo exponente del genocidio nazi, Auschwitz, había obligado a reforzar hasta lo casi impracticable las medidas de seguridad.

Asistían unos 3.000 invitados entre los 50 supervivientes y sus acompañantes, así como jefes de Estado o de gobierno. Entre ellos estaban los reyes Felipe VI y Letizia, los de Países Bajos, algunas monarquías nórdicas, así como el presidente francés, Emmanuel Macron. Por Alemania acudieron tanto el canciller Olaf Scholz como el presidente Frank-Walter Steinmeier. La participación del conjunto de los líderes, políticos o reyes, se limitó al desfile final, cada uno portando una vela, hasta depositarla ante el vagón.

Se rindió así un homenaje al más del millón de muertos en Auschwitz, de los cuales un 90 % eran judíos. 900.000 de los deportados a Auschwitz murieron a las horas de llegar al campo. De los trenes fueron conducidos a las cámaras de gas y de ahí a los crematorios.

El Museo de Auschwitz-Birkenau documenta ampliamente la crueldad de una maquinaria de la muerte orquestada para ejecutar la llamada ‘solución final’ diseñada en la Conferencia de Wannsee, en las afueras de Berlín, en 1942. Fueron unos seis millones de judíos los que asesinó el régimen nazi, entre Auschwitz o los restantes cinco campos de exterminio nazi, además de lo que murieron fusilados, de enfermedad, en condiciones infrahumanas, de hambre o víctimas en los experimentos en humanos, en los restantes 1.500 campos de concentración que tuvo en el nazismo.

Cuando los soldados soviéticos entraron en Auschwitz quedaban ahí apenas unos miles de presos depauperados, ya que los nazis habían empezado a evacuar y dinamitar crematorios y destruir pruebas meses antes. Los pedidos de Zyklon B, el gas letal fabricado por una filial de la empresa alemana IG Farben, no han impedido que historiadores ultraderechistas nieguen desde hace décadas los gaseamientos masivos que se practicaron desde 1941 en ese lugar o la existencia de los crematorios.

El auge de la ultraderecha y el revisionismo

Todo está documentado en museos como el de Auschwitz o de otras partes del mundo, libros de historia y formatos digitalizados. El museo de Auschwitz, a las puertas de la ciudad de Oswiecim, su nombre en polaco, recibe anualmente 1,8 millones de visitantes.

Pero la pregunta de qué ocurrirá cuando ya no queden las voces de los supervivientes planeaba sobre el aniversario. El revisionismo se extiende por media Europa, a través de partidos como Alternativa para Alemania (AfD), segundo en intención de voto de cara a las elecciones generales germanas del próximo 23 de febrero.

Auschwitz empezó a funcionar en 1940 en la Polonia ocupada como campo de exterminio, como lo fueron los de Treblinka, Sobibor y Majdanek. La cúpula nazi estaba obsesionada en la ampliación de sus capacidades. El primer campamento se convirtió en Auschwitz I en 1943, le siguió Birkenau o Auschwitz II, Monowitz y hasta una docena de otros campamentos por los que se repartía la mano esclava que recibía la industria colaboradora alemana. Ahí fueron a parar no solo judíos, sino también presos políticos u otros ‘enemigos del régimen’, incluidos comunistas o socialistas.

Eso no ha impedido a la líder de la AfD, Alice Weidel, asegurar en un chat compartido con Elon Musk que Hitler fue un comunista. Para Musk, la AfD es la ‘última esperanza de salvación de Alemania’. A menos de un mes para los comicios alemanes, el magnate amigo de Donald Trump se dirige por video a los mitines de Weidel llamando a los alemanes a ‘dejar atrás la culpa’ y a ‘mirar hacia delante’ con patriotismo.  

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