Conflicto en Oriente Próximo

Akram Abed, dueño de un próspero restaurante en Haifa: "Nos vamos del país. El 7-O fue una traición a los ciudadanos, no podía pasar en Israel"

Akram Abed se asoma a la ventana de la cocina de su restaurante, el Arabeska, en Haifa.

Akram Abed se asoma a la ventana de la cocina de su restaurante, el Arabeska, en Haifa. / LAURA PUIG

Laura Puig

Laura Puig

La vida de Akram Abed está a punto de dar un vuelco. En seis meses tiene planeado marcharse de Israel con su novio, Idan Maedev. Él es árabe e Idan es judío, y juntos regentan el Arabeska, un próspero restaurante en la población costera de Haifa, en el norte de Israel.

La historia del Arabeska discurre en paralelo con la de la ciudad y el país. Está ubicado en el mercado de Talpiot, el primer mercado que se abrió en Israel antes incluso de la creación del Estado, en los años 20 del siglo pasado, y daba servicio a todo el norte, desde Metula hasta Tiro (Líbano).

En Talpiot abrió un puesto de falafel la madre de Akram, Amal, en la década de los 70. Fue una de las primeras mujeres en trabajar allí y no lo tuvo nada fácil. El ambiente era muy machista y ella era una divorciada de 17 años con dos niños pequeños. Tenía que sacar a su familia adelante, así que no se arredró. Mantuvo abierto el negocio contra viento y marea, pero en 2005 perdió a uno de sus hijos en un accidente de coche y entró en una profunda depresión que la llevó a cerrar la parada y encerrarse en casa.

Mientras Amal lloraba la pérdida de su hijo, el mercado iba perdiendo fuelle. Una ola de terrorismo lo vació de clientes, que preferían ir al centro comercial, con seguridad privada. Además, las viviendas frente al mercado fueron ocupadas y sus 'inquilinos' se dedicaban a la venta de droga.

La terraza del restaurante Arabeska, en el mercado de Talpiot de Haifa.

La terraza del restaurante Arabeska, en el mercado de Talpiot de Haifa. / LAURA PUIG

"Cuando acabó la pandemia, quisimos dar una sorpresa a mi madre para su 60 cumpleaños y la llevamos al mercado. Le gustó volver, pero le puso muy triste que estuviera tan muerto", explica Akram.

Junto a su pareja, se propusieron revitalizar Talpiot y abrieron el restaurante en honor a Amal. Otros emprendedores y el ayuntamiento se sumaron a los esfuerzos, y poco a poco el mercado fue floreciendo de nuevo. "Hace cuatro años solo había este restaurante, ahora hay 41. También hay cafeterías, bares, tiendas, pastelerías y verdulerías", asegura.

Vivir en convivencia

A los mandos de la cocina del Arabeska están Amal y Akram, Idan se encarga de la promoción, y como camareros y ayudantes contratan a personas de diferente sexo, origen y religión, siendo uno de los rincones más diversos y acogedores para la comunidad LGTBI de la ciudad. "Quiero demostrar que se puede vivir en convivencia", cuenta este árabe de sonrisa infinita sentado a la mesa junto a un grupo de periodistas, algo que no hubiera podido hacer antes de la guerra ("Aquí no se podía ni respirar", recuerda).

Pero el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023 y la posterior guerra de represalia israelí en Gaza han supuesto un punto de inflexión para Akram e Idan. La pareja ha decidido emigrar al extranjero. En seis meses se mudarán a Heidelberg, ciudad del suroeste de Alemania, donde están ultimando los preparativos para abrir otro restaurante. "El 7-O fue una traición a los ciudadanos, algo así no podía pasar en un país con fronteras como este y con un gobierno como este", asegura Akram, quien asegura que es inconcebible que todavía queden ciudadanos secuestrados en Gaza. "Siento que el país nos ha traicionado", insiste.

Akram Abed, en la terraza del Arabeska.

Akram Abed, en la terraza del Arabeska. / LAURA PUIG

La decisión de Akram e Idan no es algo aislado en Israel. Según una encuesta de la Universidad Hebrea de Jerusalén publicada con motivo del primer aniversario del 7-O, más de un 20% de los sondeados está interesado en abandonar el país. Según datos del diario 'Haaretz', entre octubre de 2023 y marzo de 2024, 42.185 israelíes (un 12% más que el mismo periodo del año anterior) emigraron al extranjero y en julio todavía no habían regresado, frente a los 24.357 judíos (un 56% menos) que se mudaron a Israel.

El Arabeska no cerrará sus puertas, se queda al cargo Amal. Y seguirá siendo un rincón de convivencia. Pero la partida de Akram e Idan es un fracaso para Israel y para el ideal de una sociedad inclusiva y plural.

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