Conflicto en Oriente Próximo
El trauma y la división se enquistan en Israel un año después de la única tregua en Gaza
"No hay ningún israelí que haya empezado a sanar", afirma la psicóloga especialista en trauma Einat Kauffman, que ha tratado a víctimas y familiares de muertos y secuestrados

Homenaje a los 384 muertos y 44 secuestrados en el Festival Nova, en Reim, el 7 de octubre de 2023. / LAURA PUIG
Las calles de Jerusalén no son las mismas desde el 7 de octubre de 2023. El peor ataque sufrido por Israel en sus 76 años de historia y la brutal represalia contra Hamás en la Franja de Gaza, que continúa un año y casi dos meses después, las vació de su bullicio habitual. Muchas tiendas están cerradas y en las que mantienen la persiana levantada sus vendedores pasean la mirada aburrida por las estanterías, sin clientes a los que atender. Frente al Muro de las Lamentaciones, poco movimiento también, más en la parte de las mujeres que en la de los hombres. Y a los miradores del Monte de los Olivos, desde donde se divisa en todo su esplendor la ciudad sagrada para las tres principales religiones monoteístas, no se asoma ni un alma. Mientras, en Tel Aviv, aunque están muy presentes las huellas dejadas por el brutal zarpazo de Hamás y la contienda bélica, el trasiego por el mercado de Levinsky es constante y los bares, restaurantes y discotecas del barrio de Lev Ha’ir están abarrotados un jueves noche víspera del fin de semana judío.

Una calle comercial de Jerusalén sin apenas compradores, el pasado 19 de noviembre. / LAURA PUIG
Son dos caras de una misma moneda que reproducen la dualidad de la sociedad israelí frente al ataque terrorista del 7-O, que se saldó con 1.200 muertos y 250 secuestrados, y la cruenta guerra contra el vecino del sur, que acumula ya más de 44.000 muertos a los que se suman los casi 4.000 en el Líbano, donde la semana pasada se acordó un alto el fuego. Una sociedad en shock que es incapaz de salir del trauma y que se encuentra fuertemente dividida entre los que quieren que paren las bombas y lograr el inmediato regreso de los 101 secuestrados que siguen en el enclave palestino y los que opinan que hay que seguir adelante hasta lograr la aniquilación total de Hamás, sea cual sea el precio a pagar. Un trauma y una división revividos en los últimos días, cuando se ha cumplido un año de la única tregua –entre el 24 de noviembre y el 1 de diciembre de 2023– en el enclave palestino sin visos de que se reedite en el corto plazo.
Según una encuesta del Instituto para la Democracia de Israel publicada con motivo del primer aniversario del 7-O, el 53% de los entrevistados considera que ha llegado el momento de poner fin a la guerra, frente a un 36% que está en contra. Por grupos, entre la mayoría judía (73% de la población) la opinión está mucho más polarizada, con un 45% a favor y un 43% en contra, que entre la minoría árabe (21% de la población), donde el apoyo al fin del conflicto se eleva hasta el 93% frente a un 5% que se opone.
Otro sondeo, este de la Universidad Hebrea de Jerusalén, destaca que el 62% de los israelíes cree que la mayor amenaza para el futuro del Estado viene de sus divisiones internas. Y mientras en octubre de 2023 un 77% consideraba que el 7-O conduciría a una mayor unión, un año después solo el 40,2% opina que hay más cohesión mientras que el 40,6% sostiene que ha provocado más divergencias.
Anclados en el 7-O

Coches calcinados durante el ataque del Hamás del 7 de octubre de 2023 en un desguace próximo al lugar donde se celebró el Festival Nova. / LAURA PUIG
"No hay nadie en Israel que no esté afectado por el trauma", explica Einat Kaufman, psicóloga que ha tratado a supervivientes del 7-O y a familiares de víctimas, durante un encuentro con periodistas en Tel Aviv. Según Kaufman, el país se encuentra viviendo en una especie de 7 de octubre perpetuo y no ha podido dar ningún paso hacia adelante. "La situación no ayuda. Todavía tenemos guerra, bombas, secuestrados en Gaza... No hay ningún israelí que haya empezado a sanar", subraya.
Esta psicóloga ha tratado también con soldados y vaticina un trance de futuro: "El problema de los militares se ha silenciado mucho. Es una bomba que está a punto de explotar". A su juicio, este manto hermético se mantiene para evitar deserciones o mayor inquietud entre los familiares. Y sostiene que hay casos de suicidio "pero se están silenciado también".
Los niños lo están pasando muy mal. Pablo Gabriel Kapustiansky, residente en el kibutz de Reim, uno de los atacados por Hamás, lo corrobora: "Algunos no quieren salir de casa, otros tienen comportamientos extraños, se autolesionan". Pablo es uno de los 50 residentes del kibutz que decidieron regresar; 200 están viviendo ahora en Tel Aviv y otros se han marchado al extranjero. Los terroristas mataron allí a siete vecinos y secuestraron a otro, que ya está en libertad.
Entre los muertos de aquel día en Reim está Dvir, el exmarido de Reut Karp. Le asesinaron junto a su novia frente a dos de sus hijos, de 11 y 9 años. Los terroristas no hicieron nada a los pequeños y con un pintalabios escribieron en una pared: "Al Qassam (las brigadas Ezzeldin al Qassam, el brazo armado de Hamás) no mata niños". Reut vive ahora en Tel Aviv con sus dos hijos pequeños y la mayor, de 14 años, y ha decidido canalizar el trauma por la muerte de su exmarido abriendo el Café Otef en el que vende bombones elaborados siguiendo las recetas de Dvir, que era chocolatero. Los trabajadores son gente de los kibutzim y otros lugares evacuados. Tiene pensado regresar a Reim en junio, cuando acabe el curso escolar. "Mis hijos también quieren volver, aunque les da miedo. Pero en Tel Aviv no salen de casa, no tienen amigos, nadie les entiende. Están muy aislados", explica.
Traer de vuelta a los rehenes

Mensajes y dedicatorias para los rehenes en manos de Hamás en la bautizada como 'plaza de los secuestrados' de Tel Aviv. / LAURA PUIG
El rescate de los rehenes es el principal objetivo de la guerra en Gaza para la mayoría de israelíes. Sus rostros están omnipresentes en calles y plazas del país, igual que los lazos amarillos, el símbolo escogido para esta causa. También una mayoría opina que se debería poner fin al conflicto bélico porque pone en peligro a los secuestrados, aunque esta cuestión es más divisiva.
"Hay gente que se niega a pagar un precio exorbitante para liberar a los rehenes. ¿Qué es un precio exorbitante? ¿Qué precio debo pagar por mis hijos? ¿Qué harías tú si tuvieras un hijo secuestrado?", se pregunta Itzik Horn, padre de Jair y Ethan, de 45 y 37 años respectivamente, secuestrados por los terroristas en el kibutz de Nir Oz. En una reunión en la sede del Foro de Familias de Secuestrados y Desaparecidos, en Tel Aviv, Itzik se muestra también muy crítico con el Gobierno de Binyamín Netanyahu. "Es el responsable y el culpable de lo que pasó. Me siento abandonado por el Gobierno y seguramente nos utilizan para seguir con la guerra", señala este israelí de origen argentino de 72 años, que ha sentido en sus carnes la polarización de la sociedad: "A mí me ha insultado por la calle".

Itzkik Horn, en la sede del Foro de Familias de Secuestrados y Desaparecidos, en Tel Aviv. / LAURA PUIG
Víctor Harel, exembajador de Israel en España coincidiendo con los gobiernos de José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, también apunta a Netanyahu como el principal responsable de que los rehenes sigan en Gaza. "Estamos convencidos de que podría haberse liberado a los secuestrados hace seis meses, cuando (Yahya) Sinwar (el líder de Hamás y cerebro del 7-O, asesinado por Israel el pasado 17 de octubre) aceptó una propuesta de alto el fuego. Pero por intereses de Netanyahu, que tiene causas abiertas por corrupción, no se hizo", sostiene. "No es posible que ciudadanos israelíes lleven más de 400 días secuestrados. Deberíamos haber hecho mucho más, poner su liberación por encima de todo lo demás".
Y, según Harel, si el trauma es "tremendo" para Israel, también lo es para Hamás. Asediado por el Ejército israelí, la única garantía que tiene ahora el grupo palestino son los secuestrados, subraya el diplomático. "Es lo único que tienen, lo único que les queda" para negociar.
Gaza también merece una reflexión para el exembajador, que rechaza que los atentados del 7-O y la posterior guerra sean un punto de no retorno en las relaciones de Israel con los palestinos. "Vivimos a su lado. No podemos ignorar su dolor, no podemos creer que todos los palestinos son terroristas", añade. Pero, como sucede en todos los traumas, la recuperación del contacto requerirá "tiempo". La cuestión es cuánto tiempo y, como decía Itzik, a qué precio.
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