Francia

Macron, de la cómoda reelección a las caceroladas en un año desperdiciado

Este domingo se cumple el primer año del segundo mandato del presidente francés, Emmanuel Macron

Emmanuel Macron.

Emmanuel Macron. / EP

Enric Bonet

De una reelección aparentemente cómoda a la impopularidad y las caceroladas. Este domingo se cumple el primer año del segundo mandato del presidente francés, Emmanuel Macron. Unos 365 días que han desembocado en uno de los periodos más delicados de su presidencia: la crisis por la subida de la edad mínima de jubilación de 62 a 64 años (con 43 años cotizados para recibir una pensión completa). Si bien los inicios de un mandato —incluso en el caso de una reelección— solían ser en Francia un periodo de gracia e iniciativa presidencial, esta vez han resultado complicados, prácticamente monopolizados por una sola medida. Un bache que amenaza con marcar el resto del quinquenio del dirigente centrista.

“El pueblo francés no prorrogó el mandato que se termina. Este pueblo nuevo, distinto al de hace cinco años, confió a un presidente nuevo un mandato nuevo”, aseguraba Macron el 7 de mayo del año pasado en el acto de investidura en el palacio del Elíseo. Un año después, pocos franceses vislumbran a este “nuevo” jefe del Estado. Este primer año del Macron II lo ha devuelto a su casilla original, aquella que le hace más daño políticamente: la del “presidente de los ricos”. 

Hasta un 65% de los franceses considera que sus políticas favorecen a los “más acomodados”, según un sondeo de Elabe para BFM TV, publicado a finales de abril. Un porcentaje que subió diez puntos en el último año. En paralelo, su popularidad ha caído de manera significativa: del 38% de los franceses que confiaban en él en mayo del año pasado a solo el 25% actualmente, según un estudio de opinión del mismo instituto. Representa los niveles de confianza más bajos desde la revuelta de los chalecos amarillos a finales de 2018.

Un primer año “fracasado”

Estos 365 días “han representado un fracaso político. Aunque Macron ha logrado adoptar su reforma de las pensiones, ha evidenciado que será muy complicado para él gobernar sin mayoría absoluta en la Asamblea Nacional”, explica a EL PERIÓDICO DE CATALUNYA, del grupo Prensa Ibérica, la politóloga Agathe Cagé, presidenta de la consultoría Compass Label. Pese haber sacado adelante una de las medidas más icónicas —e impopulares— de su programa, sale debilitado del actual conflicto social. El hecho de haberla aprobado con un “decretazo” y con todos los sindicatos y cerca del 70% de los franceses, según los sondeos, en contra ha tenido un precio. Bastante elevado.

Tras la promulgación de esa medida el 15 de abril, el presidente propuso “100 días para la tranquilización y la acción”. Un plazo que muchos compararon a los 100 días de Napoleón que concluyeron con su derrota en Waterloo. Más allá de esa anécdota histórica, este plazo de 100 días dado por Macron resultó una manera de reconocer que este año había sido un fracaso, un desperdicio. “Es sorprendente que anuncie 100 días para calmar el país cuando en realidad este plazo suele darse en el inicio de un mandato, no en el inicio del segundo año”, afirma Cagé.

“Macron intenta ganar tiempo”, sostiene el periodista Ludovic Vigogne, quien sigue la derecha y el centro para el diario liberal L’Opinion. Tras unos primeros meses del año centrados en política internacional y en que dejó a su primera ministra, Élisabeth Borne, en primera línea del polvorín de las pensiones, el presidente multiplicó desde finales de abril los desplazamientos en el territorio galo. Algunas de estas visitas han resultado agitadas y los sindicalistas le organizan caceroladas. Pero también recuerdan el “gran debate” de principios de 2019, en parte, una campaña encubierta para las europeas de ese año que le sirvió para remontar la situación tras el difícil periodo de los chalecos amarillos.

Doce meses después de haber iniciado su segundo mandato, el presidente de Francia atraviesa uno de los periodos más complicados debido a la reforma de las pensiones

¿Esta vez logrará lo mismo? ¿Volverá a caer de pie? “Macron vivió muchas crisis en su primer mandato (chalecos amarillos, covid-19, guerra de Ucrania…). Su entorno confía en que cuatro años es mucho tiempo y puede haber algún momento, alguna crisis, que le permita remontar la situación”, destaca Vigogne. Confía en el factor tiempo. En Francia no habrá elecciones hasta las europeas del año que viene. Este margen de maniobra, sin embargo, podría ser un arma de doble filo. 

Guerra de sucesión

Pese a la oleada de protestas en los últimos meses —las más multitudinarias en este siglo XXI—, el dirigente centrista no parece dispuesto a hacer grandes concesiones sociales. Así lo muestra la agenda legislativa de los próximos meses: una ley sobre la “industria verde”, un texto para que las pequeñas empresas con beneficios los repartan un poco mejor con sus asalariados o una reforma laboral que obligará a trabajar y formarse durante 15 o 20 horas a aquellos que cobren el equivalente galo del ingreso mínimo vital.

Tras un primer año marcado por la gestión de la inflación, la difícil aprobación de los presupuestos —el Ejecutivo recurrió hasta diez veces al polémico decreto 49.3 para ello— y la reforma de las pensiones, lo previsto en el segundo se enmarca en la continuidad. “Macron da la sensación de no tener grandes propuestas para el futuro de Francia”, critica Cagé. El año pasado, durante la campaña de las presidenciales, el presidente “pensó mucho en su reelección, era prácticamente su obsesión. Pero no reflexionó demasiado en qué iba a hacer ni a quién nombraría en Matignon”, sostiene Vigogne, autor del libro Les sans jours (un juego de palabras con les cent jours) sobre los primeros meses letárgicos de este segundo mandato.

Muchos ven en ese periodo las raíces de las dificultades actuales. Entonces, el macronismo perdió la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, algo poco habitual en Francia. También nombró, entonces, a la primera ministra Borne, una decisión tomada en el último momento después de que Macron estuviera a punto de elegir a Catherine Vautrin, de la órbita de la derecha republicana.

Un año después, Borne sale muy debilitada del pulso por las pensiones. Se ha consagrado como “la primera ministra más impopular” de la presidencia macronista, recuerda Vigogne. Aunque muchos especulan con la fecha de caducidad de la actual primera ministra, la dificultad de nombrarle un sucesor es la falta de aspirantes que sirvan al presidente para compensar su principal problema en estos momentos: la falta de mayoría absoluta en la Asamblea Nacional.

Además, alguno de los aspirantes a Matignon —el ministro del Interior, Gérald Darmanin, o el de Economía, Bruno Le Maire— ya piensan en su posible candidatura en las presidenciales de 2027. Macron no podrá optar a su reelección debido a la limitación constitucional de mandatos. La “guerra de sucesión ya ha empezado”, recuerda Vigogne. Entre los posibles aspirantes, como el exprimer ministro Édouard Philippe, crece la sensación de que, si quieren tener opciones en esos comicios, “deberán marcar sus distancias con el actual presidente”, defiende este reportero político.

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