Sequía

Israel, de país deficitario en agua a país exportador

El estado hebreo vivió una dura sequía entre 2005 y 2008 que le sirvió para sentar las bases de un plan estratégico de gestión del agua, considerado un modelo de éxito por la OCDE

La desalinizadora del Llobregat.

La desalinizadora del Llobregat.

Heriberto Araújo

En invierno de 2008, Israel enfrentaba un desastre hídrico. El ciclo de la sequía, iniciada en 2005, alcanzaba su auge y amenazaba con causar daños irreparables al mar de Galilea, la mayor reserva acuífera del país hebreo (está situada 200 metros bajo el nivel del mar y es un lugar histórico por su importancia bíblica). Aquel cuadro dramático era el resultado no solo de la escasez de lluvias, sino también de la sobreexplotación por parte de la agricultura de regadío y de los trasvases ilegales.

Fue entonces cuando la Autoridad del Agua, una agencia interministerial fundada en 2007, tomó cartas en el asunto. Lo primero que hizo fue lanzar una campaña nacional para concienciar a la población de que, en un país con la mitad de su territorio cubierto por desierto y con la demografía en pleno auge, el agua dulce era un bien que había que conservar, reusar e incluso producir. Así, funcionarios de las Autoridad del Agua se reunieron con campesinos y participaron en campañas puerta por puerta para convencer a los usuarios urbanos a tomar duchas más cortas.

En paralelo, el país puso los cimientos de un sistema hídrico único en el mundo que se sustenta sobre tres pilares: uso de agua regenerada, producción masiva de agua desalinizada, e inversión a largo plazo para construir una compleja y extensa red de tuberías que abarca todo el país y permite llevar el agua allí donde más necesaria es. Se trata de un sistema que, como escribieron el año pasado cuatro científicos de la Universidad Hebrea de Jerusalén , “esencialmente convierte el país en una única cuenca desde el punto de vista de la gestión del agua".

Un ejemplo de éxito

Ese sistema integrado ha proporcionado a Israel resultados espectaculares que algunos analistas estiman estratégico incluso para su política exterior con las naciones árabes. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) lo mencionó recientemente como un ejemplo de éxito. “Israel consiguió adaptarse a su clima árido, a su escasez de recursos hídricos y a la incertidumbre climática. Su consumo de agua per capita está entre los menores de los países de la OCDE (138 m3 per capita comparado con 691 m3) y es el mayor usuario de agua regenerada para usos agrícolas de la OCDE: más del 87%de las aguas depuradas se reúsa para la agricultura”, reza un reciente informe del organismo .

Tras una serie de experimentos fallidos para inducir lluvia por medio de bombardear nubes con yoduro de plata, una polémica técnica que se hace en China para limpiar la atmósfera y que se probó durante algún tiempo en las Islas Canarias[ER3] , el país apostó por la desalinización. Desde 2005 ha construido cinco grandes plantas desaladoras de agua de mar que fueron erigidas a orillas del Mediterráneo. Hoy abastecen al país con el 40% de sus necesidades de agua dulce. Un 85% de ese agua desalinizada se usa para el suministro de hogares.

La desalinización, un proceso que ya llevan a cabo, en menor escala, cientos de plantas repartidas por el Mediterráneo español y las Canarias, no es una bicoca. Requiere un alto uso de energía para transformar —por lo general utilizando el proceso de ósmosis inversa— agua salada en potable, lo que plantea serias incongruencias en nuestra era de recorte de emisiones de CO2. Sin embargo, la eficiencia energética ha mejorado mucho en los últimos años y en el caso de Israel la desalinización forma parte de una estrategia mayor que pretende dotar de resiliencia al país ante los peores escenarios del calentamiento global.

También le sirve para acometer una paulatina diplomacia del agua que ha dado frutos concretos. En noviembre del año pasado, por ejemplo, durante la 27ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27), Israel, Jordania y los Emiratos Árabes Unidos firmaron un acuerdo para intercambiar agua desalinizada por energía eléctrica de origen solar. El pacto prevé que Israel suministre 200 millones de metros cúbicos de agua desalinizada a Jordania y, a cambio, reciba 600 megavatios (MW) de sus granjas solares.

El último gran hito de su plan hídrico fue lanzado en diciembre. Justo cuando en Catalunya ya se especulaba con la posibilidad de vaciar el pantano de Sau para evitar que sus pírricas reservas se echaran a perder, Israel inauguró una tubería que vierte el excedente de agua desalinizada en el mar de Galilea. Es la primera vez en el mundo que se usa agua desalinizada para rellenar un lago de agua dulce. Esta iniciativa sin parangón, destinada a preservar la reserva estratégica de agua dulce, ha suscitado críticas por su alto coste (una inversión de más 200 millones de dólares). Sin embargo, los gestores de la Autoridad del Agua lo tienen claro. “Israel demuestra que está liderando con fórmulas innovadoras y una planificación creativa la lucha contra el cambio climático”, dijo el director Yehezkel Lifshitz mientras el flujo del agua mediterránea desalada era vertido en el lago.

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