Catástrofe natural

Los traumas y el miedo a un futuro incierto acechan a los supervivientes del terremoto de Turquía y Siria

Con más de 37.000 de muertos, los supervivientes del seísmo viven entre la desesperación de haberlo perdido todo y un presente incierto

Dos habitantes de Alejandreta observan un edificio derrumbado por el terremoto.

Dos habitantes de Alejandreta observan un edificio derrumbado por el terremoto. / Reuters

Adrià Rocha Cutiller

Es el primer día y el estrés agita un lugar ya de por sí tensionado por el terremoto que hace una semana sacudieron con gran virulencia Turquía y Siria. "Oigan, ¿dónde dejo el camión con el agua? ¿Les hace falta?", llega un hombre gritando. El jefe del hospital de campaña duda, pregunta, dice que ellos no la han pedido pero que de acuerdo, que les será útil. "Ahí detrás, por la puerta de atrás", contesta en español el coordinador del centro. Un traductor se lo transmite al hombre del camión, que se larga sin mediar palabra. De nuevo, el estrés del primer día.

La instalación es un conglomerado de tiendas de campaña al aire libre que, este lunes, ha abierto la Agencia de Cooperación Española ante un campo de refugiados del terremoto en la localidad de Alejandreta, una de las más afectadas del país anatolio. En total, entre Turquía y Siria, la cifra de muertos a consecuencia del seísmo supera ya las 37.000 personas.

"Es muy importante que haya una atención primaria, porque los hospitales locales están desbordados con pacientes que atendieron en los primeros momentos del terremoto. Hay muchas personas desplazadas que se han quedado sin vivienda y también sin sanidad: no tienen acceso", explica Yolanda Barrios, coordinadora médica de este hospital.

La necesidad de atención sanitaria en la región era imperante: hace justo una semana, antes del terremoto, en Alejandreta había dos hospitales. Este lunes, una semana después, uno de ellos está totalmente derrumbado; el otro, en parte.

"Todo lo que nosotros podamos tratar aquí lo hacemos para que no llegue allí [a la sanidad turca]. Es un favor que hacemos para que los pacientes puedan ser tratados y apoyar el sistema de salud local", explica Barrios. A su espalda, decenas esperan: algunos están heridos. La mayoría, sin embargo, no. Son, sobre todo, personas con enfermedades crónicas y dolencias algo menores. Con la sanidad turca desbordada por las decenas de miles de heridos del terremoto, miles han visto cómo las puertas a los hospitales turcos se les cerraban.

En guardia ante el cólera

La situación de emergencia, en las 10 provincias turcas afectadas —además del noroeste de Siria—, es distinta en cada caso, pero algo es común en todos los lugares: las condiciones sanitarias y la llegada de ayuda higiénica ha tardado o es, ahora mismo, casi inexistente. El temor de que las condiciones de muchos pueblos y campos de refugiados deriven hacia un brote de cólera o fiebre tifoidea es real.

"Nosotros estamos preparados para tratar un posible brote porque tenemos los elementos necesarios. No puedo aventurar si va a haber uno o no. La única posibilidad que veo ahora mismo es que viniese gente del otro lado de la frontera, donde está reportado que hay casos de cólera. En este lado no, y solo con presencia de la bacteria en aguas fecales puede ocurrir la transmisión", explica Marçal Trigo, técnico de tratamiento de agua, saneamiento e higiene en el hospital de campaña.

Sin embargo, hay mucho más que un peligro inminente de epidemia psiquiátrica. En la región, antes del terremoto, vivían cerca de 13 millones de personas. Todas ellas han sido afectadas, todas ellas tienen muertos entre sus familiares y amigos cercanos. Algunos de ellos —los que no han tenido el dinero ni los recursos para hacerlo— siguen atrapados en sus regiones. Este terremoto significará un antes y un después para Turquía.

Resiliencia y expectativas de mejora

"La gente se encuentra muy angustiada, sobre todo por el temor que han pasado durante el terremoto, pero también tienen miedo de que vuelva a repetirse. Están habiendo réplicas a diario y eso hace revivir la situación que vivieron cuando ocurrió el seísmo hace una semana. Muchos piensan que va a volver a suceder", explica el psiquiatra Ricardo Angora, miembro del equipo del hospital de campaña español de Alejandreta.

"Lo más importante es hacer intervenciones para gestionar el miedo y el estrés. Muchas de estas personas han estado trabajando toda su vida para tener una casa y ahora se quedan sin nada. Eso es muy frustrante y muy angustiante para cualquiera, y luego está la incertidumbre sobre lo que va a suceder a partir de ahora. Por eso es muy importante trabajar estos aspectos con ellos: la resiliencia, fortalecer su capacidad de poderse rehacer, darles expectativas de que van a poder salir a delante", añade Angora.

El trabajo, sin embargo, es mayúsculo, casi imposible. El doctor lo acepta: tratar un paciente con un trauma personal es una cosa; tratar un trauma colectivo es bien distinto. "Se convierte todo en algo mucho más complicado —dice Angora—. Cuando se produce un trauma colectivo, la intensidad del trauma es mayor que cuando se produce a nivel individual, porque se produce una especie de contagio del trauma, un contagio del estrés que la gente está viviendo".

Turquía, en las próximas semanas, empezará a recuperarse del shock de sus decenas de miles de muertos y sus ciudades perdidas. Y entonces surgirá, seguro, la pregunta más difícil: ¿Y ahora qué?

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