China ha emprendido las mayores maniobras militares de la Historia en una zona en la que abundan. Tres grandes crisis contaba el estrecho de Formosa, un hilo marino de apenas de 130 kilómetros que separa China y Taiwán, antes de que la congresista Nancy Pelosi pateara el avispero asiático con su visita a Taipei. Once misiles chinos cayeron en aguas taiwanesas el día posterior a su marcha, una medida inédita en casi 20 años. Tampoco es frecuente que los barcos y aviones chinos crucen la línea media del estrecho, una frontera oficiosa que Pekín no reconoce pero acostumbra a respetar.

Los ejercicios militares pretenden un bloqueo de facto de la isla. Se desarrollarán hasta el domingo en seis áreas que rodean su perímetro y que en algunos puntos del litoral sólo distan una veintena de kilómetros del litoral. Es el caso de la sureña Kaohsiung, tercera ciudad taiwanesa, que ha quedado sin salida al mar. Las maniobras entorpecen el tráfico marítimo y han obligado a varias aerolíneas a cancelar vuelos y buscar rutas alternativas. El Gobierno de Japón también ha reportado la caída de cinco misiles balísticos disparados por China en aguas pertenecientes a su zona económica especial (EEZ) y ha trasladado una protesta a Pekín.

Las maniobras militares son un mal menor. China había prometido “contundentes” respuestas militares que no desveló cuando arreciaron los rumores sobre la visita de Pelosi. El acoso de cazas al avión estadounidense o el aterrizaje forzoso en el continente, opciones con las que especulaban los analistas, rozaban la declaración de guerra. Quedaban las maniobras militares, descartadas por irresponsables las anteriores, y a China se le planteaba otro problema: cómo evidenciar al mundo su excepcional indignación con una medida rutinaria. La respuesta es el despliegue, duración y armamento de los ejercicios actuales. Es descartable, sin embargo, que aproveche la situación para cambiar el statu quo.

Sanciones económicas

Cuando el domingo se apague el fragor quedarán las sanciones económicas, menos mediáticas pero más dañinas. China ha detenido la importación de variados productos alimentarios isleños y la exportación de arena natural de donde saca el silicio con el que fabrica sus chips y semiconductores. China es el principal socio comercial de Taiwán y un bloqueo económico se antoja más peligroso que un puñado de misiles disparados al mar.

Taipei aludió a los misiles para lamentar la deriva norcoreana de China. Los lamentos también llegaron de Japón, cuya isla de Okinawa no está alejada de Taiwán. Asegura Tokio que cinco misiles chinos cayeron en su Zona de Exclusión Económica. Quizá por esa denuncia, por los reciente guiños solidarios de Japón a Taiwán, o por el comunicado del G-7, China canceló la reunión que su ministro de Exteriores, Wang Yi, iba a mantener con su homólogo, Yoshimasa Hayashi, en los márgenes de la cumbre del ASEAN, la organización de los países del sudeste asiático. El G-7, del que Japón forma parte, había acusado horas antes a Pekín de aprovechar la visita de Pelosi para aumentar su actividad militar en el estrecho. La respuesta china fue airada. Aludió tangencialmente al pasado colonialista de sus miembros, del que China fue víctima destacada, y recordó que ya no estamos en el siglo XIX. También defendió las maniobras como “razonables y legítimas para proteger la soberanía e integridad territorial” y acusó a Estados Unidos de crear la crisis actual.

Desde Pekín se insiste en el sinsentido: conocía de sobras Washington la relevancia para China del asunto taiwanés y, por si acaso, se lo había recordado con insistencia en los últimos días e informado de las graves consecuencias. Pelosi siguió adelante con un viaje que su presidente había considerado como “una mala idea” y que ha sido descrito en los principales medios estadounidenses de provocador y temerario.

La presidenta de la Cámara de Representantes ha continuado en Corea del Sur su periplo asiático que, superada la etapa taiwanesa, se desliza hacia la irrelevancia. En Seúl ni siquiera ha conseguido audiencia del nuevo presidente, Yoon Suk-yeol, que ha alegado descanso vacacional. Debaten los expertos si Yoon pretende evitar la ira china, evidenciar su desacuerdo con su visita a Taiwán o ambas. Pelosi acudió a Panmunjon, la célebre aldea en la frontera coreana, un día después de que Pionyang definiera a Estados Unidos como el “jefe mafioso de la proliferación nuclear”.