Las reuniones del G-20 son la perfecta pesadilla del anfitrión: invitados que no se hablan, desgracias de última hora y viandas desperdiciadas. Con eso lidia Indonesia, superadas sus mejores intenciones por un clima enturbiado por la guerra en Ucrania. De Bali partirán los ministros de Exteriores de los 20 países sin declaración conjunta, foto de grupo ni cena protocolaria. Certifica el fracaso de una reunión que ya había empezado con mal pie. La ministra británica, Liz Truss, abandonó Indonesia en la víspera por la renuncia de Boris Johnson y el asesinato del exprimer ministro japonés, Shinzo Abe, enluteció la política internacional.

El plan era bueno. Consistía en juntar en la isla de playas de aguas prístinas por primera vez desde la invasión rusa a muchos de los principales actores para atemperar los ánimos. Sobre Indonesia no hay recelos de parcialidad. Su presidente, Joko Widodo, fue el primer líder asiático en visitar los dos países en conflicto y su ministra de Exteriores, Retno Marsudi, animó a los congregados a solventar los conflictos "en la mesa de negociaciones y no en el campo de batalla". "Es importante crear una atmósfera de cordialidad", añadió.

No funcionó. Serguéi Lavrov, enviado de Moscú, denunció algo parecido al bullying. Las potencias occidentales, afirmó, ignoraron las negociaciones sobre asuntos económicos globales y "tan pronto entraron en la sala se emplearon en la frenética crítica a Rusia". "Agresores, invasores, ocupantes… hemos escuchado un montón de cosas hoy", añadió. A Lavrov, bregado en mil batallas, se le agotó la paciencia. Abandonó la reunión de la tarde tras soltar su discurso y sin esperar las contestaciones del resto, reveló Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea. "No es una actitud demasiado respetuosa", juzgó. La marcha precipitada de Bali de Lavrov dio esperanzas de salvar la cena porque algunos representantes habían prometido ausentarse si aparecía el ministro ruso.

Condena "casi unánime"

A Lavrov ya le habían ignorado antes. Varios representantes como el alemán y el estadounidense aclararon que no aprovecharían la cumbre para las reuniones privadas. Antony Blinken, enviado de Washington, no lo consideró necesario. "Nos gustaría que los rusos nos dieran una razón para mantener una reunión bilateral pero lo único que emana desde Moscú es más brutalidad y agresiones contra la gente de Ucrania", razonó. Lavrov contestó que no insistirá. "No hemos sido nosotros los que hemos abandonado el contacto, ha sido Estados Unidos", afirmó.

Una fuente citada por la agencia AFP sostiene que en Bali se alcanzó una condena "casi unánime" a Rusia. Ese "casi" es una interpretación optimista porque concurren varios miembros de los BRICS, la organización de los países en vías de desarrollo, que han rechazado las sanciones en bloque.

Lavrov había charlado en la víspera con su homólogo chino, Wang Yi, al que informó de cómo va la "operación militar especial" en Ucrania. También compartieron sus impresiones sobre las acciones de Occidente y calificaron de inadmisibles las sanciones unilaterales al margen de la ONU, según el comunicado ruso. No es raro que Pekín mitigue la afinidad que sugieren las versiones rusas.

Wang hablará este sábado con Blinken tras varios meses de silencio entre las dos superpotencias. Es probable que el segundo le afee al primero el presunto apoyo a Moscú y este lamente los pertinaces esfuerzos estadounidenses por difamar a China. En Pekín se percibe la irritación por los intentos de Washington de presentarla como parte del conflicto cuando no ha abandonado la neutralidad ni ha prestado el auxilio militar a Moscú que anunció Washington. "Ese presunto orden internacional no es más que un sistema diseñado por un puñado de países para servir los intereses de Estados Unidos", ha afirmado este viernes el Ministerio de Exteriores chino.

La cumbre actual de ministros de Exteriores es apenas un entremés de la de presidentes planeada para noviembre en Bali. Estados Unidos y socios occidentales han amenazado con boicotearla si acude Vladímir Putin. Indonesia, en su esforzada labor del perfecto anfitrión, no sólo ha confirmado la invitación al líder ruso sino que ha cursado otra a Volodímir Zelenski, presidente ucraniano. Su intención es loable pero, vista la jaula de grillos de este viernes, es improbable que ningún protocolo salve una reunión de Biden, Zelenski y Putin.