Járkov se ha convertido en estos días nuevamente en un inmenso campo de batalla, en el que está siendo imposible contar el número de estallidos diarios, que se oyen procedentes de las afueras pero también de distintas partes de la ciudad. La situación en la estratégica urbe ucraniana, la segunda del país en población, ha empeorado con la reactivación de la ofensiva rusa en la homónima región, hace ahora algo más que una semana. Los disparos se escuchan con particular intensidad en las noches -el horario entre las once de la noche y la medianoche es uno de los favoritos para los estallidos más estruendosos-, aunque, cada día con mayor frecuencia, también a plena luz del día

La población de Járkov, muchos de los cuales han retornado a la ciudad en las últimas semanas, han así asumido lo que las fuentes militares comentan sólo a micrófono apagado. La situación es particularmente preocupante en el norte de la región, en pueblos como Ruska Lozova -a unos 20 kilómetros de la ciudad de Járkov-, aún en manos ucranianas pero que sufre ataques constantes con morteroscañones y artillería, según fuentes ucranianas. Pero las tropas rusas también acosan en el sureste, entre otros en los alrededores del embalse del Pechenihy -que hasta ahora ha hecho de confín entre los territorios ya ocupados y la primera línea ucraniana-, así como al sur de esta zona. Y, de igual manera, los ataques también están afectando a Chugúyev, ciudad a una cuarentena de kilómetros al sureste de Járkov por la carretera que conduce a la ocupada Izium.

El Ejército ruso "está empujando cada vez más, y ahora ya alrededor del 30% de la región está en sus manos”, sintetiza a esta periodista una fuente militar ucraniana. “Todos los días bombardean y todos los días muere gente”, explica otro funcionario de la administración de la comarca de Chugúyev, al hablar también en condición de anonimato.

Con ello, la advertencia de las autoridades es la de evitar los desplazamientos innecesarios fuera de Járkov y prestar atención a las sirenas antiaéreas, que, con la contraofensiva ucraniana de mediados de mayo -que parecía haber frenado el avance ruso-, habían dejado de sonar con tanta asiduidad. Así y todo, todos los días la propia ciudad amanece con nuevos edificios destrozados y calcinados. Unos, de uso civil; otros, que se sospecha son usados por las tropas que están defendiendo la zona.

Muy escépticos

En este clima, la jarkovitas se muestran muy escépticos que las hostilidades cesen a corto plazo, o incluso después del verano. Ahora ya no hay grandes problemas de abastecimiento en la ciudad -la gasolina, que llegó a escasear hace un mes, se consigue con facilidad-, pero el nerviosismo y el cansancio por el conflicto también se refleja en los tantos jóvenes hombres que intentan esquivar a los soldados desplegados por la ciudad para reclutar a nuevos ciudadanos para la guerra.

El Ejército regular, la guardia nacional y batallones de unidades especiales son los que defienden las zonas no ocupadas hacia el noreste y la ciudad de Járkov. Entre ellos está en batallón Kraken, una unidad de Járkov que trabaja con el Ejército ucraniano y que en sus filas tiene exmiembros del batallón nacionalista Azov. “Ahora nuestra contraofensiva se ha paralizado. Atacar es siempre más duro que defender. Es momento de recibir nuevas armas y entrenamiento”, dice Vikingo, nombre en código de uno de los portavoces de este grupo. 

El número de bajas en ambos bandos es incierto. Pero los fallecidos se acumulan con el paso de los días. En un descampado de Járkov, Aleksándr, uno de los encargados de la unidad del ejército ucraniano que tiene como tarea recoger los militares rusos fallecidos en los campos de batalla, explica delante de bolsas negras que su labor sirve “para cambiarlos por sus compañeros muertos”. La guerra, a veces, también es pragmática.