Sumidos en la precipitada carrera por la definición de la segunda vuelta electoral, el 19 de junio, los colombianos volvieron hoy la vista hacia uno de los capítulos de su pasado al enterarse de la muerte en una prisión de Estados Unidos del narcotraficante Gilberto Rodríguez Orejuela, nada menos que uno de los jefes del Cartel de Cali. El Ajedrecista, como se lo conoció en sus momentos de mayor dominio territorial, falleció a los 83 años en una cárcel de Carolina del Norte, donde purgaba una condena de 30 años.

El reinado de El Ajedrecista fue poderoso, sangriento e intimidatorio, pero a la vez limitado por el cartel de Medellín y la desgastante "guerra" que habían entablado ambas organizaciones por el predominio del negocio de la droga. Con la muerte de Pablo Escobar, en 1993, a manos de la policía, los narcos de Cali parecían tener todo el negocio en sus manos. Algunos especialistas estiman que llegaron a mover hasta el 80% de la producción mundial de cocaína.

Los Rodríguez Orejuela intentaron hacer valer muy cara su victoria sobre sus rivales de Medellín al punto de ordenarle a la viuda de Pablo Escobar que viajara a Cali para aceptar una suerte de rendición incondicional: allí le advirtieron que el Cartel de Medellín debía indemnizar a los narcos que se habían enfrentado con su marido.

La caída

Rodríguez Orejuela fue sin embargo capturado a mitad de 1995 y en Cali durante la presidencia de Ernesto Samper, cuyo Gobierno estuvo marcado por la sospecha de haber recibido donaciones de esa facción criminal. En rigor, el cartel de Cali tuvo relaciones con distintas formaciones políticas, como lo reconoció el propio Rodríguez Orejuela en una carta al ex presidente Andrés Pastrana, a principios de este siglo. "Como usted y las personas que nos conocen saben, somos liberales de hueso colorado, pero antes que todo, somos demócratas. Por esta última razón ayudamos en los últimos 50 años del siglo pasado tanto a Liberales como a Conservadores".

El Ajedrecista fue condenado a 15 años de cárcel, pero la "buena conducta" en la unidad penitenciaria y una serie de informaciones que brindó a las fuerzas de seguridad obraron el milagro de una reducción de la pena. En 2002, casi apenas asumido el presidente Álvaro Uribe, fue liberado. Lo volvieron a encerrar cuatro meses más tarde para extraditarlo a Estados Unidos por un delito que no había confesado: el envío de 150 kilos de cocaína a ese país, en 1990.  "Una condena de 25 años a mi edad es cadena perpetua", le dijo a la revista Semana antes de que lo subieran a un avión con destino a Estados Unidos. La sentencia contemplaba que saldría de la cárcel norteamericana en 2034 y a los 95 años. Apenas llegó a ese país  sufrió un infarto.

En abril pasado, el defensa legal de El Ajedrecista había pedido su libertad alegando su avanzada edad y la existencia de "varias enfermedades crónicas" que ponían en riesgo su vida. Su hermano Miguel se encuentra encerrado en otra prisión de EEUU. Ambos habían reaparecido en las pantallas colombianas seis años atrás cuando se ventiló un juicio contra sus familiares por lavado de dinero. A el Ajedrecista se lo vio como una suerte de caricatura de sí mismo: anciano, con el pelo ceniciento y claras señales de deterioro físico.

El peso del narcotráfico

Si bien el Cartel de Cali forma parte de un drama pasado, el narcotráfico sigue siendo un problema de proporciones en Colombia. Así quedó demostrado en plena campaña electoral, cuando el llamado Clan del Golfo lanzó un paro armado en diferentes regiones del país para expresar su rechazo a la extradición a Estados Unidos de su jefe, Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel. El grado de violencia diseminada en numerosos municipios demostró hasta qué punto ese grupo, derivado de los paramilitares de ultraderecha, es un verdadero dolor de cabeza para el Estado.