¿Una demostración de fuerza o una reunión multitudinaria de simpatizantes de un candidato de nicho? El polemista ultra Éric Zemmour celebró este domingo por la tarde el mitin más numeroso de la precampaña de las elecciones presidenciales francesas de 2022. Seis días después de haber anunciado su candidatura, el ensayista ultranacionalista, conservador y xenófobo reunió a más de 10.000 personas —su equipo reivindicó 15.000 personas, aunque seguramente eran menos al haber sillas vacías— en el Parque de Exposiciones de Villepinte, en la 'banlieue' norte de París.

Sin duda, fue una movilización imponente —no se debe olvidar que estos macromítines resultan habituales en las presidenciales en Francia— con la que Zemmour intentará dar un nuevo empujó a su campaña, lastrada en las últimas semanas por sus provocaciones excesivas. “Gracias a todos vosotros, lanzamos la reconquista. Vamos a la reconquista de nuestro país para recuperarlo”, aseguró el polemista en un discurso ofensivo. Pocas horas antes del inicio del mitin, bautizó con el nombre de Reconquête (Reconquista) su movimiento político. Este conocido periodista, que nunca antes se presentó a unos comicios, confía unificar en un mismo bloque la ultraderecha y los sectores más duros de la derecha republicana.

Su discurso, de más de una hora, estuvo centrado en los tópicos zemmouristas, reproducidos en libros y tertulias en los últimos quince años. Según el nuevo candidato ultraderechista, que le disputa la hegemonía de este espacio a Marine Le Pen, “a los franceses hay dos cosas que les obsesionan, el temor de un gran desclasamiento y el de un gran reemplazo”, en referencia a la delirante teoría de que los franceses blancos serán sustituidos por los de origen migrante. También tuvo duras palabras contra el presidente Emmanuel Macron, al que acusó de representar la “nada”. “Nadie sabe quién es Macron porque es un don nadie”.

Periodistas y militantes antirracistas golpeados

Además de denigrar a periodistas, jueces, políticos y profesores de izquierdas, desgranó algunas medidas de su programa, que aún no anunció al completo. Propuso recetas económicas neoliberales, como disminuir las cotizaciones sociales, las tasas a las empresas y suprimir el impuesto de sucesiones. También defendió su voluntad de sacar a Francia de la comandancia de dirección de la OTAN. Sobre sus temas de predilección, la inmigración y el islam, prometió reducir “a cero la llegada de migrantes”. Para ello, dijo querer reducir “el asilo a un puñado de individuos”, suprimir las ayudas sociales a los extranjeros no europeos y expulsar a todos los migrantes sin una situación regularizada.

El acto del nuevo apóstol de la xenofobia en Francia —los sondeos lo ubican tercero, con el 12-14%, por detrás de Macron y Le Pen— resultó accidentado. Este se celebró en Villepinte en lugar del Zénith en París ante el temor de que se viera alterado por una manifestación antifascista. Hubo un amplio despliegue policial para evitar altercados entre militantes de extrema derecha y de extrema izquierda. Esto no impidió, sin embargo, que simpatizantes de Zemmour pegaran a una decena de activistas de SOS Racismo, que mostraron una camiseta en que decían “No a los racistas”. Periodistas del programa Quotdien fueron insultados y golpeados por simpatizantes, además de expulsados de la sala por voluntarios del equipo de campaña. Unas imágenes que lastraron la cuidada puesta en escena del polemista.

“Dice lo que todo el mundo piensa"

El Parque de Exposiciones de Villepinte se llenó de incondicionales del polemista. Era un público blanco, mayoritariamente masculino y con jóvenes y señores engominados. Todos ellos vestidos como pinceles. Un ambiente más parecido al de los mítines de François Fillon (derecha republicana) en 2017 que los de Marine Le Pen. “La derecha francesa está muerta. Lo que sucedió ayer (sábado) —la victoria de Valérie Pécresse nos demuestra que solo saben hacer artimañas”, dijo a El Periódico Alexandre Goulard, 21 años, un estudiante universitario que está haciendo unas prácticas en el sector industrial. “Lo que me gusta de Zemmour es que hable tan claro. Dice lo que todo el mundo piensa”, añadió.

“No es un político y no se presenta para hacer blablablá como el resto de los políticos”, defendió Louis Robinot, un parisino de 43 años, quien se presentó como “alguien poco politizado” y que “no había ido antes a ningún mitin en su vida”. Muchos de los asistentes al acto insistían en que no eran racistas y “sobre todo, no somos antisemitas”. Pero hablando unos pocos minutos con ellos reproducían los tópicos xenófobos e islámófobos presentes en una parte creciente de la sociedad francesa: “Ya no nos sentimos en nuestro país” o “No tengo nada en contra de los negros y los árabes, pero quiero que se comporten correctamente”.

“No soy racista, pero temo la islamización del mundo. El islam es una religión racista, homófoba y misógena”, afirmaba sin tapujos Catherine Schmitt, 41 años, una secretaria judicial actualmente en el paro. Aunque decía que prefería Zemmour a Le Pen ya que “es incompetente intelectualmente”, reconocía las escasas posibilidades del polemista. “Me temo que tampoco ganará”, como la líder de la RN. Pese a reunir a una multitud de incondicionales desbocados, el ensayista ultra genera miedo en una mayoría silenciosa.