El Comité de Derechos del Niño de Naciones Unidas (ACNUDH), con sede en Ginebra (Suiza) ha concluido que utilizar en un acto político a un menor vestido de uniforme y con una metralla de juguete, como hizo la semana pasada el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, debería ser considero un delito y los implicados, objeto de castigo. Bolsonaro suele imitar con sus manos el acto de disparar un arma. El gesto es, a estas alturas, un símbolo de la ultraderecha. El capitán retirado suele compartir esa mímica con los simpatizantes. En un reciente acto en Belo Horizonte, Bolsonaro subió al palco a una criatura de seis años que empuñaba un arma de plástico y celebró esa manera de divertirse.

Ochenta entidades defensoras de los derechos humanos recurrieron a la ONU y denunciaron al mandatario de valerse de niños "para estimular la política armamentística brasileña". La respuesta del comité especializado de Naciones Unidas no se hizo esperar. "Tales prácticas deben ser prohibidas y criminalizadas, y aquellos que involucran a los niños en las hostilidades deben ser investigados, procesados y sancionados". A su vez, condenó "en los términos más fuertes” la utilización de menores "por parte del presidente Bolsonaro, vestidos como personal militar y sosteniendo lo que parece ser un arma de fuego, para promover su agenda política". Recordó, en ese sentido, que Brasil es un país signatario de la Convención sobre los Derechos del Niño y tiene la obligación de garantizar que ellos "no participen en las hostilidades ni en ninguna actividad relacionada con los conflictos". Por último, el Comité pidió que no se reproduzcan más las imágenes que provocaron el escándalo.

Los activistas habían denunciado al jefe de Estado ante ACNUDH por violar el artículo 227 de la Constitución y del artículo 4 del Estatuto del Niño y del Adolescente (ECA), además de la Convención de la ONU. Bolsonaro no tiene en cuenta nada de eso. Al ver al menor durante su acto, no solo pidió que subiera al palco donde estaba. También "felicitó" a sus padres y los calificó de un "ejemplo" de "civismo, patriotismo y respeto". 

"Tengo casi 70 años. Cuando era pequeño jugaba con esto, con la pistola, con la flecha y el arco. Así es como se ha criado mi generación y crecimos como hombres sanos, fuertes y respetuosos", dijo de inmediato.

Lluvia de críticas

La Sociedad Brasileña de Pediatría dijo "lamentar" las imágenes del Bolsonaro y eclamó a los "poderes públicos" respeten la legislación que eviten esas situaciones. "Lo que está en juego es la vida y la integridad física y emocional de miles de niños y adolescentes". El Gobierno, añadió, debe reflexionar "sobre los efectos de estas acciones mediáticas y de marketing, que deben basarse en la legislación y la ética, y nunca ser mayores que el compromiso con la dignidad de la población brasileña".

Días antes de jugar con el niño de la metralleta, Bolsonaro había vuelto a animar a la población a armarse e ironizó sobre las críticas que recibe por comparar las compras de frijoles y de fusil. "Cuando alguien invade tu casa, disparas frijoles", se mofó. "Cuando más armas, menos violencia", sostuvo, y acusó a Luiz Inacio Lula da Silva, primero en las encuestas de cara a las presidenciales de 2022, de promover "el desarme del pueblo". Para el capitán retirado, tener una pistola es un derecho. "Todo el mundo tiene que comprar un rifle. La gente armada nunca será esclavizada", sostiene.

Las medidas de flexibilización en el acceso a las armas hicieron que Brasil alcanzara, en diciembre de 2020, la marca de 2.077.126 armas legales privadas, una por cada 100 brasileños, de acuerdo con el Foro Brasileño de Seguridad Pública.