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Personaje mediático

Tucker Carlson: el conservador más poderoso (y peligroso) de EEUU

La imbatible e intocable estrella de Fox News alienta un populismo desafiante, teorías conspiratorias y un discurso racial aplaudido por los supremacistas blancos

Tucker Carlson.

Donald Trump ya no tiene ni la presidencia de Estados Unidos ni el altavoz de las redes sociales, el Partido Republicano no controla ninguna de las dos cámaras del Congreso y el conservadurismo más recalcitrante perdió hace unos meses a Rush Limbaugh, el comentarista radiofónico de descomunal influencia. En ese panorama, un nombre aglutina cada vez más atención y relevancia, y también, en muchos círculos, alerta: Tucker Carlson.

Hijo de un periodista al que Ronald Reagan puso al frente de' Voice of América' y una larga trayectoria en medios de comunicación, de 'CNN' a la fundación del medio extremista 'The Daily Caller', Carlson es a los 52 años la estrella más rutilante de Fox News y de todo el ecosistema mediático de la derecha y la ultraderecha. Esta misma semana era definido en 'Time' como “el conservador más poderoso” del país y en ‘The Washington Post’ como “la voz de las quejas de los blancos”. Sus tres millones de espectadores diarios en su programa nocturno, a los que suma millones más en YouTube y desde hace tres meses los seguidores en un espacio matutino en la plataforma de 'streaming' de 'Fox', le hacen financieramente fundamental y profesionalmente intocable en la compañía de Rupert Murdoch, aunque algunas de sus más incendiarias declaraciones le hayan valido el boicot de algunos grandes anunciantes.

 “Talentoso” es uno de los adjetivos que más se usan y mejor definen a Carlson, bien sea para acompañar su definición como “comunicador” o, muy frecuentemente también, la de “demagogo”. Y si en algo se coincide también es en su poder imparable en el movimiento conservador. “Nadie tiene más peso en política republicana y conservadora, nadie”, le decía a ‘Time’ Jeff Roe, estratega republicano. “No reacciona a la agenda, marca la agenda”. Lo mismo le aseguraba al ‘Post’ Christopher Rufo, un investigador conservador: “Tucker enmarca la narrativa para las políticas conservadoras. No reacciona a las noticias, crea las noticias”.

La raza

Rufo sabe en primera persona de lo que habla. Fue el 1 de septiembre de 2020, cuando él acudió al programa de Carlson para denunciar la Teoría Crítica de la Raza, un marco académico que se empezó a desarrollar hace más de 40 años y cuya idea nuclear es que la raza es un constructo social y el racismo no un mero producto de prejuicios individuales sino algo intrínseco a sistemas legales y políticos. 22 días después, Trump dictaba una orden ejecutiva para tratar de erradicarla del Gobierno federal y de organizaciones benéficas o cualquier institución que tuviera contratos con Washington.

Joe Biden anuló esa orden al llegar a la Casa Blanca pero la guerra social y política sobre la Teoría Crítica de la Raza no ha hecho sino encarnizarse, y Carlson, que ha sabido leer con maestría cómo la cultura más que política se ha hecho el principio organizativo de los conservadores, es en buena parte responsable.

Hace unos días, cuando el general que preside la Junta del Estado Mayor defendió el estudio de la Teoría Crítica de la Raza en la academia militar de West Point argumentando que es necesario entender el origen de la “rabia blanca” que se ha identificado en el asalto al Capitolio, Carlson llamó al militar, Mark Milley, “cerdo”. Fue una gota más en un vaso que ha llenado de mensajes nativistas y racistas aplaudidos por los supremacistas blancos.

 En esa letanía ha incluido desde la teoría conspiratoria del reemplazamiento que postula que las élites quieren cambiar cristianos blancos con minorías a insultos a los inmigrantes (“hacen a nuestro país más pobre, más sucio y más dividido”, dijo en su programa). También, acusaciones de que el movimiento 'Black Lives Matter' es “veneno” o afirmaciones de que los activistas negros “y sus aliados blancos” están promoviendo el “odio racial” y una guerra racial. “¿Cómo evitamos que el país se convierta en Ruanda?”, llegó a preguntar un día en su programa.

Hay mucho más. Carlson insiste también en defender a Derek Chauvin, el policía condenado por el asesinato de George Floyd (o en sus palabras “San George, el criminal violento condenado que aparentemente murió de una sobredosis de fentanilo”). Ha cuestionado la eficacia de las vacunas contra el coronavirus y ha llegado a decir que forzar a los niños a ponerse mascarillas es “abuso de menores”. Ha atacado al feminismo (o, en sus palabras, “la mierda feminista”). Alimenta, además, el populismo económico y el antielitismo de la extrema derecha que ahora define al Partido Republicano y alimenta y promulga todo tipo de teorías conspiratorias. Ha asegurado, por ejemplo, que “operativos del FBI organizaron el ataque al Capitolio” y recientemente ha acusado a la Agencia de Seguridad Nacional de estar espiándole para conseguir que 'Fox' le quitara su programa.

"Entretenimiento"

Carlson se escuda en que lo suyo es entretenimiento, un argumento que llegaron a defender sus abogados en un juicio y que respaldó una jueza nombrada por Trump, que aseguró que “el tono general del programa debería hacer que el espectador sepa que Carlson no está dando datos sobre los tópicos de los que habla sino haciendo exageraciones y comentarios" que no se deben tomar al pie de la letra. Pero es así justamente como alimenta miedo y divisiones, usando medias verdades, rechazando la historia o la ciencia o los datos y siempre escudándose en que solo plantea preguntas. Es algo que Joseph Azam, un ejecutivo que abandonó News Corp, ha definido de “corrosivo”. “Es una forma muy efectiva de comunicarse con un segmento de la población que no sabe qué pensar pero no quiere que le digan qué pensar”, le ha dicho al ‘Post’.

Otros advierten también de los peligros de Carlson, que además transforma cualquier discusión en un debate sobre censura y libertad de expresión. Lo hacía en ‘Salon’ Jennifer Mercieca, una experta en retórica. “Se apoya en retórica de guerra a la vez que habla a su audiencia de lo que describe como 'retórica de guerra' contra ellos”, decía la experta. “Es propaganda realmente irresponsable y peligrosa”.

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