El ajustado recuento durante las primeras horas posteriores al cierre de las urnas en Estados Unidos en la contienda que todavía mantienen Donald Trump y Joe Biden ha evocado a las controvertidas elecciones del año 2000, cuando el demócrata Al Gore perdió los comicios ante el republicano George W. Bush por un puñado de votos, en concreto 537 papeletas.

En aquella ocasión todo se dirimió en el estado de Florida, donde el Gobierno de Bill Clinton (del que Gore era vicepresidente) sufrió un fuerte desgaste a causa del 'caso Elián', el niño cubano que llegó a EEUU en 1999 en una travesía en la que perdió la vida su madre y que las autoridades estadounidenses decidieron que fuera devuelto a su país de origen. A raíz de aquel episodio, la comunidad latina decantó muchas papeletas a favor de Bush y acabó dándole la victoria ante los demócratas, o eso dijeron al menos los tribunales, que fueron los que decantaron una balanza que la noche electoral se desviaba solo por el 0,5% de los votos. También ahora Donald Trump ha sabido exprimir los apoyos hispanos más anticastristas en aquella región lanzando el mensaje de que (se non è vero, è ben trovato) Biden traerá el comunismo a Norteamérica.

Una noche de vértigo

Hace dos décadas, las primeras horas del recuento electoral en Florida, cuyo gobernador era Jeb Bush, daban la victoria a Gore, pero a medida que pasaban los minutos empezaron a cambiar las tendencias. Hasta tal punto que todo se vio inmerso en un torbellino tan grande que se produjo una circunstancia inédita en la historia de los comicios estadounidenses: el candidato demócrata llegó a llamar por teléfono a su rival para felicitarle por la victoria (acción que en aquel país se interpreta como el gesto definitivo de que el resultado está decidido), pero después se desdijo en otra llamada y retiró la felicitación a su adversario. En los mentideros políticos quedó acuñada más que nunca la expresión 'Too close to call", demasiado ajustado para llamar.

Aquella apretada riña electoral en Florida acabó judicializándose y llegó al Tribunal Supremo de Estados Unidos, que no 'dictó sentencia' hasta 35 días después. Por cinco votos a cuatro, los magistrados dieron la victoria a Bush por una diferencia de 537 papeletas. Entonces Gore decidió no presentar más batalla y acabó admitiendo la derrota. Según dijo, lo hacía por el bien del país, con el único objetivo de evitar que se viera sumido en la incertidumbre durante todavía más semanas.

En las elecciones del 2020, en cambio, ambos candidatos ya se han pertrechado de un gran equipo de abogados, dispuestos a pelear cada voto hasta las últimas consecuencias. Donald Trump, además, ya ha movido ficha durante su mandato en el mundo judicial con el nombramiento para el Tribunal Supremo de tres jueces marcadamente conservadores: Neil Gorsuch, Brett Kavanaugh y Amy Coney Barret. Para más inri, estos dos últimos eran integrantes del equipo de abogados que actuaron en represenación de Bush en su litigio del 2000 con Al Gore. Con una corte judicial a su medida (seis jueces conservadores y tres un poco menos), además del currículum de ese trío de magistrados designados por él, el dirigente republicano tendría las cartas marcadas a su favor para imponerse sin mucho esfuerzo a Biden en ese terreno.