El Papa pide en su nueva encíclica, "Fratelli Tutti" ('Hermanos todos'), publicada el domingo, que el dolor de la pandemia no sea "inútil" al defender la "corresponsabilidad" de todos en la rehabilitación de las "sociedades heridas", al tiempo que reclama un renacimiento de la humanidad "más allá de las fronteras" que dejé atrás la "cultura de los muros".

Francisco considera que "la fragilidad de los sistemas mundiales frente a la pandemia ha evidenciado que no todo se resuelve con la libertad de mercado" y que existe la necesidad de "rehabilitar una sana política que no esté sometida al dictado de las finanzas".

El Papa propone en "Fratelli Tutti" el ejercicio de una fraternidad abierta a todos, más allá de sus convicciones religiosas, que permita construir un mundo nuevo. Inspirado en san Francisco de Asís, el Papa ha instado a vivir "una fraternidad abierta, que permita reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite". Así, advierte: "Pasada la crisis sanitaria, la peor reacción sería la de caer aún más en una fiebre consumista y en nuevas formas de autopreservación egoísta".

El Papa divide la encíclica en ocho capítulos. Tras analizar los problemas más graves de la sociedad -entre los que aparecen la globalización, la pandemia, el descarte mundial, la pérdida de alcance de los derechos humanos, la deshumanización de las fronteras, etc.-, invita a la humanidad a ser "buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos".

El Papa alerta de que "los sentimientos de pertenencia a una misma humanidad" se han debilitado del mismo modo que el sueño de construir juntos la justicia y la paz "parece una utopía de otras épocas". Para el Pontífice, en el mundo de hoy, "impera una indiferencia cómoda, fría y globalizada, hija de una profunda desilusión que se esconde detrás del engaño de una ilusión: creer que podemos ser todopoderosos y olvidar que estamos todos en la misma barca".

Frente a esto, Francisco redunda en varias ocasiones en la idea de la "amistad social" que ha definido como "una condición de posibilidad de una verdadera apertura universal". A su juicio, para caminar hacia la amistad social y la fraternidad universal es fundamental "percibir cuánto vale un ser humano". "Todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente, y ese derecho básico no puede ser negado por ningún país", defiende,

Por todo ello, denuncia que en una sociedad que se rige primariamente por los criterios de la libertad de mercado y de la eficiencia "la fraternidad será una expresión romántica más".

"Nadie madura ni alcanza su plenitud aislándose. Por su propia dinámica, el amor reclama una creciente apertura, mayor capacidad de acoger a otros, en una aventura nunca acabada que integra todas las periferias hacia un pleno sentido de pertenencia mutua".