La primera reacción crítica al nuevo pacto para la migración y el asilo anunciado el miércoles por la Comisión Europea no se ha hecho esperar. El primer ministro de Hungría, el conservador Viktor Orbán, uno de los líderes europeos más díscolos respecto a las políticas con los refugiados, consideró ayer que la normativa propuesta por Bruselas no significa "un gran avance", a pesar de que endurece las condiciones para los solicitantes de asilo. Las reticencias de Orbán recibieron el apoyo de Polonia, la República Checa y Eslovaquia que, junto a Hungría, forman parte del denominado Grupo de Visegrado.

"El gran avance vendrá cuando se acepte la propuesta húngara que dice que nadie puede pisar la Unión Europea sin tener el permiso para hacerlo o sin que su petición de asilo sea aceptada. Hasta ese momento tienen que permanecer fuera del territorio de la Unión Europea", dijo el primer ministro húngaro.

Se trata del revés más claro a la nueva normativa migratoria, que trata de hallar una salida de conjunto para una cuestión que genera profundas divisiones en el continente y que la UE no ha podido resolver hasta ahora El nuevo pacto migratorio se desmarca de la fórmula de las cuotas obligatorias -el número proporcional de refugiados que cada Estado debía asumir- que se estableció tras la crisis del 2015, con la llegada al continente europeo de centenares de miles de personas que huían de las guerras en Siria, Afganistán e Irak.