El líder opositor ruso Alexéi Navalni recibió ayer el alta en Berlín tras 32 días de tratamiento -16 de ellos en coma inducido-, mientras persisten las incógnitas sobre su envenenamiento y planes futuros. Un comunicado de la clínica universitaria de La Charité, donde ingresó el 22 de agosto tras desplomarse durante un vuelo interno en Rusia, informó de que el paciente abandonó ya el centro hospitalario con perspectivas de una total recuperación.

Desde Moscú, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, anunció que Navalni es "libre de regresar" a Rusia en cuanto lo desee, "al igual que cualquier ciudadano ruso". Peskov expresó desconfianza respecto a la noticia del alta médica, si bien añadió que, en caso de ser cierta, "es muy buena" y deseó al paciente, al que no citó por su nombre, una "pronta recuperación".

Mientras, en Bielorrusia, el autócrata Alexandr Lukashenko, juró su cargo para un sexto mandato en una ceremonia que no se anunció hasta el último momento a causa de la ola de protestas que vive el país desde las elecciones del 9 de agosto, ganadas por Lukashenko con un 80% que la oposición considera fraudulento. Los opositores anunciaron protestas indefinidas hasta que no se convoquen nuevos comicios.