Los superlativos dominan en todos los mensajes de reconocimiento a Ruth Bader Ginzburg, la magistrada del Supremo de Estados Unidos recién fallecida. El suyo fue un papel crucial para cambiar la condición de la mujer, además de una imagen clara de compromiso y coherencia vital. Tras conocer la muerte de la que fuera jueza del Alto Tribunal durante 27 años, el país llora la desaparición de un "icono feminista", una "gigante progresista", una "pionera", "la gran igualadora" y "heroína". Y aunque su fallecimiento abre una oscura guerra política, su legado brilla.

En la memoria está tatuado el estatus de icono popular que alcanzó ya octogenaria, cuando una estudiante de derecho la bautizó Notorious RBG, con ecos de un rapero nacido en Brooklyn, igual que la hija de inmigrantes judíos rusos en 1933. Aquel apodo llegó justo después de que Bader Ginsburg emitiera en el 2013 uno de sus famosos disensos en el alto tribunal, cuestionando a la mayoría por eliminar protecciones de la ley de derechos de voto. "Es como deshacerte de tu paraguas en una tormenta porque no te estás mojando", denunció la jueza.

Su compromiso por lograr la igualdad de género fue inquebrantable. Y un éxito, cosechado por una mujer físicamente pequeña pero intelectualmente gigante, que pasó por Cornell y Harvard antes de graduarse en Columbia, que abrió caminos improbables y rompió los patrones del paternalismo hacia las mujeres. En 1971, como abogada, logró una monumental victoria cuando el Supremo dictaminó por primera vez que la enmienda 14 que garantiza igual protección bajo la ley no solo debía aplicarse por cuestión de raza sino también de género. Progresista moderada una vez que Jimmy Carter la hizo llegar en 1980 a la judicatura federal, amiga de gigantes conservadores, se ganó la ira de feministas al cuestionar que la sentencia que legalizó el aborto se hubiera basado en temas de privacidad y no de igualdad.