El ministro para Irlanda del Norte, Brandon Lewis, reconoció ayer en el Parlamento que una nueva ley para anular algunos de los compromisos adquiridos por el Reino Unido en el Acuerdo de Retirada, firmado por Boris Johnson en enero, es ilegal, pero, en este caso, según él, solo un poquito. "Sí", afirmó, "infringe la legislación internacional, pero de una forma específica y limitada".

Poco antes de su intervención, el jefe del equipo legal del Gobierno británico, Jonathan Jones, había presentado la dimisión. Jones no explicó las causas, pero en su entorno hicieron saber que estaba "muy disgustado" con la decisión de modificar el protocolo para Irlanda del Norte con una nueva ley interna de comercio que hoy se presentará en el Parlamento.

El malestar de Jones es compartido por numerosos diputados y no solo en la oposición laborista. Parlamentarios conservadores también se mostraron profundamente preocupados ante el paso que pretende dar el primer ministro. Alguien que conoce bien las negociaciones del "Brexit", la ex primera ministra Theresa May, recordó a Lewis en los Comunes que "el Reino Unido firmó el Acuerdo de Retirada con el protocolo de Irlanda del Norte. Este Parlamento aprobó la incorporación de ese tratado a la legislación británica. El Gobierno está cambiando ahora ese acuerdo ¿Cómo puede el Gobierno asegurar a sus socios internacionales futuros que podrán fiarse de que cumpla las obligaciones legales de los tratados que firme?", preguntó May.

Su colega de filas, Bob Neill, advirtió que "infringir la ley internacional es un mal precedente para un país que siempre ha estado orgulloso de acatar la ley". Otro conservador, Roger Gale, consideró una deshonra no cumplir con lo pactado. "No podemos socavar nuestra credibilidad internacional. Gran Bretaña es un país honorable y ese honor no está a la venta o es moneda de trueque".

La intervención del ministro y el portazo del máximo asesor legal han coincidido con el inicio de la octava ronda de negociaciones entre el Reino Unido y la UE, que se celebra hasta mañana en Londres. La esperanza de desbloquear la situación es mínima. Además de dar a entender que no cumplirá lo ya acordado, Johnson amenaza con abandonar las negociaciones si esta semana no se hacen progresos. El primer ministro quiere sellar un acuerdo antes del 15 de octubre.

El negociador británico, David Frost, pidió "realismo" a Bruselas. "Si no podemos lograr (un acuerdo) en el tiempo limitado que nos queda, comerciaremos en los términos en que la UE lo hace con Australia. Estamos activando los preparativos para fin de año". Michel Barnier, el jefe negociador de la UE, ha pedido por su parte a los británicos mayor "flexibilidad" para acercar posiciones.

Es posible que Johnson esté jugando de farol cuando la negociación entra en su fase decisiva y el tiempo apremia. Pero cada vez parece más probable que esté dispuesto a pisar el acelerador cuando llegue al borde del precipicio y decida que el Reino Unido se marche sin acuerdo comercial alguno. "Sería un buen resultado", ha llegado a afirmar. La patronal, cada vez más alarmada, le recuerda que por el contrario, esa sería una salida catastrófica, mientras por segundo día consecutivo la libra esterlina cayó en el mercado de divisas.

"En medio de este ruido y las negociaciones, las empresas en el Reino Unido y la Unión Europea lo siguen teniendo claro: un buen acuerdo es esencial", declaró a "The Guardian" Josh Hardie, vicedirector de CBI, la mayor organización empresarial del país. "Un acuerdo será el cimiento para la recuperación postcovid en el continente".