"Histórico" es un término que gusta usar a menudo en Bruselas. Pero con más de 180.000 muertos y una profunda recesión económica en ciernes, los Veintisiete necesitaban esta vez no solo una respuesta contundente a la crisis, sino una pequeña revolución. Y pese a las cesiones y concesiones a los países del norte, es lo que lograron ayer los líderes de la UE gracias a la aprobación de un fondo de recuperación, con 390.000 millones en ayudas directas, y un marco presupuestario para 2021-2027, con 1,074 billones. Más allá de la magnitud de las cifras, el acuerdo instaura una solidaridad inédita hasta ahora, al permitir a la Comisión Europea, por primera vez en su historia, endeudarse masivamente para estimular las economías más golpeadas por el Covid-19.

No fue tarea fácil. Por el camino hubo muchos desencuentros con los países "frugales" (Holanda, Austria, Dinamarca, Suecia y Finlandia), con visiones diametralmente opuestas sobre cómo y en qué gastar el presupuesto europeo. Tras un maratón negociador de casi cinco días y 90 horas, que a punto estuvo de batir el récord de la cumbre más larga de la historia (Niza, diciembre de 2000), los líderes lograban lo que por momentos pareció imposible.

"Es la magia del proyecto europeo, y más allá de diferencias y sensibilidades, de opiniones, lo hemos demostrado", se congratuló el presidente del Consejo Europeo y muñidor del pacto, Charles Michel, junto a la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Emmanuel Macron, presentes en la mayoría de las bilaterales para desatascar el pacto. "Es un cambio histórico en nuestra Europa", proclamó Macron.

Y es que, por primera vez en la historia, la Comisión tendrá capacidad de emitir deuda común en los mercados para financiar el plan de recuperación, usando como aval el Presupuesto de la UE. Un verdadero tabú hasta hace no mucho y una victoria para aquellos que defienden una respuesta solidaria a través del presupuesto 2021-2027 -inferior al anterior-, de 1,074 billones, con recortes en ámbitos como la política agrícola común, el programa Erasmus o la sanidad.

El techo de los recursos propios, no obstante, se aumenta al 2% de la Renta Nacional Bruta y se crea un fondo anticrisis destinado a financiar la recuperación que no será tan generoso en términos de subvenciones directas como querían, Bruselas, París, Berlín, Madrid y Roma, pero que mantiene su potencia de fuego: 750.000 millones: 360.000 en forma de préstamos a devolver y 390.000 en transferencias directas. El 70% se concentrará en los años 2021 y 2022 y el restante 30% en 2023 teniendo en cuenta la caída del PIB.

La cifra de ayudas directas supone un tijeretazo radical respecto al medio billón de euros propuesto inicialmente, pero fue necesario para evitar el veto de los "frugales", opuestos a dar ayudas gratis y una mutualización de la deuda. España podrá recibir hasta 140.000 millones en los próximos años, más del 10% del PIB, 72.700 millones en ayudas y el resto en préstamos baratos.

A cambio de esta cesión en las ayudas, el plan incluye un "freno de emergencia" que permitirá a cualquier socio llevar el debate al Consejo Europeo si juzga que uno de los beneficiarios no ha hecho las reformas y ajustes prometidos. "Los desembolsos de las ayudas solo tendrán lugar si los objetivos fijados en el plan de recuperación se cumplen", señala el texto del acuerdo.

Es una victoria para el premier holandés, Mark Rutte, que, aunque no logra imponer la unanimidad en las decisiones, regresa a La Haya con un mecanismo de control que le garantiza poder de dificultar el pago de las ayudas y retrasarlas hasta tres meses. Además, los "frugales" logran cheques de compensación mucho más generosos de los propuestos inicialmente con un volumen global para los próximos siete años que supera los 50.000 millones. Se trata de descuentos que reciben cada año por su elevada contribución. Beneficiará a Alemania (3.671 millones), Holanda (1.920), Suecia (1.070), Austria (565) y Dinamarca (377).