Por tercer día consecutivo, los 27 jefes de estado y de gobierno de la UE se encerraron ayer en Bruselas para tratar de llegar a un acuerdo sobre el nuevo fondo de recuperación de 750.000 millones con el que hacer frente a la grave recesión económica que provocará la pandemia del Covid-19. Un maratón negociador infructuoso hasta ayer, que mantiene el tira y afloja y el regateo entre los países del norte y del sur, que no terminan de ponerse de acuerdo ni sobre el volumen que debe tener este fondo, ni sobre la distribución entre subvenciones a fondo perdido y préstamos ni sobre el mecanismo para controlar el desembolso del dinero.

Aunque el objetivo del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, era dar inicio a la cumbre al mediodía, las consultas y reuniones entre los distintos líderes europeos se prolongaron durante toda la jornada y la sesión no arrancó hasta la cena. Sobre la mesa, una oferta de compromiso final de Finlandia y los llamados países "frugales", que llevan días exigiendo un recorte radical de ayudas y los más duros en la negociación.

Su plan no solo reduce el montante del fondo -hasta los 700.000 millones- sino que modifica a la baja el porcentaje de las ayudas: solo 350.000 millones llegarían en forma de transferencias directas mientras que la otra mitad se canalizaría como préstamos baratos a devolver. Esto significa un recorte de las ayudas de 150.000 millones respecto a la propuesta inicial de la Comisión Europea y 50.000 millones por debajo del umbral mínimo aceptable fijado por Francia, Alemania y los países del sur, cuya línea roja es de 400.000 millones. "Es mejor acordar un fondo ambicioso, aunque lleve más tiempo. Espero que los líderes pacten algo ambicioso en la línea de lo propuesto por la Comisión, en lugar de algo rápido", terciaba la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde.

"Hay mucha buena voluntad (...) pero es posible que no se obtenga ningún resultado hoy (por el domingo). Hay muchas posiciones diferentes. Haré mi parte, pero también es posible que no haya hoy un resultado", reconocía a su llegada a la cumbre la canciller alemana, Angela Merkel, que junto al presidente francés, Emmanuel Macron, protagonizó muchos de los encuentros organizados por los presidentes Michel y Ursula von der Leyen para tratar de acercar posturas entre el norte y el sur.Control de las ayudas

Además del tamaño del fondo de reconstrucción y el volumen de ayudas directas, sigue generando discordia el férreo control que exige el neerlandés Mark Rutte para desembolsar el dinero de forma que pueda tener garantías de que los países cumplen con las reformas prometidas. La propuesta presentada el sábado por Michel ofrece una especie de "freno de emergencia" que permitiría a un país descontento con las reformas de cualquiera de sus socios paralizar los pagos y plantear un debate en el Ecofin o en el Consejo Europeo. España no rechaza el instrumento, pero insiste en que la decisión final de autorizar el desembolso de las ayudas no puede requerir la unanimidad porque convertiría el sistema en ineficaz.

"Raramente he visto posiciones tan diametralmente opuestas sobre muchos puntos", reconoció el primer ministro luxemburgués, Xavier Bettel, que defiende una respuesta solidaria pero admite que los países contribuyentes netos se niegan en banda a dar "cheques en blanco" y a ceder el control sobre los pagos de este fondo. Pese a la presión del norte, los países del sur se mantuvieron este domingo firmes, aunque esta es una negociación que no solo va de números sino sobre la forma de entender la solidaridad europea y la confianza.

"La voluntad de acuerdo no nos hará renunciar a la ambición legítima que debemos tener. Veremos en las próximas horas si ambas cosas son compatibles", apuntaba a su llegada Macron. Una opinión compartida por el premier griego, Kyriakos Mitsotakis, que avisó de que las concesiones son inevitables pero que "estas no deben llevar a rebajar el nivel de ambición" de la respuesta económica a la pandemia. "Nos enfrentamos a una crisis económica sin precedentes y simplemente no nos podemos permitir aparecer divididos o débiles", indicó.

En la misma línea, el portugués António Costa alertaba de que un fracaso o un fondo "insuficiente" o "inadecuado" sería "muy mala noticia" para los agentes económicos y para todos los europeos. "Ahí tendríamos algo muy peligroso que es una ilusión para los europeos. Una ilusión de que habría un instrumento para responder a la crisis", avisó. Su homólogo irlandés, Micheál Martin, fue más lejos y alertó de que un fracaso en las negociaciones daría una "percepción muy negativa" de la capacidad europea de responder a una crisis única como la del Covid-19.Estado de derecho y valores europeos

El otro gran escollo sobre la mesa, además de los cheques a los países ricos, es la vinculación de los fondos al respeto del estado de derecho y los valores europeos. Algunos como Países Bajos no están satisfechos con el compromiso ofrecido por Michel, ya que permitiría evitar una sanción con mayor facilidad que en la propuesta de la Comisión Europea. Una postura que encendió al primer ministro húngaro, Viktor Orban, que atacó a Rutte y al parlamento holandés con inusitada dureza.

"No se cual es la razón personal del primer ministro neerlandés para odiarme a mí o a Hungría. Como en su opinión Hungría no respeta el estado de derecho, debe ser castigada financieramente. No es aceptable porque no hay decisión sobre cuál es la situación sobre el estado de derecho en Hungría", advirtió, asegurando que está dispuesto a hablar sobre el estado de derecho pero no a vincularlo con el debate presupuestario. Algo en lo que cuenta con el apoyo fiel de Polonia. "Si el acuerdo se bloquea no es por mí, sino por el 'tipo neerlandés' (en referencia a Rutte), que es quien lo ha iniciado. Si se rompe es por él, no por mí. No me gusta entrar en un juego de culpas pero el neerlandés es el responsable de todo el desastre que tenemos", zanjó el mandatario húngaro, criticando también los cheques de compensación porque "son un privilegio" que debe desaparecer.