Es el último gran acuerdo de desarme nuclear, heredero de la era de la distensión de finales de los 80 y principios de los 90 protagonizada por los presidentes Ronald Reagan, George Bush y Mijaíl Gorbachov. Expira en febrero, y su renovación pende de un hilo, debido a las diferencias entre las dos principales potencias atómicas. Delegaciones de EE UU y Rusia iniciaron ayer en Viena, en una atmósfera de pesimismo, las conversaciones para impedir el colapso del tratado Nuevo START, que limita a 1.500 el número de ojivas nucleares desplegadas en cohetes estratégicos (de largo alcance).

Los representantes de ambos países que fueron llegando al palacete junto al Ministerio de Exteriores en la capital austriaca prefirieron no hacer declaraciones sobre las negociaciones, que se celebrarán a puerta cerrada durante dos días. Las previsiones pintan bastos, después de que en agosto del 2019, se derrumbara definitivamente el Tratado INF para limitación de las armas nucleares de medio alcance, con un radio de acción de entre 500 y 5.500 kilómetros.

Donald Trump quiere incluir a China en las conversaciones, a lo que Pekín se ha negado en rotundo. Además, Washington prefiere no renovar el actual tratado e iniciar conversaciones para un nuevo acuerdo que incluya todas las armas nucleares, algo que Moscú no está dispuesto a asumir mientras la parte norteamericana no acepte hablar de los denominados escudos antimisiles.

Si en los próximos meses ambos estados no encuentran un punto de encuentro, podrían entregarse a una carrera de armamentos similar a la que tuvo lugar en el siglo XX. Además de reducir el número de ojivas de largo alcance desplegadas, el Nuevo START establece límites en la cantidad de lanzaderas, misiles y bombardeos sobre el terreno.

Los expertos no se atreven a dar un pronóstico sobre lo que finalmente sucederá.